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Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

martes, 4 de noviembre de 2025

EL INFIERNO EN CASA

 

“Más vale prevenir que lamentar” (frase popular).


Fue un corte de energía, luego un gran estallido y fuego, fuego que todo lo envuelve y calcina. Las explicaciones posibles o probables de su causa saltan a la opinión pública en un juego donde la verdad oficial deberá conducir a la procuración de justicia.

Sea como sea, la vida no retoña y los restos mortales de las víctimas sólo serán recuerdos de eternidad, despojos que aguardan el juicio legal y la paz en medio de la tormenta informativa.

El comercio del centro de Hermosillo sufre un golpe mortal en imagen y responsabilidades, en calidad de reo de desidia, indolencia y abandono en infraestructura y equipamiento. Su vida depende de una remodelación a fondo, nuevo diseño funcional y altas garantías de seguridad para empleados y consumidores.

Sin embargo, una vez pasado el azoro y el horror del siniestro, es posible que la vida comercial se abra paso quizá sin mucho aspaviento, a la mexicana, con públicas promesas de mejora y guiños a la autoridad correspondiente.

Sucede que cada vez que el capital se ve implicado en una tragedia, las promesas de reparación son tan abundantes como la masa de intereses que se mueve, y las cosas terminan casi como estaban. Pongo por ejemplo la justicia simulada y no impartida en el caso de la guardería ABC y el derrame tóxico del río Sonora, o los posibles ejercicios de gatopardismo en el puerto de Calica y su cantera.

Por lo pronto, el estallido e incendio de Waldo´s en Hermosillo nos puede ofrecer una pequeña muestra de lo que se sufre en Gaza, donde las bombas y artilugios incendiarios de Israel patrocinado por EUA hacen posible probar diariamente el infierno en la tierra y la hipocresía mundial.

El insoportable dolor de las quemaduras, el horror del infierno en la tienda de su preferencia, el sofoco terrible por el humo que asfixia, dan a quien sufre sus efectos la certidumbre de que la muerte no es sólo una posibilidad sino un hecho presente, real, irreversible, en una forma extrema y profunda de abandono y soledad.

En la ciudad tenemos la vida y la muerte condicionada al estatus económico, las pretensiones sociales y culturales centradas en el dinero, la seguridad ligada al espacio y el tiempo de una ciudad que devino pocilga pavimentada, caricatura urbana que parece prescindir e ignorar lo que hace posible que sea segura y habitable.

El concurrido centro de Hermosillo actúa como muestrario de miserias en sus calles carcomidas por baches, sus banquetas sucias y quebradas, su comercio que reclama clientes apoyado en bocinas estridentes y ofertas gritadas al aire cargado de precariedad económica.

Tenemos el caso de que una explosión y sus víctimas llaman la atención acerca de la seguridad de los establecimientos, de los requisitos de funcionamiento y permisos correspondientes, del deber de tal o cual dependencia oficial, de la responsabilidad de particulares y gobierno en hechos consumados. Y, como es usual, se pretende tapar el pozo por el niño ahogado.

Suena utópico pensar que cada comercio o asociación debiera tener en su nómina una persona encargada de la prevención de riesgos y la protección de empleados y clientes en caso de accidentes. También lo es que las dependencias oficiales cumplan con sus labores de inspección en tiempo y forma, sin disimulos ni corruptelas.

Más ilusorio es pensar que las autoridades municipales realmente buscan el beneficio ambiental y social de la comunidad cuando vemos la clase de obras que emprenden y presumen. ¿Acaso no es de oligofrénicos instalar feos bloques de cemento en lugar de las bancas o ese resumidero dizque fuente en el Jardín Juárez, por ejemplo? ¿No es estúpido deformar el bulevar Hidalgo, o tratar de hacer obras de utilidad comercial, en el parque Madero, o eliminar espacios verdes en Sacramento? El más pedestre exhibicionismo campea en los espacios gubernamentales.

