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lunes, 1 de julio de 2019

Entre malandros y forenses te veas


“Si la justicia existe, tiene que ser para todos; nadie puede quedar excluido, de lo contrario ya no sería justicia” (Paul Auster).

Sabiendo que usted debe estar hasta el tope con las notas donde se da cuenta de la sanguinolencia de esta sociedad, de la peligrosidad de calles, avenidas y bulevares, negocios gastronómicos, talleres, mercados, antros, carretas de fritangas, entre otras y, sobre todo, por la impunidad reinante, no abundaremos en detalles capaces de cortarle la inspiración frente a alguna bebida o substancia masticable; simplemente llamaremos su atención sobre el hecho de que estamos ante lo que parece perfilarse como una nueva normalidad.

¿Mataron a un vecino discreto y de buenas maneras? ¿Se entera de que un bebé muere asesinado? ¿Alguien salió pero no llegó a su destino? ¿Oyó una balacera que pensó que eran cohetes pero recordó que no era ni 15 de septiembre, ni fin de año, ni desfile de los ganaderos y cayó en cuenta de que estaba en medio de una refriega callejera en toda forma? ¿Ve a su alrededor y las rejas invaden su campo visual, pero recuerda que no está en un campo de concentración y le cae el veinte de que lo suyo es enclaustramiento precautorio? ¿No se ha topado con un hombre tirado en la calle a plena luz del día y paramédicos junto con policías revoloteando a su lado? O estando de viaje, ¿le ha pasado que ese bulto que ve, semioculto a la orilla de la carretera no es un observador de aves atrincherado y que los especímenes que lo rodean no son aves canoras sino zopilotes en plena inspección cadavérica con fines alimenticios?

Los medios de información nos pintan un panorama que parece ir de mal en peor, salvo pequeños lapsos en los que la criminalidad da la impresión de que pudiera dedicarse a hacer una evaluación de las acciones y los resultados y trazar una estrategia de mayor penetración en el ánimo de los ciudadanos. Incluso existe una escala de puntos donde Sonora ha alcanzado lugares importantes en materia de asaltos, asesinatos, suicidios entre otros motivos de acción policial. La estadística delincuencial y criminal nos sitúa en lugares que pudieran merecer medallas de plata o de bronce, si de competencias deportivas se tratara, aunque en materia de delitos fiscales ocupamos el sitial de honor por segundo año consecutivo. Los delitos sin ruido pero con un alto impacto nacional tienen un escenario privilegiado en Sonora (El Imparcial, 26.06.2019).

Por otra parte, ya ve usted que tampoco estamos fuera del ranking de fosas clandestinas para fines de ocultamiento de cadáveres: tenemos una buena marca en esa materia, situación antes inédita e impensada en estas latitudes. La capital de Sonora tiene una competencia cercana con Cd. Obregón, entre otras ciudades importantes, por alcanzar el premio mayor en materia de peligrosidad, incidencia criminal y, por qué no decirlo, impunidad. Estando así las cosas, resulta ocioso regatear méritos a los malandros sea por constancia o por el tipo de ilícito que perfeccionan a través de la práctica; en cambio, sus contrapartes legales representadas por las policías, que ahora abundan en la entidad y que se fortalecen con la presencia del ejército que hace bola con la marcialidad esperada; sin embargo, hasta ahora todo ese conjunto humano ha hecho mucho ruido mediático a cambio de pocas nueces. ¿Que la Guardia Nacional viene a la fiesta? Pues bien venidos, porque hay pastel para todos.

No hace mucho iniciaron actividades las integrantes de un valiente grupo civil de buscadoras de “tesoros” dedicadas a recuperar cuerpos ocultos y perdidos en las áridas tierras sonorenses. Sus esfuerzos han dado esperanza y certidumbre a varias familias y, como era de esperarse, han contribuido a arrojar algo de luz en el torcido y complejo panorama de las desapariciones forzadas. 

Al respecto, para la tranquilidad de los familiares de víctimas sin identificar, se da la noticia de que el gobierno federal ha elegido a nuestro estado como una sede del Instituto Regional Forense, con el fin de “atender la crisis de los cadáveres sin identificar que enfrentan los Servicios Médicos Forenses (Semefos)” (El Imparcial, 25.06.2019). Lo anterior habla de la voluntad de cumplir la obligación del gobierno de garantizar, proporcionar y mantener la identidad legal de las personas, lo cual permite, entre otras cosas, la entrega de los restos a sus familiares y la posible pista sobre lo que pudo acontecer que devino en asesinato y desaparición.

Por lo que toca al establecimiento de responsabilidades en los hechos delictivos y la aplicación de las sanciones correspondientes, aún queda un largo trecho por recorrer. Recuerde que la corrupción taponea los conductos por los que debiera fluir la justicia y que la limpieza no será cosa de un día para otro, habida cuenta la masa de intereses que asoma detrás de los hechos ilícitos y sus efectos en la tranquilidad ciudadana.

La lucha por la legalidad empieza en los propios órganos encargados de interpretarla y aplicarla, lo que supone cirugía mayor en el Poder Judicial de la Nación y de ahí para los estados. Como ciudadanos no podemos exigir magia, sino acciones bien pensadas, concretas y constantes. Sonora no está como para llamaradas de petate.

 

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