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sábado, 11 de mayo de 2024

LA HUELGA, LA MANTA Y EL DESPLEGADO.

“La verdadera paz no es simplemente la ausencia de tensión, es la presencia de justicia” (Martin Luther King).


Sábado 11 de mayo, 11 de la mañana y sereno. En la reja del acceso principal de la Universidad de Sonora, un grupo representativo de la Asociación de Pensionados y Jubilados de la propia institución se presentó en apoyo a los trabajadores del sindicato STEUS, en huelga.

El grupo colocó una manta donde se expresa el apoyo irrestricto a los trabajadores y sus demandas. Se pone de manifiesto la solidaridad de los trabajadores del pasado con los del presente, justamente para que hoy se escriba una nueva historia de respeto y compromiso entre la Institución universitaria y los futuros luchadores sindicales.

En la manta se reproduce una frase que es consigna y propósito: “Defenderemos el derecho a la huelga con la huelga misma: STEUS”. Así de claro, y así de justo.

En paralelo, circula un desplegado suscrito por 62 organizaciones patronales y civiles cuyo propósito parece ser el de llamar al diálogo entre las partes, subrayando el daño que sufre la educación superior y la sociedad con este conflicto.

Sin embargo, en la vida real, y al margen de las consignas patronales de una supuesta comprensión de las necesidades del trabajador, se desarrolla el drama de la subsistencia, de las familias que ven lejana la meta de llegar a fin de mes por más que se estire el salario.

Familias que tienen hijos en edad escolar que estudian en los diversos sistemas y niveles educativos y que, desde luego, incluyen a la educación universitaria, a la que apuestan por ser pública y, además, de calidad regional y nacionalmente reconocida.

Si bien es cierto que en la UNISON se cobran cuotas por diversos conceptos es, a pesar de estos gastos, una opción que permite a los jóvenes de clases económicamente modestas prepararse profesionalmente y, eventualmente, acceder a mejores condiciones económicas.

Así, pues, la UNISON es una universidad popular, a pesar de los embates mercantilistas y la mentalidad aspiracionista que el neoliberalismo de huarache esparció por sus órganos de dirección y su base laboral. La meritocracia se incuba en los pasillos, en los cubículos y en los sistemas de estímulo monetario, pero esto es otro asunto.

Los trabajadores manuales y administrativos en huelga saben que reclamar la reestructuración del tabulador es una cuestión de primera necesidad, que resolver el rezago salarial que coloca a muchos en situación de marginación por estar por debajo del salario mínimo, que exigir una mejora en sus percepciones semanales y quincenales no es otra cosa más que luchar por la dignificación del empleo y el ingreso.

También saben, o debieran saber, que una mejora en el salario supone una mejor pensión o jubilación; mejores posibilidades para que sus hijos y dependientes puedan tener acceso a la alimentación, la educación y la calidad de vida que mínimamente les corresponde de acuerdo a la ley laboral y la Constitución federal.

Están conscientes de que las generaciones que hoy deprenden de su sueldo universitario serán los profesionistas del mañana, esos jóvenes que tanto preocupan al gobierno y a los organismos empresariales que hoy se rasgan las vestiduras siendo que quizá, en el futuro, se complacerán en ignorarlos por venir de una universidad pública.

La solidaridad de los pensionados y jubilados es una manifestación humana, responsable y seria, porque los trabajadores retirados ya pasaron por ahí, conocen los vericuetos de la demagogia, de las amenazas veladas, de los recursos “legales” que excluyen al factor trabajo frente a la imagen y expectativas patronales.

Es la mano que se tiende por parte de la experiencia y la memoria sindical hacia quienes luchan en el presente por su futuro, por sus familias, por una institución que nació del pueblo y debe servir al pueblo. No queda duda de que la mejor defensa del derecho a huelga es la huelga misma. Adelante.


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