Tampoco escapa al ojo ciudadano el abandono más que sospechoso de la Escuela Leona Vicario, cuyo edificio representa un tesoro arquitectónico e histórico que Hermosillo debe dedicar a sus nuevas generaciones y conservar para la posteridad. Es una exigencia social que la escuela sea rehabilitada y que siga cumpliendo con su misión educativa, sin manoteos inmobiliarios ni dilaciones burocráticas.

En medio de todo esto, Sonora tiene motivos para estar de luto. Un luto que se lleva en la memoria, en la piel, en el reclamo de que haya justicia sin demagogia, de cara al pueblo que como puede elegir gobernantes también los puede quitar.

Pedimos justicia para el río Sonora, para las familias de la guardería ABC, para las víctimas de Waldo´s, para los ciudadanos ofendidos por la desidia y corrupción estatal y municipal. También decimos NO a las presas y SÍ a la lucha por el agua y la vida.      

En otro asunto, ¿no le suena a abuso el cobro a depósitos bancarios que excedan los 15 mil pesos? ¿Por qué habría el gobierno pretender “desincentivar” el uso de efectivo? ¿Por qué debiéramos como país depender de medios digitales, sujetos a otra soberanía y al suministro continuo de electricidad? ¿México será un apéndice periférico del gobierno mundial donde no tendremos nada, pero estaremos seguros?

Como se quiera ver, el uso y posesión de efectivo es garantía de libertad individual. El dinero digital obedece a la lógica del control y la subordinación del ciudadano que mucho recuerda la sociedad distópica descrita por Orwell en su novela 1984. El problema es que la gente normalmente reacciona cuando ya es demasiado tarde.


SERVICIO DE LIMPIEZA

 “El asunto más básico no es qué es lo mejor, sino quién debe decidir qué es lo mejor” (Thomas Sowell).

 

En las relaciones internacionales es imposible dejar de hablar de ciertos elementos comunes. Hay lugares obvios en los que caen los acuerdos y expectativas de los países concurrentes y respuestas también obvias a los reclamos de ciertas naciones en medio o de cara a posibles conflictos, aunque, en pocas palabras, basta con ponerse en la ruta del trasero gringo para oler las futuras decisiones soberanas de ciertos países orbitales.

En el concierto de las naciones que saben chiflar corridos, el temor a la decepción del güero de las barras y las estrellas es una preocupación de alta importancia y magnitud que debemos afrontar con la frente en alto y con el mantra nacional de que no somos piñata de nadie, aunque sí pudiéramos ser un papalote debidamente acreditado en el Departamento de Estado y, en consecuencia, un socio y colaborador en las campañas morales del vecino.

La lucha contra el narcotráfico, fracasada por ser un juego de oferta y demanda en un mercado políticamente controlado, se transforma en antiterrorismo, lo que da lugar a fiestas marinas con fuego real y pirotecnia informativa, derrame masivo de acusaciones y amenazas imperiales que, desde luego, deberán ser desmentidas, relativizadas y empacadas para posterior uso diplomático.

Los videos de lanchitas pichurrientas volando por los aires da un toque justiciero y democrático a la pugna por el petróleo venezolano y, en general, el espacio caribeño en tiempos de la nueva guerra mundial por los recursos fósiles que siguen siendo estratégicos, a despecho de la limpieza ecológica y las nuevas y vendibles tecnologías ambientales del norte global.

El litio, las tierras raras y otros valiosos recursos naturales dan cuenta de cuán relativa es la estabilidad emocional del señor Trump, y cuán fácil es montar una guerra cuando se trata de actos de piratería cuya cobertura es la seguridad nacional. Así, lo que antes era simple y llana piratería, ahora es defensa nacional.

Y es que la disposición de lo ajeno que antes se llamaba robo, ahora reviste el carácter de gesta heroica, defensa de la nación, de la libertad, de la paz regional, entre otras bonitas expresiones de cuya falsedad el mundo es testigo… protegido.

