Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

viernes, 24 de octubre de 2025

HABLEMOS DEL SISTEMA

 “Miente, miente que algo queda” (Joseph Goebbels).

 

Parece de película. Resulta grosero y repugnante que se den actos de cobardía que parecen cosa de gringos en una de tantas series televisivas. Indigna que alguien atropelle a otra persona y huya del lugar, dejando a su paso una estela de estupidez imposible de evaluar.


Cada tanto, la ciudad se ve conmovida por noticias sacadas del fondo del infortunio, de las cloacas de la incivilidad más dolorosa: hay atropellamientos, abusos, acciones de bajeza increíble contra personas o animales que se perpetran a la luz del día, o en las tinieblas del anonimato, demostrando cuan poco hemos crecido como sociedad.

Vemos en las noticias de la tele o las plataformas digitales que Gaza sigue siendo el objeto de la furia genocida del ente israelí, de suerte que frente a nuestros ojos desfilan sus soldados y civiles armados disparando por deporte contra palestinos, en una cacería insólita a nombre de un supuesto derecho emanado de la Torá que en este caso les dice que sí pueden y deben matar.

Mientras Israel masacra palestinos, el gobierno de Estados Unidos refrenda en nombre de la democracia y las libertades su apoyo incondicional al genocidio, y ofrece la garantía de un flujo ilimitado de armas mortíferas de última generación, refrendando su vocación de ser el proveedor mundial de armamento a cambio de títulos y obligaciones que incluyen la historia, identidad y conciencia de los pueblos.

Trump ahora se vanagloria de su lucha contra el narcotráfico: “simplemente los vamos a matar” (https://goo.su/i09zmXc), mientras sus agencias organizan, dirigen, controlan y financian grupos criminales con fines de desestabilización política y, por supuesto, terrorismo a la carta, de acuerdo a los intereses imperiales.

Aquí, en la ciudad donde vivimos, podemos morir a causa de un atentado o la acción intempestiva de un imbécil motorizado que pega y huye, igual como pasa a más de 10 mil kilómetros, donde vemos que la vida no vale nada, donde matan a distancia, con misiles o drones, en una confirmación diaria, universal e inmediata de lo cantado por José Alfredo Jiménez.

El desprecio hacia el otro y la depreciación de la vida que se proyecta en las cintas televisivas y cinematográficas cala hondo en la conciencia de quienes han crecido en una sociedad que está para engordar cuentas corrientes y crear y satisfacer hábitos de consumo. Los efectos los vemos y leemos todos los días.

La acción de destruir una ciudad (en Gaza, Irak o Libia) para luego reconstruirla sirve para obtener a cambio derechos de uso, disfrute y abuso de los recursos naturales y estratégicos de que disponga una región determinada, y expresa la necesidad política de actuar de acuerdo a la pauta dominante. La locura neocolonialista pasa por los yacimientos petroleros, los metales estratégicos, la biodiversidad y la posición geográfica. 

Mientras el mundo se hace papilla, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y sus múltiples programas, cumplen con ser el papel higiénico que limpia las evacuaciones del imperio. Son un florero y eventual parte del coro hipócrita de plañideras por contrato que aplauden, gimen, proponen, se interesan o lamentan los hechos, de acuerdo a quien les paga, como prostitutas de lujo en un palacio de cristal en pleno Manhattan.

El negocio de los derechos humanos y la garantía de las libertades resulta ser el más grande pretexto y estímulo a la carrera armamentista emprendida por Estados Unidos y satélites, así como los tratados de libre comercio devienen en el papel de camisas de fuerza políticas y económicas al crecimiento y desarrollo independiente de las naciones (algunos gobiernos los defienden y hasta solicitan que la camisa sea de su talla).

La moral del imperio saca a relucir las ventajas de la hipocresía y la cobarde sumisión de muchos pueblos ante el capital, y su obediencia a políticas necesariamente impulsoras del control de la natalidad frente a la amenaza de la escasez de recursos susceptibles de ser aprovechados por las potencias postindustriales.

El mejor ejemplo lo tenemos en las guerras por el petróleo cuyo control se convierte en pretexto para cualquier intervención que refuerce la “seguridad nacional” de Estados Unidos y en las nuevas amenazas que garantizan temor y sumisión a directrices emanadas de organismos económicos y financieros supranacionales.

Otro caso es el de la adecuación de las leyes, principios y valores nacionales a las exigencias y expectativas del extranjero, bajo el supuesto de la cooperación internacional, la modernidad y la generación de empleos.

Las relaciones comerciales se convierten en modelos de gobierno, políticas culturales y conductuales, en un avasallamiento que mimetiza la identidad de acuerdo al telón de fondo de las relaciones en la lógica del sistema económico dominante. Un sistema en el que dejamos de ser lo que somos en aras de la integración desigual con el norte, asumiendo como enemigos a quienes designa el “socio” principal.

