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sábado, 19 de octubre de 2019

El socavón



“Una ciudad no se mide por su longitud y anchura, sino por la amplitud de su visión y la altura de sus sueños” (Herbert E. Caen).

Hermosillo, la populosa capital de Sonora, tiende a ser un polo de atracción para los habitantes del Estado, como asiento de importantes instituciones educativas de añeja trayectoria y consolidada fama, como lugar de oportunidades de trabajo, como lugar para vivir y formar una familia, como centro político estatal y como escenario de las luchas que el ciudadano común tiene que librar para ser escuchado y tener visibilidad en el planteamiento de demandas económicas, políticas y sociales.

La capital se extiende más allá de su espacio físico y alcanza la imaginación y los sueños de muchos que, expulsado de sus lugares de origen por razones de pobreza y falta de oportunidades, llegan con una mano atrás y otra adelante a reclamarle a la vida un pedazo de suelo, de trabajo y sustento, tranquilidad personal y familiar y acceso a los bienes que el entorno urbano posee y distribuye.

La ciudad se extiende incontenible habida cuenta el desarrollo de proyectos inmobiliario que generan nuevos fraccionamientos y colonias urbanas y suburbanas, ganando espacios que, de manera legal o ilegal, se convierten en asiento de familias en busca de su patrimonio en forma de casa propia, así como de mayores ingresos en la cuenta corriente de los desarrolladores apalancados por apellidos linajudos e influencias alcahuetas.

En nuestro entorno es común la invasión silenciosa y continuada de terrenos nacionales y de áreas ejidales, más allá del fundo legal, a las que de repente les salen dueños, escrituras y compañías constructoras que pringan el mapa con fraccionamientos de lujo, con lago y legitimidad artificial, y que se cotiza en alto en los sueños monetarios de los propietarios y en los de los futuros compradores de estatus social. Recuerde usted las denuncias ciudadanas en redes sociales sobre terrenos en el antiguo vaso de la presa A.L. Rodríguez o en el cauce del Río San Miguel, entre otros ejemplos de impunidad legalizada mediante escritura pública.

Mientras la ciudad crece e ingresa en las páginas de sociales con inversiones “fifís” por obra y gracia de emprendedores de renombre local, el centro de la ciudad y barrios de añeja existencia acusan abandono y desaseo, tanto como nostalgia de otros tiempos donde el pavimento aguantaba los embates del clima y las circunstancias. Y qué decir de las colonias urbanas que surgieron como hongos a lo largo de la historia de nuestros asentamientos humanos con terrenos regulares, legales pero alejados de la mano de Dios en materia de mantenimiento de la infraestructura vial, de agua potable y alcantarillado y, en forma sobresaliente, de seguridad pública.

Recientemente los reportes de baches de mayor o menor tamaño colmaron los espacios y atrajeron la atención de automovilistas y peatones: caminar por las calles de Hermosillo es como atravesar una pista de obstáculos, ya que banquetas y vías de circulación vehicular presentan un espectáculo aterrorizante que apanica al más pintado por ser invitación a sufrir un accidente con daño patrimonial y físico incluido.

El mantenimiento de la infraestructura urbana debe ser prioridad para cualquier gobierno municipal, tanto como la de ofrecer de manera eficiente y continua la recolección de basura. Usted fácilmente puede imaginar lo que sería de nuestra salud si no hubiera una red de agua potable, drenaje y alcantarillado funcional que resista las contingencias del clima y el tráfago citadino. Los ingenieros municipales deben estar atentos a la prevención del natural deterioro de los servicios a su cargo, porque servicio que no se mantiene significa un daño a la vida de la comunidad.

Sin embargo, en la Colonia Sonacer, en la calle Juan de Dios Bojórquez casi esquina con Cerro Prieto, un socavón abierto desde hacía dos o tres semanas se tragó a un modesto trabajador que transitaba montado en su bicicleta. Las aguas negras fluían con tal ímpetu que los rescatistas no avanzaron en busca del infortunado por temor a ser arrastrados por la corriente. El tremendo hoyo sigue tan campante, abriendo su boca en busca de nuevas víctimas. Del infortunado ciclista sólo se sabe que vestía en forma modesta, que montaba una bicicleta roja que quedó como testigo en el lugar de los hechos.

Hermosillo crece, pero no se desarrolla de manera integral por cuanto que hay zonas de exclusión. Cubre más espacio pero la calidad y cobertura de los servicios no lo hace en la misma proporción, generalidad o velocidad. Urge replantear la política presupuestal y de financiamiento de la obra pública; es urgente implementar mecanismos de concertación ciudadana que permitan mejorar la recaudación de impuestos, derechos y aprovechamientos. La hacienda municipal debe fortalecerse y los ciudadanos debemos apoyar el esfuerzo recaudatorio de la autoridad municipal. El socavón no sólo se traga la tranquilidad ciudadana y la fluidez vial, se traga la confianza del ciudadano en la capacidad de respuesta de quien gobierna. Tanto el problema como la solución es asunto de todos.



  

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