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sábado, 3 de agosto de 2019

¿Dinero mata Justicia?



“¿Cómo nos arreglamos?” (frase de dominio público).

Como es cada vez más evidente, uno de los efectos perniciosos del sistema capitalista es que si hay dinero baila el juez. En otras palabras, el sistema genera la necesidad de basar el éxito personal en la cantidad de posesiones que acredite un individuo; en consecuencia se da cuerpo y sustancia a la conocida frase “tanto tienes, tanto vales”.

En los últimos meses hemos visto con asombro cómo reconocidos pillos empresariales, sindicales y de la administración pública se han alzado con verdaderas fortunas, cuentas milmillonarias, múltiples propiedades en el país y el extranjero en medio del boato y dispendio de un potentado oriental o un emprendedor en el giro de las drogas, el huachicol, trata de personas o el simple asalto bancario, comercial o domiciliario.

Se tramita amparos que son concedidos como se concede un saludo, una sonrisa de complicidad, un apretón de manos y una palmada en la espalda. La ligereza de los magistrados y jueces habla por sí misma y se plasma en los medios informativos como ejercicios de desfachatez impune.

Si bien es cierto que el actual Poder Judicial es como una gran manzana podrida que alberga gusanos de distinto calibre y voracidad, también en los alfombrados espacios de las demás dependencias públicas se cuecen habas, papas, frijoles y otras variedades alimenticias que se sirven en vajilla de lujo a los comensales de ocasión: banqueros, comerciantes, constructores, mineros, petroleros, entre otras especies generadoras de dinero y evasoras de impuestos.

Son frecuentes las denuncias de grupos ciudadanos que defienden su derecho a la tierra, a la salud, al ambiente sano y equilibrado, al agua, frente a desarrolladores inmobiliarios que arrasan selvas, playas, arrecifes, especies marinas, terrestres, prácticas culturales ancestrales, formas de vida comunitaria, y un sinfín de realidades vitales de carácter local y regional.

En nuestras ciudades es común que se destruyan plazas, parques y espacios arbolados en beneficio de nuevos desarrollos comerciales que apologizan el cemento, el acero, el vidrio y la desolación natural, con la consecuente necesidad de habilitar estacionamientos, sistemas de control de entradas y salidas, cámaras de videovigilancia, entre otras maravillas tecnológicas que nos instalan en la modernidad a costa del incremento en la temperatura y el gasto en energía eléctrica que repercute siempre en el consumidor.

Las denuncias y protestas ciudadanas generalmente son vistas como algo folclórico, como una especie de curiosidad social que ocasiona cierres de vialidades, lentificación del tránsito y motivo de movilizaciones policiacas. Vemos la forma pero ignoramos el contenido, de manera que las organizaciones ciudadanas son coyunturales y se alimentan generalmente de los afectados, no necesariamente de los ciudadanos solidarios y con conciencia social que persiguen proyectos de largo plazo.

¿Hay depredación inmobiliaria en La Victoria, en el Vaso de la Presa A. L. Rodríguez, en los ejidos aledaños a la ciudad ligada a familias billetudas o con enchufes políticos? ¿No hay abasto de agua para las colonias citadinas pero sí para el fraccionamiento de lujo recién construido o en proyecto? ¿Somos una entidad semidesértica y se concede agua a trasnacionales cerveceras? Las quejas, denuncias y eventuales movilizaciones proveen tema de conversación en el café o la cantina; son de mención obligada en la charla de sobremesa que llena el ocio de amas de casa, burócratas aburridos o ciudadanos haciendo turismo por la realidad.

¿Que los vecinos de tal o cual colonia no cuentan con los servicios básicos, que hay delincuencia organizada que exhibe armas de grueso calibre por las calles, que hay casas deshabitadas que sirven de refugio de malvivientes, que hay fugas de agua y baches que obligan a establecer reglas de navegación entre las calles? Pues son prietitos del mismo arroz que se cuece en el caldero de la ciudad.

Las denuncias de problemas grandes, medianos y pequeños van y vienen de las calles a las ventanillas de atención ciudadana en las oficinas del sector público. Los diputados reciben grupos sociales y se instalan comisiones especiales, dependiendo del caso. Las alcaldías se comprometen en el ámbito de sus competencias y el gobierno del Estado sonríe para la foto y asegura preocuparse por el problema.

El desbarajuste ciudadano alcanza niveles de histeria cuando el abogado del delincuente con pedigrí posa para las cámaras y exhibe tremendo documento donde dice que el juez declara procedente otorgar al sujeto el beneficio del amparo. Así que, en vez de pisar la cárcel depositará su humanidad en céntrico restaurante, en alfombrada oficina, en cómoda habitación. La justicia lo protege porque supo llegarle al precio. La impunidad se cotiza alto en el mercado de valores del sistema.

EPN y el Magistrado Eduardo Medina Mora
Como se ve, es inútil para los efectos inmediatos de la procuración de justicia recordar, por ejemplo, la “estafa maestra”, el incendio de la Guardería ABC, el saqueo pensionario del ISSSTESON; o los “incidentes” de Pasta de Conchos en agosto de 2006, de mina de Chacras en febrero de 2014, de Buenavista del Cobre en agosto de 2014, o el del 9 de julio de 2019, en Guaymas; o cualquier otro de los 22 accidentes atribuidos a la negligencia criminal de Grupo México. Y lo es porque los señores exfuncionarios gozan de los enchufes y recursos necesarios y los inversionistas tienen prioridad nacional por ser generadores de empleos, pero ya lo dijo el presidente López Obrador, que es importante la inversión y el empleo, pero no a costa del ambiente y la salud de los trabajadores y sus familias.

Urge, en consecuencia, poner orden tanto en la economía como en el Poder Judicial de la Nación, confiando en que el reloj de la transformación nacional avanza a pesar de la corrupción judicial y la indolencia de muchos. Consideramos que una ciudadanía consciente y activa puede contribuir al combate a la corrupción y a la transformación deseada de manera significativa, porque mientras no haya un esfuerzo conjunto y con resultados por hacer justicia en este país tan cargado de agravios, tendremos que seguir afirmando que así como “dinero mata carita”, dinero mata justicia. 

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