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martes, 11 de enero de 2022

La enfermedad y las ojeras del pescado

 

“Hay mucho que decir a favor del periodismo moderno. Al darnos las opiniones de los ignorantes, nos mantiene en contacto con la ignorancia de la comunidad” (Oscar Wilde).

 

 Nadie sabe a ciencia cierta (la ciencia, por cierto, está de vacaciones y en su lugar están los boletines de las farmacéuticas y los buenos oficios de la prensa asalariada) qué pasa con las variantes del virus que actualmente anda en boca de los sufridos ciudadanos que buscan protegerse del mal que se respira en el contacto con vecinos, amigos o colegas.

Resulta que las vacunas disponibles no inmunizan, pero se nos aclara que simplemente actúan como amortiguamiento de los efectos severos de la enfermedad ocasionada por el bicho de todos tan temido. Algunos hablan de la inmunidad de rebaño, concepto venerable que a veces es desestimado por voceros autorizados, por aquello de que la epidemia es cosa seria, más allá de las explicaciones de los biólogos e inmunólogos y ahora en manos y boca de los epidemiólogos con capa y chistera y en horario estelar.

Tenemos una batería de vacunas (sic) que no inmunizan, que requieren nuevas dosis de refuerzo, que sus efectos duran seis o tres meses, que el sistema inmunológico humano parece estar también de vacaciones y se requiere con urgencia un agente externo producto de laboratorio para que las defensas naturales puedan proteger la integridad física y emocional de la población.

Al inicio de la contingencia sanitaria se tomaron medidas extremas de confinamiento, de limitaciones fuertes de la movilidad, de suspensión de actividades educativas, de labores con carácter “no esencial” y se estableció un semáforo epidemiológico al que la sociedad tenía que obedecer, so pena de una multa en salud y libertad; se reactivaron parcialmente las actividades comerciales, espectáculos y lugares públicos.

Poco después se dio la buena nueva de las vacunas e iniciaron las campañas masivas de vacunación, con lugares, horarios y edades establecidos según un plan nacional. Pronto se convirtió en exigencia la comprobación del pinchazo en esquema “completo”, para dar paso a los refuerzos, y a la paranoia internacional del “pasaporte verde”.

Pero a pesar de los esfuerzos oficiales la epidemia sigue tan campante, cosechando éxitos y aplausos por parte de las compañías farmacéuticas, de sus distribuidores, de la medicina privada y los laboratorios de pruebas para detectar al bicho que produce la enfermedad, y con ello la exigencia en algunos lugares del respectivo comprobante.

No ha faltado el médico que declare solemnemente sobre la calavera de Hipócrates o Galeno que el resfriado o la alergia estacional debe ser considerado Covid hasta que se demuestre lo contrario. ¿Primero matas y después viriguas?

Las cifras de los contagios y las muertes por la pandemia arrasan en el Hit Parade de la atención mediática, dejando para más tarde las correspondientes a los recuperados, los muertos por otras causas consideradas normales de la temporada o el ciclo anual. Ocultos quedan los decesos por cáncer, infartos, diabetes, accidentes diversos, violencia intra y extrafamiliar, crimen organizado o desorganizado, y el etcétera que usted guste y que consta en las estadísticas anuales de cualquier país.

Primero se nos dice que la infancia está libre o casi libre de contraer la enfermedad por contar los pequeños con un buen sistema inmunológico, luego aparecen reportes del número creciente de los contagios que afectan a población infantil, por lo que se recomienda vacunar a la primera provocación.

Se cierran las escuelas y ahora se nos convoca a acudir a los planteles, con la misma lógica de cierre de los comercios y su posterior apertura, porque todo es cosa de tomar las precauciones de rigor y, desde luego, aplicarse la vacuna.

En medio de este, digamos, reseteo económico global, emerge como solución el teletrabajo, la vida virtual, el uso de las redes, con música y aplausos para los proveedores de cachivaches electrónicos y del gigante informático propiedad de Bill Gates, ahora metido a dar consejos y pronosticar el curso de la epidemia.

Lo que tarda en aparecer es una explicación lógica, coherente del curso de la pandemia, si lo es o no lo es, de acuerdo con el rigor científico y de acuerdo con sus características y desarrollo, sin el sesgo que puede producir la injerencia e intereses de las grandes compañías transnacionales del negocio farmacéutico y la bolsa de valores.

¿Será que el manejo mediático del coronavirus que salió de algún recóndito lugar en 2019 nos ha estado haciendo verle las ojeras al pescado y no hemos tenido ni el tiempo ni la calma para analizar de cerca y con ojo crítico el problema?

¿No es tiempo de analizar las cosas y hacernos la pregunta que normalmente es obligada en cualquier investigación donde hay intereses comerciales y políticos de por medio: a quién beneficia este desmadre? ¿Quién o qué posee los medios y el poder para generar el caos a nivel internacional?

En cualquier caso, no se trata de negar el problema sino de plantearlo de manera correcta y precisa, si es que lo queremos resolver. En este punto, vale decir que el miedo y la ignorancia no ayudan para nada. Veamos las cosas como son.

    

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