Como cada año, el comercio organizado
se aprestó a hincharse de dinero con el afecto que no se compra pero que si se
convierte en argumento de venta para un sinfín de artículos que van desde flores,
artículos electrodomésticos y dispositivos electrónicos, hasta terrenos
campestres y residenciales. La mercadotecnia afinó sus tiros al corazón del
consumidor, valiéndose de alusiones maternas que solamente en estas fechas
parecen estar libres de albures y llenos de buenas intenciones comerciales.
En los cruceros menudearon los
vendedores de flores y las esquinas fueron tomadas como almacén transitorio de
su oferta vegetal, llenando de aromas más o menos naturales el ambiente de
fiesta por las expectativas de borracheras conmemorativas del milagro de la
maternidad. Hijos, nietos y demás consanguíneos cuentan con la licencia
socialmente avalada para dar rienda suelta a la hilacha presupuestal que nos
acerca a los bares, restaurantes, antros o simplemente al expendio más cercano
al hogar. Al parecer, el amor materno se aceita con alcohólicos efluvios en
estas arideces culturales que conforman nuestro entorno.
Si la madre es el pretexto para
derramar afecto, el comercio obra el milagro de materializarlo, de darle precio
y código de barras, de colocarlo en anaqueles y exhibirlo con llamativos
colores y frases edulcoradas que llaman al coma diabético cuando no al colapso
de las neuronas que ceden ante los embates de la más babeante cursilería. El
resto del año deben buscarse otros reclamos y festividades, otros argumentos
para demostrar el poder de la firma del consumidor, la solvencia de su quincena
y las virtudes de los abonos chiquitos. En esta trama, el comercio demuestra
que lo que nos sobra de madre le falta al salario de ese poder remunerador que
la leyenda oficial atribuye a la económica mexicana.
En Sonora, por ejemplo, no falta el
cateto que diga que la economía del estado ya bien, volteando hacia el lado del
gobernador en turno cuando debiera hacerlo hacia las calles pobladas de
indigentes, las plazas colmadas de menesterosos que disputan los espacios a los
perros callejeros, en una difícil competencia por sobrevivir a una economía “ejemplar”,
que logra sus mejores golpes a fuerza de complacencias y venalidades oficiales
y la infaltable codicia e irracionalidad privada. La mitología neoliberal
supone atributos mágicos a la acción privada y más si ésta se confunde con la
pública, porque se da el caso de que, desde el poder público, se mercantilice
la acción gubernamental en aras del bienestar de quien lo ejerce.
Así tenemos escuelas que se caen a
pedazos, que no tienen agua, drenaje funcional y problemas de pago en el fluido
eléctrico; pizarrones de la edad del gis, profesores mal pagados, que soportan
el peso de una responsabilidad que no viene acompañada de los recursos para
cumplirla; trámites engorrosos para cualquier cosa y una burocracia que se
siente benefactora de la humanidad por el solo hecho de atrincherarse tras un
mostrador, ventanilla o un escritorio y atender de mala manera al sufrido
ciudadano que llega a ponerse enfrente. Sin embargo, el gobierno declara que Sonora
es una maravilla en cuestiones de educación y la reforma padresista va que vuela para ser ejemplo nacional y más allá.
La aparente sintonía entre el gobierno
federal y el local pudiera, en otro contexto, suscitar ciertas dudas si no
fuera por una razón bastante elemental: su base ideológica es la misma; es
decir, son tan neoliberales uno como el otro, de suerte que la diferencia de
colores partidistas es irrelevante ante la solidez monolítica de sus objetivos,
de ahí que decir que “la economía de Sonora va bien, muy bien”, no suene fuera
de lugar en los absurdos y torcidos términos de los supuestos neoliberales que
disponen de la herramienta de la
privatización y el lucro privado para logar dislocar la realidad y transformar
la pulverización de lo público en una mina de oro privada, local o
transnacionalizada.
La enajenación del espacio público
supone la renuncia a ciertas facultades y responsabilidades que están
determinadas por las leyes bajo el supuesto del bien común. Desde luego que el
gobierno puede modificar el texto legal, pero lo que no cambia con acuerdos y
corruptelas es la ilegitimidad de las normas al servicio de unos cuantos.
El 10 de mayo fue motivo de
salutaciones con diversos acentos en cuanto a afecto o afinidad, que fueron de
parientes y amigos hacia la madre, pero también por parte de ciudadanos que,
agraviados, dieron en convertir la fiesta materna en una sonora y masiva
mentada de madre al titular del Ejecutivo federal, vía redes sociales. “La voz
del pueblo es la voz de Dios”, o ¿es cosa de unos cuantos resentidos
electorales? Si esto fuera así, tendríamos que un alto porcentaje de la
población voto por otra opción, lo cual nos sugiere preguntar ¿cómo llegó Peña
a Los Pinos? La respuesta es de Perogrullo.
Si los clavos que unen al ciudadano a
su cruz no fueran suficientes, se agrega la burla: “en cuatro meses se verán
los resultados de la campaña contra el hambre”, en el escenario onírico de
Hermosillo y Etchojoa, con lo que la celebración del día de las madres tiene
connotaciones lúdicas cuando se esgrime la felicitación materna como
herramienta de rechazo, protesta y reclamo. La mentada de madre es, sin duda,
un arma de civilidad masiva.
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