Con un cinturón de cerca de 800 bases militares alrededor del mundo, con embajadas cuya función esencial es el espionaje, la corrupción y la desestabilización política de las naciones donde se establecen, EUA tiene amplia cobertura aceptada o admitida por el mundo, ahora identificado como víctima de abuso y dependencia de un psicópata naranja.

Nos encontramos con un país que no tiene por bastantes sus límites geográficos, recursos, cultura e identidad propias y se empeña en disponer y apropiarse de lo ajeno. Mientras que en un tramo de su desarrollo logró avances significativos en su desarrollo científico y tecnológico, pronto se dio a la tarea de superar las barreras de un crecimiento mediado por el desarrollo de sus propias fuerzas y se lanzó al empleo de mecanismos de presión, coacción, intervención y apropiamiento de recursos, productos, mentes y voluntades capaces de complementar las bases de un sueño imperial a golpe de cañones y dólares.      

Ahora, EUA es un enorme parásito internacional que chupa la sustancia vital de un mundo que lucha por no perecer ante los avances de un depredador. La diversidad cultural, política y económica del planeta sufren los embates de la apropiación imperial, y su precarización.

Así como México, muchos países podrán negar su obscena dependencia con el norte, su carácter de traspatio, de satélites y cómplices. Pero la realidad es que mientras no exista capacidad para decir NO al imperio, la voluntad externa orientará su destino.

En nuestro caso, no será creíble la soberanía mientras la alimentación dependa del exterior, mientras el campo mexicano no produzca los alimentos necesarios y suficientes; No será creíble el desarrollo nacional mientras capitales, tecnología, maquinaria y equipo sean importados; no será creíble mientras la banca y la industria nacional sólo lo sea por estar establecida en territorio nacional, a la sombra de normas y acuerdos dictados por intereses y modelos extranjeros.

Durante la etapa de desmantelamiento del aparato productivo nacional por los gobiernos del Prian, se optó por comprar en vez de producir. Actualmente seguimos comprando, integrando la economía al extranjero y, sin rubor, el gobierno lo señala como un logro defendible en el marco del T-MEC, así como emprendiendo megaobras y proyectos que consoliden el modelo neoliberal contra o a espaldas del pueblo. Bien dicen que al que nace para tamal del cielo le caen las hojas.

Lamentablemente, seguimos justificando la insolencia y los ultrajes, los ninguneos, la imposición de reglas absurdas e indignantes, aparentando oposición, pero en los hechos concediendo. Seguimos la corriente dominante y mantenemos un perfil bajo, anodino y sin aristas en el concierto internacional y, cuando procede, actuamos como servicio de limpieza del abuso imperial en aguas caribeñas.

Mientras que la mazorca de la hegemonía gringa se desgrana, nosotros seguimos empecinados en permanecer unidos, como traspatio bien portado, como país zombificado por el neoliberalismo cadavérico que huele a dependencia, atraso y subordinación. La puerta del BRICS está abierta. ¿Por qué no entramos?



viernes, 24 de octubre de 2025

HABLEMOS DEL SISTEMA

 “Miente, miente que algo queda” (Joseph Goebbels).

 

Parece de película. Resulta grosero y repugnante que se den actos de cobardía que parecen cosa de gringos en una de tantas series televisivas. Indigna que alguien atropelle a otra persona y huya del lugar, dejando a su paso una estela de estupidez imposible de evaluar.


Cada tanto, la ciudad se ve conmovida por noticias sacadas del fondo del infortunio, de las cloacas de la incivilidad más dolorosa: hay atropellamientos, abusos, acciones de bajeza increíble contra personas o animales que se perpetran a la luz del día, o en las tinieblas del anonimato, demostrando cuan poco hemos crecido como sociedad.

Vemos en las noticias de la tele o las plataformas digitales que Gaza sigue siendo el objeto de la furia genocida del ente israelí, de suerte que frente a nuestros ojos desfilan sus soldados y civiles armados disparando por deporte contra palestinos, en una cacería insólita a nombre de un supuesto derecho emanado de la Torá que en este caso les dice que sí pueden y deben matar.