Así, los choques, las balaceras, las agresiones, los bombazos y los abusos se denuncian y se dice que merecen ser castigados, pero la rueda de la fortuna sigue girando sobre el eje de la ganancia privada, la satisfacción del capricho, el vicio personal, la impunidad y la simulación en un carrusel de impotencia y miedo.

Nos horrorizamos por lo de Gaza, por el último atentado con explosivos o arma de fuego, por el atropellamiento reciente, por el fraude y el robo, por el abuso y la venalidad judicial, sin reparar en el hecho de que cada crisis económica tiene una respuesta psicosocial que altera nuestra idea de vida y normalidad. El sistema que corrompe lo más, corrompe lo menos.



viernes, 17 de octubre de 2025

TRAS LA CORTINA

 “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí” (Augusto Monterroso).

 

La discusión sobre las presas en el río Sonora sigue un curso donde los pobladores de las riberas dicen un no categórico al proyecto mientras que el gobierno se empeña en convencerlos de las bondades de los espejitos y las cuentas de colores que convertirán el río intermitente y contaminado en un vergel con aguas navegables, industrias y fraccionamientos de lujo.

La sebosa insistencia oficial recuerda aquellas campañas de lavado cerebral que emprendía el PRI en su afán de hacer comulgar a la población con ruedas de molino, repartiendo promesas y falacias tan creíbles como la posibilidad de convertir el plomo en oro como producto del “echaleganismo” político del momento.

La experiencia de los ejidatarios, trabajadores y emprendedores rurales aguas abajo de la presa El Molinito, saben por experiencia que el agua que deja de fluir no aparece mágicamente sobre o bajo la superficie del concreto y las varillas.

Una cuestión que hay que subrayar es que una presa no produce agua, sino que sólo la puede contener.

Hasta la fecha, las visitas de funcionarios estatales han sido intensas y redundantes. También lo ha sido la respuesta de los evidentes afectados por un proyecto sospechoso e impolítico que no ha sido solicitado por los pobladores, y que ha carecido de transparencia, congruencia y credibilidad.

Tras la cortina de la presa se oculta una verdad irrefutable: si no hay lluvias, no hay agua para almacenar; pero si hay agua, nadie garantiza su correcta distribución entre población y productores rurales; si hay afectación rural, nada puede impedir la miseria y el abandono de la población que depende de esta actividad.

Es probable que los intereses económicos de grupos de poder estén simbólicamente atrincherados tras la cortina; es posible que obedezca a una torcida concesión a grupos mineros nacionales o extranjeros que ven el agua como recurso propio e intransferible en favor de sus operaciones en la región, hoy y en el futuro.

Lo que más llama la atención es que, habiendo experiencias que sustentan la oposición al proyecto, el gobierno desestima las razones y los hechos que el pueblo presenta en cada una de las reuniones y encuentros realizados.

La sordera institucional es preocupante, como también lo es que haya amenazas, formas de intimidación, violación de derechos laborales y políticos contra algunos ciudadanos opositores a las presas. A la fecha es notable la ausencia de explicaciones realistas y fundamentadas por parte de las autoridades gubernamentales.          

La presión oficial y oficiosa contra personas o grupos hace que el proyecto luzca como una imposición vergonzosa e insultante. Consecuentemente, surgen serias sospechas acerca de cuáles son sus verdaderos propósitos y beneficiarios.

En otro escenario del absurdo, llama la atención que se conceda el premio Nobel de la Paz a una representante de la reacción venezolana, ligada a la CIA y los movimientos golpistas apoyados por EUA de cara al control del petróleo y otros recursos naturales en tierras bolivarianas. Es la confesión de que la cordura y el respeto a las formas dejó de tener importancia en Washington y satélites.

El absurdo expresado en la actual situación local y mundial tiene como coordenadas la lucha entre soberanistas y globalistas, la caducidad del modelo unipolar de la postguerra, el fracaso de las políticas emanadas de Breton Woods, el desgaste extremo de los conceptos “libre comercio”, “democracia” y “derechos humanos”. Lo anterior y la inauguración de la posverdad, describen al mundo y explican la manipulación de la realidad y la peligrosidad de las acciones políticas locales y globales lideradas por Washington.

Estamos en un entorno en el que el capricho, el hedonismo y la inconciencia dominan el discurso público, donde se santifica al pueblo y al mismo tiempo se le demoniza cuando choca con el interés privado, resultando que el aparato gubernamental actúa como instrumento neoliberal de lucha por privatizar las conciencias.

En este contexto, dan lo mismo que las acciones y razones hegemónicas se den en Gaza, en Argentina, en el Sahel, en las costas sonorenses y, desde luego, en las riberas del río Sonora. En cada escenario vemos que las promesas de justicia y reparación de daños suenan bien, pero igual se las lleva el viento.

El problema es, sigue siendo, el sistema económico imperante. En lo social y lo político, en la realidad y la ficción el cambio sólo es de forma, pero no de fondo. El neoliberalismo actuante demuestra que la derecha puede entrar por la izquierda manipulando el discurso, con lo que el sistema se renueva a través de la forma y el engaño que pasa por consenso. Tras la cortina de las presas o los discursos, el dinosaurio todavía está allí.


