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lunes, 11 de enero de 2016

Las viejas y nuevas batallas por librar


Desmemoria. Don que Dios concede a los deudores, para ayudarlos por su falta de conciencia” (Ambrose Bierce).

En medio de un alarmante descenso del precio del petróleo y del peso frente al dólar, así como un aumento grosero del gas, el agua y, en general el costo de la vida tanto en México como en Sonora, se anuncia, especula y comenta una y mil veces la reciente recaptura del narcotraficante conocido como “Chapo” Guzmán, presentada como una prueba de la “fortaleza de las instituciones” por Enrique Peña Nieto.

Pareciera que somos una ciudadanía propensa a reaccionar de acuerdo al estímulo mediático en turno, capaz de creer, a las primeras, que el doctor Mireles, vocero de autodefensas ciudadanas y preso político enfermo y amilanado, “pide perdón” al gobierno que lo hizo levantarse en defensa de la paz y tranquilidad de las familias michoacanas frente al poder del crimen organizado y la cómplice apatía de las autoridades locales y federales.

¿Podemos creer en la fortaleza de las instituciones cuando en la conciencia colectiva arde la llama viva de los 43 de Ayotzinapa, junto con las pequeñas víctimas de la guardería ABC, ejemplo de un régimen de concesiones del gobierno a particulares que convierte la seguridad social en negocio privado? ¿No es signo de decadente corrupción la evaporación de los ahorros gracias al sistema de cuentas individuales que son materia de especulación privada gracias a los negocios de las Afore? ¿Acaso no pesa en la memoria de la justicia mexicana los hechos de Aguas Blancas, Atenco y las desapariciones forzadas y asesinatos pasados y presentes que tiñen de rojo al país, entre otros eventos?

¿Se puede estar tranquilo sabiendo que tanto la salud como la educación se privatizan, y que la carga para las familias aumenta día con día? ¿Es lícito transferir a los ciudadanos los costos de obras privadas contratadas por el gobierno, para beneficio de un sector productivo privado y no para las familias que tendrán que pagarlas? ¿Por qué deberíamos tener confianza en las instituciones que malbaratan el patrimonio energético de todos y lo privatizan para la satisfacción de empresas trasnacionales? ¿Es una buena noticia que el campo deje de producir alimentos saludables para verse invadido por semillas transgénicas y alto consumo de productos químicos que envenenan el ambiente y acaban con la biodiversidad y las economías regionales?

¿Debemos permanecer indiferentes ante el despojo de terrenos públicos, por ejemplo, los del vaso de la presa A.L. Rodríguez, y sonreír ante la abundancia de agua para unos cuantos apellidos notables mientras que la ciudad carece de ella? ¿Se pueden hacer obras hidráulicas de uso privado y dejar en la indefensión a las familias vecinas sin que haya problema? ¿Pueden desaparecer sin dejar rastro los recursos del fondo de pensiones y jubilaciones del Isssteson? ¿Los niños a cargo del DIF son mercancías? 

¿Los empleos que genera la maquila automotriz y las embotelladoras y la minería trasnacional, compensan la contaminación y el daño ecológico que sufren las regiones donde se establecen? ¿Todo se justifica con eso de atraer inversionistas que generen empleos? ¿Es ésta una propuesta económica válida para la entidad?

¿Será posible que las fuerzas armadas acepten servir de mascota tercermundista a la ONU y al Comando Norte, es decir, al gobierno de una potencia extranjera? ¿No hay problema con que las autoridades anuncien la participación de militares mexicanos en actividades de entrenamiento y posteriores misiones “de paz”? ¿No hay nada raro que la Marina parezca servir de patiño nacional a los intereses de la DEA, entre otras agencias gringas? ¿Bastó para que el llamado fuera con fines de extradición para que las armas mexicanas se cubrieran de gloria al recapturar a un capo de la droga con aficiones mediáticas? En serio, ¿hay gobierno, ejército y armada dignos de llamarse nacionales?

¿Nuestras instituciones académicas autónomas realmente lo son? ¿Los profesores e investigadores universitarios trabajan para enriquecer el saber colectivo, o simplemente parasitan las instituciones mientras maquilan proyectos para entidades públicas sin rumbo ni legitimidad a cambio de algún estipendio? ¿Un doctorado es como una patente de corso para los negocios privados desde la comodidad de las instituciones educativas? ¿La universidad sirve para avalar “académicamente” las acciones del gobierno, o para trabajar por el bienestar y el progreso social?, ¿a qué hora dejó de ser la conciencia crítica de la sociedad para convertirse en cómplice de la corrupción y la ineptitud oficial?

En medio de este desbarajuste, aún permanece de pie la voluntad de cambio de hombres y mujeres conscientes, capaces de exigir el cumplimiento de los deberes y obligaciones de los gobernantes. En Sonora se tienen buenos ejemplos de civilidad y permanencia en las luchas por la justicia y la legalidad, por el respeto a la dignidad ciudadana, violada cuando no ignorada por autoridades venales. El año 2016 inicia con una larga cadena de asuntos pendientes de resolver y su correcta solución dependerá de la capacidad que tenga el pueblo para organizarse y perseverar en los objetivos transformadores que decida. El sindicalismo independiente y las organizaciones ciudadanas tienen una gran tarea por realizar. Podremos escribir un nuevo capítulo en Sonora, o repetir obsesivamente las mismas líneas, con los mismos errores y los mismos resultados. ¿Cuál va a ser el sentido de la acción? Usted, nosotros, tenemos la palabra.


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