Mientras Israel masacra palestinos, el gobierno de Estados Unidos refrenda en nombre de la democracia y las libertades su apoyo incondicional al genocidio, y ofrece la garantía de un flujo ilimitado de armas mortíferas de última generación, refrendando su vocación de ser el proveedor mundial de armamento a cambio de títulos y obligaciones que incluyen la historia, identidad y conciencia de los pueblos.

Trump ahora se vanagloria de su lucha contra el narcotráfico: “simplemente los vamos a matar” (https://goo.su/i09zmXc), mientras sus agencias organizan, dirigen, controlan y financian grupos criminales con fines de desestabilización política y, por supuesto, terrorismo a la carta, de acuerdo a los intereses imperiales.

Aquí, en la ciudad donde vivimos, podemos morir a causa de un atentado o la acción intempestiva de un imbécil motorizado que pega y huye, igual como pasa a más de 10 mil kilómetros, donde vemos que la vida no vale nada, donde matan a distancia, con misiles o drones, en una confirmación diaria, universal e inmediata de lo cantado por José Alfredo Jiménez.

El desprecio hacia el otro y la depreciación de la vida que se proyecta en las cintas televisivas y cinematográficas cala hondo en la conciencia de quienes han crecido en una sociedad que está para engordar cuentas corrientes y crear y satisfacer hábitos de consumo. Los efectos los vemos y leemos todos los días.

La acción de destruir una ciudad (en Gaza, Irak o Libia) para luego reconstruirla sirve para obtener a cambio derechos de uso, disfrute y abuso de los recursos naturales y estratégicos de que disponga una región determinada, y expresa la necesidad política de actuar de acuerdo a la pauta dominante. La locura neocolonialista pasa por los yacimientos petroleros, los metales estratégicos, la biodiversidad y la posición geográfica. 

Mientras el mundo se hace papilla, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y sus múltiples programas, cumplen con ser el papel higiénico que limpia las evacuaciones del imperio. Son un florero y eventual parte del coro hipócrita de plañideras por contrato que aplauden, gimen, proponen, se interesan o lamentan los hechos, de acuerdo a quien les paga, como prostitutas de lujo en un palacio de cristal en pleno Manhattan.

El negocio de los derechos humanos y la garantía de las libertades resulta ser el más grande pretexto y estímulo a la carrera armamentista emprendida por Estados Unidos y satélites, así como los tratados de libre comercio devienen en el papel de camisas de fuerza políticas y económicas al crecimiento y desarrollo independiente de las naciones (algunos gobiernos los defienden y hasta solicitan que la camisa sea de su talla).

La moral del imperio saca a relucir las ventajas de la hipocresía y la cobarde sumisión de muchos pueblos ante el capital, y su obediencia a políticas necesariamente impulsoras del control de la natalidad frente a la amenaza de la escasez de recursos susceptibles de ser aprovechados por las potencias postindustriales.

El mejor ejemplo lo tenemos en las guerras por el petróleo cuyo control se convierte en pretexto para cualquier intervención que refuerce la “seguridad nacional” de Estados Unidos y en las nuevas amenazas que garantizan temor y sumisión a directrices emanadas de organismos económicos y financieros supranacionales.

Otro caso es el de la adecuación de las leyes, principios y valores nacionales a las exigencias y expectativas del extranjero, bajo el supuesto de la cooperación internacional, la modernidad y la generación de empleos.

Las relaciones comerciales se convierten en modelos de gobierno, políticas culturales y conductuales, en un avasallamiento que mimetiza la identidad de acuerdo al telón de fondo de las relaciones en la lógica del sistema económico dominante. Un sistema en el que dejamos de ser lo que somos en aras de la integración desigual con el norte, asumiendo como enemigos a quienes designa el “socio” principal.