 

viernes, 3 de octubre de 2025

ESTE ERA UN GATO...

 “¿Quieres que te cuente un cuento?” (pregunta insidiosa en curso).

 

Interesante entrevista que el noticiero digital Momentum hizo a la doctora en ciencias sociales Delia Piña Aguirre, cronista de Ures y opinante privilegiada sobre el tremendo caso del proyecto de la construcción de nuevas presas en el río Sonora (https://youtu.be/ygwV0tZJj7c).

Lo que se deja ver en el curso de la entrevista es el resultado de un ojo observador in situ de una situación que se torna catastrófica para la tranquilidad y sobrevivencia de varios municipios ribereños que, a duras penas, han logrado mantener la cabeza sobre el caudal de aguas contaminadas que tuvo a bien enviarnos Germán Larrea y su Grupo México, hace 11 años, impune e influyente.

Tras el aluvión de residuos tóxicos, metales pesados, promesas incumplidas y discursos y apoyos de puro salivazo por parte del supremo gobierno estatal y federal, la población da cuenta fiel de diversos tipos de cáncer, caída severa de sus fuentes de ingreso por los impactos en la flora y la fauna de la región por el peor desastre ecológico de que se tenga memoria.

La economía regional sirvió de papel higiénico con el que las augustas nalgas del magnate minero se limpiaron ante las sonrisas cómplices de un gobierno preocupado en su imagen, la atracción de “inversiones que generan empleos” y que forman parte del arsenal de recursos que la depredación ambiental y social usa para colonizar mentes y aspiraciones con acciones esencialmente destructivas. Algo así como aplaudir la llegada de la sierra que cortará el árbol que nos sirve de cobijo en la tormenta.

Queda claro que la señora jefa del ejecutivo federal carece de información precisa y confiable respeto a algunas variables del Plan Hidráulico que piensa aplicar en Sonora. También queda claro que la vieja fórmula de no oír y no ver sigue tan a la mano que sólo basta “montarse en su macho” para que la magia del poder dé forma y contenido a cualquier mamada que se les ocurra: “no están informados”, “los opositores son muy poquitos y no se van a imponer a una mayoría que sí apoya las presas”, entre otros argumentos (sic) de autoridad.

La señora presidente se ha empeñado en desmentir que el megaproyecto va con dedicatoria a favorecer las dotaciones de agua de la empresa minera propiedad del delincuente ambiental Larrea, al parecer favorito del sistema. Ha tratado de desacreditar la oposición que lucha en defensa del ambiente y la vida económica y social de la región, ha minimizado las protestas y desestimado los argumentos de quienes viven y mueren en el lugar donde se perpetrará la obra hidráulica.

Los pobladores rivereños que conocen los impactos de este tipo de obras, empezando por la presa El Molinito, que dejó sin agua a los pobladores cortina abajo, y que sobreviven gracias a la eventual llegada de pipas que distribuyen el líquido, reclaman atención y empatía, y sólo dicen lo que sobradamente les consta: el río debe correr libremente, sin tapones u obstáculos. Debe darse oportunidad de que las aguas sustenten la vida regional y que llenen los mantos acuíferos, permitiendo el progreso de la biodiversidad y la economía regional.

El gobierno estatal ha mandado brigadas de coacción con una supuesta encuesta y actos informativos, lo que ha despertado sospechas y decepción en quienes votaron por este gobierno, por este proyecto político transformador que aún no logra romper la inercia neoliberal, a pesar del discurso y los infaltables apologistas mediáticos que atacan y demonizan la crítica honesta al interior del partido guinda.

La reacción del gobierno local resulta un acto de imbecilidad suprema, al echarles montón a los pobladores rivereños por afectar con la mega obra. Varios secretarios de estado haciendo al activista por una obra de la que aún se desconoce su manifiesto de impacto ambiental, social, económico, pero de la que ya se manejan cifras por invertir y las maravillas de su implementación.

Tenemos presupuesto, pero no existe idea en el gobierno de sus impactos, a pesar de que los supuestos beneficiarios se oponen con base en su experiencia y conocimiento del medio.

Le explican al pueblo las bondades de una obra sin estudios ni análisis serio o medianamente creíble lo que para todos es claro y evidente: las presas son tapones que impiden el libre flujo del agua, superficial y subterránea, y que en un río contaminado lo único que pudieran llegar a concentrar es agua contaminada que necesita correr para sedimentar el veneno que contiene.

La vista coactiva de los funcionarios y brigadistas que promueven las presas resulta como cuando le explican al pueblo una situación recurriendo al viejo cuento del gato con los pies de trapo y los ojos al revés… ¿quieres que te lo cuente otra vez?

Lo bueno es que “no somos iguales” y “con el pueblo, todo. Sin el pueblo, nada”. Amén.