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martes, 9 de febrero de 2016

Las batallas sindicales por librar

          "Lo que no aprovecha a la colmena, tampoco aprovecha a la abeja" (Marco Aurelio Antonio).

Tiempos de definiciones impostergables y de necesidades por satisfacer, hora de dejar la comodidad de lo políticamente correcto y emprender la aventura de ser auténtico en el decir y el actuar. Mientras que la ciudad se deshilacha por ausencia de un gobierno de y para el pueblo, la Universidad, conciencia crítica de la sociedad, se prepara para dar respuesta, o no, al reclamo cíclico de proveer lo necesario a sus trabajadores, en los términos de las normas legales vigentes y los ajustes pertinentes en materia salarial. Se trata de paliar el deterioro de la capacidad adquisitiva de los universitarios agremiados en los sindicatos Steus y Staus.

La lucha por mantener la carne pegada al espinazo unifica y define a los trabajadores en todas partes, en los diversos sectores de nuestra vapuleada economía nacional: los esfuerzos del gobierno y la iniciativa que, siendo privada, discurre por rutas alejadas de lo público, van justamente en sentido contrario al de las necesidades reales y sentidas de quienes viven de su esfuerzo cotidiano en condiciones cada vez más difíciles, de suerte que los intereses de la fuerza laboral constituyen una realidad que se niega sistemáticamente por sus contrapares patronales y el sector oficial neoliberal.

Las violaciones a los contratos colectivos, el hostigamiento y las campañas de descrédito y desprestigio social terminan siendo recursos de los que se abusa con inusitada regularidad. Para la patronal, el mejor trabajador es el pasivo, colaborador y con espíritu masoquista; la disidencia es contraria a esa especie de institucionalidad secuestrada por la administración en turno, porque para ellos los objetivos del sindicalismo universitario debieran ser la domesticación resignada de sus miembros, el espíritu conciliador e incondicional en grado de autogol voluntario y la falta de aspiraciones de progreso y bienestar personal y gremial.

Mientras que el sistema atomiza de hecho y de derecho (recuérdese la reforma laboral y la educativa) la resistencia de los trabajadores, y pule y perfecciona sus argucias mediante mecanismos como la individualización de las vías de solución, convirtiendo los medios de promoción y mejora salarial en “premios” al desempeño académico antes que  logros y conquistas colectivas legalmente exigibles, se crea una especie de empleado dócil al sistema de puntajes y adicto al llenado de formatos y cubrir apariencias de cumplimiento, capaz de sacrificar la calidad a la cantidad en aras de cubrir las cuotas de simulación que exige el sistema que “estimula” y reconoce las bondades de tener ficheras con doctorado a su servicio.

Pronto, las estructuras clientelares proliferan en las instituciones, y la corrupción, antes reservada a la administración, tiñe con los colores de la mendacidad, el cinismo y la incompetencia a las capas pensantes de la población universitaria: profesores caza-puntos y estudiantes en pos de promedio y no de conocimientos le dan un giro a la educación, logrando el propósito de changarrificar la academia y una conciencia de culpa compartida que obra como el sello de un pacto de silencio entre cómplices. Los “ISO” y las “certificaciones” son las tapaderas de las nuevas cloacas académicas funcionales al sistema. Se pierde la autonomía a cambio de etiquetas.

Lo anterior es el resultado lógico de un sistema corruptor que precariza las relaciones institucionales, vulnera y avasalla la dignidad de sus actores y promueve los nuevos valores y objetivos del sistema; pero, la Universidad puede ser una simple caja de resonancia de la ideología dominante o, por lo contrario, un factor de cambio y conciencia crítica de la sociedad.

Recientemente, se creó la Federación Sonorense de Sindicatos de Educación Superior (FSSES), en la que forman los sindicatos de trabajadores del CIAD (Siatciad), del Itson (Suttitson), y los de la Universidad de Sonora Steus y Staus. El propósito de la nueva federación es la unidad y el apoyo de sus integrantes en los problemas que les son comunes y rescata los conceptos de solidaridad y comunicación entre pares. Si el sistema trabaja para dividir e individualizar las vías de solución de los problemas de los trabajadores, atomizando la resistencia y las formas de lucha, la organización sindical lo hace por la identificación de problemas y búsqueda de soluciones y acuerdos para la acción colectiva.

En una época en la que se menosprecia y criminaliza la protesta, la defensa de los derechos de los trabajadores debe ser un ejemplo preocupante para el sector patronal, aunque uno luminoso para las futuras generaciones. La crítica a los sindicalistas jamás es producto del despiste e ignorancia, sino de una sebosa defensa del sistema que mantiene a la población sojuzgada mediante la contención salarial, la desinformación, el temor inducido por los medios de manipulación masiva, la desesperanza y el desinterés por participar en la legítima defensa de nuestros derechos sociales y laborales. En este marco la organización de los trabajadores es esperanzadora, ya que las únicas fuerzas capaces de mediar en los conflictos entre el capital y el trabajo son la legalidad e imparcialidad de las instancias formalmente competentes, la unidad y la legitimidad de las demandas y acciones de los trabajadores, más el despertar de la conciencia social, tanto de estudiantes como de sectores sociales interesados en el futuro de los jóvenes.

Para Sonora y las instituciones de educación superior, las luchas sindicales y sociales del 2016 podrán marcar la diferencia entre una comunidad autocomplaciente y corruptible y otra que, celosa de sus responsabilidades y deberes cívicos, haga de cada día el escenario en el que la honestidad e integridad de sus miembros construya un mejor futuro, en una sociedad más justa e incluyente.

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