Así, los choques, las balaceras, las agresiones, los bombazos y los abusos se denuncian y se dice que merecen ser castigados, pero la rueda de la fortuna sigue girando sobre el eje de la ganancia privada, la satisfacción del capricho, el vicio personal, la impunidad y la simulación en un carrusel de impotencia y miedo.

Nos horrorizamos por lo de Gaza, por el último atentado con explosivos o arma de fuego, por el atropellamiento reciente, por el fraude y el robo, por el abuso y la venalidad judicial, sin reparar en el hecho de que cada crisis económica tiene una respuesta psicosocial que altera nuestra idea de vida y normalidad. El sistema que corrompe lo más, corrompe lo menos.



viernes, 17 de octubre de 2025

TRAS LA CORTINA

 “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí” (Augusto Monterroso).

 

La discusión sobre las presas en el río Sonora sigue un curso donde los pobladores de las riberas dicen un no categórico al proyecto mientras que el gobierno se empeña en convencerlos de las bondades de los espejitos y las cuentas de colores que convertirán el río intermitente y contaminado en un vergel con aguas navegables, industrias y fraccionamientos de lujo.

La sebosa insistencia oficial recuerda aquellas campañas de lavado cerebral que emprendía el PRI en su afán de hacer comulgar a la población con ruedas de molino, repartiendo promesas y falacias tan creíbles como la posibilidad de convertir el plomo en oro como producto del “echaleganismo” político del momento.

La experiencia de los ejidatarios, trabajadores y emprendedores rurales aguas abajo de la presa El Molinito, saben por experiencia que el agua que deja de fluir no aparece mágicamente sobre o bajo la superficie del concreto y las varillas.

Una cuestión que hay que subrayar es que una presa no produce agua, sino que sólo la puede contener.

Hasta la fecha, las visitas de funcionarios estatales han sido intensas y redundantes. También lo ha sido la respuesta de los evidentes afectados por un proyecto sospechoso e impolítico que no ha sido solicitado por los pobladores, y que ha carecido de transparencia, congruencia y credibilidad.

Tras la cortina de la presa se oculta una verdad irrefutable: si no hay lluvias, no hay agua para almacenar; pero si hay agua, nadie garantiza su correcta distribución entre población y productores rurales; si hay afectación rural, nada puede impedir la miseria y el abandono de la población que depende de esta actividad.

Es probable que los intereses económicos de grupos de poder estén simbólicamente atrincherados tras la cortina; es posible que obedezca a una torcida concesión a grupos mineros nacionales o extranjeros que ven el agua como recurso propio e intransferible en favor de sus operaciones en la región, hoy y en el futuro.

Lo que más llama la atención es que, habiendo experiencias que sustentan la oposición al proyecto, el gobierno desestima las razones y los hechos que el pueblo presenta en cada una de las reuniones y encuentros realizados.

La sordera institucional es preocupante, como también lo es que haya amenazas, formas de intimidación, violación de derechos laborales y políticos contra algunos ciudadanos opositores a las presas. A la fecha es notable la ausencia de explicaciones realistas y fundamentadas por parte de las autoridades gubernamentales.          

La presión oficial y oficiosa contra personas o grupos hace que el proyecto luzca como una imposición vergonzosa e insultante. Consecuentemente, surgen serias sospechas acerca de cuáles son sus verdaderos propósitos y beneficiarios.

En otro escenario del absurdo, llama la atención que se conceda el premio Nobel de la Paz a una representante de la reacción venezolana, ligada a la CIA y los movimientos golpistas apoyados por EUA de cara al control del petróleo y otros recursos naturales en tierras bolivarianas. Es la confesión de que la cordura y el respeto a las formas dejó de tener importancia en Washington y satélites.

