“Más
vale prevenir que lamentar” (frase popular).
Fue un corte de energía, luego un gran estallido y fuego, fuego que todo lo envuelve y calcina. Las explicaciones posibles o probables de su causa saltan a la opinión pública en un juego donde la verdad oficial deberá conducir a la procuración de justicia.
Sea como sea, la vida no retoña y los restos mortales de las víctimas sólo serán recuerdos de eternidad, despojos que aguardan el juicio legal y la paz en medio de la tormenta informativa.
El comercio del centro de Hermosillo sufre un golpe mortal en imagen y responsabilidades, en calidad de reo de desidia, indolencia y abandono en infraestructura y equipamiento. Su vida depende de una remodelación a fondo, nuevo diseño funcional y altas garantías de seguridad para empleados y consumidores.
Sin embargo, una vez pasado el azoro y el horror del siniestro, es posible que la vida comercial se abra paso quizá sin mucho aspaviento, a la mexicana, con públicas promesas de mejora y guiños a la autoridad correspondiente.
Sucede que cada vez que el capital se ve implicado en una tragedia, las promesas de reparación son tan abundantes como la masa de intereses que se mueve, y las cosas terminan casi como estaban. Pongo por ejemplo la justicia simulada y no impartida en el caso de la guardería ABC y el derrame tóxico del río Sonora, o los posibles ejercicios de gatopardismo en el puerto de Calica y su cantera.
Por lo pronto, el estallido e incendio de Waldo´s en Hermosillo nos puede ofrecer una pequeña muestra de lo que se sufre en Gaza, donde las bombas y artilugios incendiarios de Israel patrocinado por EUA hacen posible probar diariamente el infierno en la tierra y la hipocresía mundial.
El insoportable dolor de las quemaduras, el horror del infierno en la tienda de su preferencia, el sofoco terrible por el humo que asfixia, dan a quien sufre sus efectos la certidumbre de que la muerte no es sólo una posibilidad sino un hecho presente, real, irreversible, en una forma extrema y profunda de abandono y soledad.
En la ciudad tenemos la vida y la muerte condicionada al estatus económico, las pretensiones sociales y culturales centradas en el dinero, la seguridad ligada al espacio y el tiempo de una ciudad que devino pocilga pavimentada, caricatura urbana que parece prescindir e ignorar lo que hace posible que sea segura y habitable.El concurrido centro de Hermosillo actúa como muestrario de miserias en sus calles carcomidas por baches, sus banquetas sucias y quebradas, su comercio que reclama clientes apoyado en bocinas estridentes y ofertas gritadas al aire cargado de precariedad económica.
Tenemos el caso de que una explosión y sus víctimas llaman la atención acerca de la seguridad de los establecimientos, de los requisitos de funcionamiento y permisos correspondientes, del deber de tal o cual dependencia oficial, de la responsabilidad de particulares y gobierno en hechos consumados. Y, como es usual, se pretende tapar el pozo por el niño ahogado.
Suena utópico pensar que cada comercio o asociación debiera tener en su nómina una persona encargada de la prevención de riesgos y la protección de empleados y clientes en caso de accidentes. También lo es que las dependencias oficiales cumplan con sus labores de inspección en tiempo y forma, sin disimulos ni corruptelas.
Más ilusorio es pensar que las autoridades municipales realmente buscan el beneficio ambiental y social de la comunidad cuando vemos la clase de obras que emprenden y presumen. ¿Acaso no es de oligofrénicos instalar feos bloques de cemento en lugar de las bancas o ese resumidero dizque fuente en el Jardín Juárez, por ejemplo? ¿No es estúpido deformar el bulevar Hidalgo, o tratar de hacer obras de utilidad comercial, en el parque Madero, o eliminar espacios verdes en Sacramento? El más pedestre exhibicionismo campea en los espacios gubernamentales.
Tampoco escapa al ojo ciudadano el abandono más que sospechoso de la Escuela Leona Vicario, cuyo edificio representa un tesoro arquitectónico e histórico que Hermosillo debe dedicar a sus nuevas generaciones y conservar para la posteridad. Es una exigencia social que la escuela sea rehabilitada y que siga cumpliendo con su misión educativa, sin manoteos inmobiliarios ni dilaciones burocráticas.
En medio de todo esto, Sonora tiene motivos para estar de luto. Un luto que se lleva en la memoria, en la piel, en el reclamo de que haya justicia sin demagogia, de cara al pueblo que como puede elegir gobernantes también los puede quitar.
Pedimos justicia para el río Sonora, para las familias de la guardería ABC, para las víctimas de Waldo´s, para los ciudadanos ofendidos por la desidia y corrupción estatal y municipal. También decimos NO a las presas y SÍ a la lucha por el agua y la vida.
En otro asunto, ¿no le suena a abuso el cobro a depósitos bancarios que excedan los 15 mil pesos? ¿Por qué habría el gobierno pretender “desincentivar” el uso de efectivo? ¿Por qué debiéramos como país depender de medios digitales, sujetos a otra soberanía y al suministro continuo de electricidad? ¿México será un apéndice periférico del gobierno mundial donde no tendremos nada, pero estaremos seguros?
Como se quiera ver, el uso y posesión de efectivo es garantía de libertad individual. El dinero digital obedece a la lógica del control y la subordinación del ciudadano que mucho recuerda la sociedad distópica descrita por Orwell en su novela 1984. El problema es que la gente normalmente reacciona cuando ya es demasiado tarde.



No hay comentarios:
Publicar un comentario