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domingo, 6 de marzo de 2022

Temblores en el sistema

 “Compatriotas americanos, me alegra decirles que hoy he firmado una ley que ilegalizará a Rusia para siempre. El bombardeo empieza dentro de cinco minutos” (Ronald Reagan).

 

Los jaloneos muchas veces violentos entre países se dan con demasiada frecuencia como para ignorarlos o, simplemente, parcializar la realidad y pretender que la justicia, la democracia y los derechos humanos son prioritarios para la ONU, Unión Europea o la OEA.

El mundo siendo redondo adolece de visiones cuadradas o demasiado esquemáticas como para ser compatibles con la realidad viva y actual de las diversas regiones que lo componen, de suerte que la unipolaridad es, por lo menos, contraria a la naturaleza de los pueblos y naciones que compiten rabiosamente por ocupar algún lugar en el concierto de las naciones con voz y voto en los organismos internacionales.

Sin embargo, frente a esta verdad de Perogrullo se levanta imponente la visión imperialista de EUA, vecino norteño de México y matriz de lo que se entiende como mundo libre, franquicia que con su logotipo de barras y estrellas está con frecuencia en abierta contradicción con los postulados del derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas.

Así pues, mientras el discurso gringo nos ilustra sobre la paz, la legalidad y el respeto internacional, la mano militar y de “inteligencia” que hace valer los intereses de la industria armamentista y financiera estadunidense da gruesas pinceladas de intolerancia, de sórdidas maniobras de desestabilización de gobiernos electos democráticamente, de favorecer actos terroristas y de comercio de armas y drogas de alcance internacional.

En este contexto, el concepto de “seguridad nacional” se convierte en un arma letal contra la soberanía de muchos países con ideas propias. De aquí se desprende que EEUU no tiene fronteras y que el planeta Tierra es coto de caza de un salvaje psicópata que juega con la tecnología y la ciencia para su exclusivo provecho y entretenimiento.

Llama la atención que por donde quiera se encuentran emplazadas bases militares del Tío Sam, y que a pesar de que la guerra fría terminó en 1991 el discurso de odio hacia el “enemigo” no ha variado gran cosa, manteniendo la diferencia entre “ellos”, los rojos, los comunistas, los terroristas y “nosotros”, los buenos, puros y limpios que defendemos la libertad y la democracia, falacia que tiene por caja de resonancia a la prensa occidental.

Tal parece que la propiedad de la verdad y los valores humanos está reservada por derecho divino, por designio celestial a “América”, entendida como Estados Unidos, nación autista que interviene en todo y pretende decidirlo todo.

Sin duda las armas más poderosas que posee el gigante del norte no son tanto las que exporta alegremente para alimentar los conflictos mundiales, sino la intriga, el dinero, la corrupción, la manipulación y el terror. La dominación gringa es algo así como un estado mental que se apodera de las voluntades de los aspiracionistas que miran hacia el norte, de los pequeños y grandes parásitos sociales que buscan su lugar en la política o la economía, que se cobijan en el cargo público o privado en espera de su momento estelar.

Lo anterior es importante porque México y muchos países se encuentran a expensas de los gustos o disgustos gringos en asuntos que histórica y legalmente sólo les corresponden a ellos, a su soberanía, a su destino. Si no fuera así, no tendríamos que darles explicaciones sobre la política económica y las decisiones en materia de energía, minería, seguridad o comercio.

Recientemente, México se ha tenido que poner en plan de negar su historia diplomática y plegarse al interés gringo respecto al problema en Europa del Este. No condenar enérgicamente el genocidio que se perpetra desde 2014 en el Donbass y solamente condenar, sin más, la intervención de Rusia en esa región es ignorar la historia, el contexto y los acuerdos de Minsk referidos a la paz y neutralidad en Ucrania, mismos que Rusia ha solicitado en múltiples ocasiones que se cumplan mientras la ONU voltea para otro lado.

Nuestro país debe recuperar la seriedad y pertinencia de la política exterior basada en la Doctrina Estrada, de la que curiosamente China dio muestras al subrayar la necesidad del diálogo en la solución de conflictos.

Nadie puede ignorar que desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, EEUU ha intervenido en la gran mayoría de los conflictos y que ha provocado guerras y golpes de estado de acuerdo con sus intereses. Es público y notorio que este país ha mentido y manipulado cuantas veces ha querido, tratado de justificar sus agresiones (Afganistán, Irak, Libia, por mencionar algunos). Aquí es claro que el Derecho y los acuerdos internacionales se los pasan por el forro y que tenemos un modelo imperialista promovido y encabezado por EEUU.

Naciones como Alemania, España, Francia, Reino Unido, Canadá y otros de la Europa Central y del este actúan como comparsas, como mascotas en espera de las croquetas de EEUU (actitud que comparte Japón, por mencionar alguno oriental). Tristes mascotas de un sociópata megalómano y venenoso que lo mismo siembra bases militares, financia y entrena terroristas que desarrolla armas biológicas con el pretexto de buscar curas, antídotos y vacunas. Un país que es capaz de apoyar y financiar a gobiernos dictatoriales, fascistas, y grupos terroristas según convenga.

El mundo está patas arriba, pero algunos llaman a este desorden “estilo de vida”, democracia, libre comercio y diplomacia, pero debe recuperarse la memoria y aprender de la historia política y militar del siglo XX y el presente. Urge replantear la política exterior nacional e internacional. Urge. 


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