El absurdo expresado en la actual situación local y mundial tiene como coordenadas la lucha entre soberanistas y globalistas, la caducidad del modelo unipolar de la postguerra, el fracaso de las políticas emanadas de Breton Woods, el desgaste extremo de los conceptos “libre comercio”, “democracia” y “derechos humanos”. Lo anterior y la inauguración de la posverdad, describen al mundo y explican la manipulación de la realidad y la peligrosidad de las acciones políticas locales y globales lideradas por Washington.

Estamos en un entorno en el que el capricho, el hedonismo y la inconciencia dominan el discurso público, donde se santifica al pueblo y al mismo tiempo se le demoniza cuando choca con el interés privado, resultando que el aparato gubernamental actúa como instrumento neoliberal de lucha por privatizar las conciencias.

En este contexto, dan lo mismo que las acciones y razones hegemónicas se den en Gaza, en Argentina, en el Sahel, en las costas sonorenses y, desde luego, en las riberas del río Sonora. En cada escenario vemos que las promesas de justicia y reparación de daños suenan bien, pero igual se las lleva el viento.

El problema es, sigue siendo, el sistema económico imperante. En lo social y lo político, en la realidad y la ficción el cambio sólo es de forma, pero no de fondo. El neoliberalismo actuante demuestra que la derecha puede entrar por la izquierda manipulando el discurso, con lo que el sistema se renueva a través de la forma y el engaño que pasa por consenso. Tras la cortina de las presas o los discursos, el dinosaurio todavía está allí.


 

viernes, 3 de octubre de 2025

ESTE ERA UN GATO...

 “¿Quieres que te cuente un cuento?” (pregunta insidiosa en curso).

 

Interesante entrevista que el noticiero digital Momentum hizo a la doctora en ciencias sociales Delia Piña Aguirre, cronista de Ures y opinante privilegiada sobre el tremendo caso del proyecto de la construcción de nuevas presas en el río Sonora (https://youtu.be/ygwV0tZJj7c).

Lo que se deja ver en el curso de la entrevista es el resultado de un ojo observador in situ de una situación que se torna catastrófica para la tranquilidad y sobrevivencia de varios municipios ribereños que, a duras penas, han logrado mantener la cabeza sobre el caudal de aguas contaminadas que tuvo a bien enviarnos Germán Larrea y su Grupo México, hace 11 años, impune e influyente.

Tras el aluvión de residuos tóxicos, metales pesados, promesas incumplidas y discursos y apoyos de puro salivazo por parte del supremo gobierno estatal y federal, la población da cuenta fiel de diversos tipos de cáncer, caída severa de sus fuentes de ingreso por los impactos en la flora y la fauna de la región por el peor desastre ecológico de que se tenga memoria.

La economía regional sirvió de papel higiénico con el que las augustas nalgas del magnate minero se limpiaron ante las sonrisas cómplices de un gobierno preocupado en su imagen, la atracción de “inversiones que generan empleos” y que forman parte del arsenal de recursos que la depredación ambiental y social usa para colonizar mentes y aspiraciones con acciones esencialmente destructivas. Algo así como aplaudir la llegada de la sierra que cortará el árbol que nos sirve de cobijo en la tormenta.

Queda claro que la señora jefa del ejecutivo federal carece de información precisa y confiable respeto a algunas variables del Plan Hidráulico que piensa aplicar en Sonora. También queda claro que la vieja fórmula de no oír y no ver sigue tan a la mano que sólo basta “montarse en su macho” para que la magia del poder dé forma y contenido a cualquier mamada que se les ocurra: “no están informados”, “los opositores son muy poquitos y no se van a imponer a una mayoría que sí apoya las presas”, entre otros argumentos (sic) de autoridad.

La señora presidente se ha empeñado en desmentir que el megaproyecto va con dedicatoria a favorecer las dotaciones de agua de la empresa minera propiedad del delincuente ambiental Larrea, al parecer favorito del sistema. Ha tratado de desacreditar la oposición que lucha en defensa del ambiente y la vida económica y social de la región, ha minimizado las protestas y desestimado los argumentos de quienes viven y mueren en el lugar donde se perpetrará la obra hidráulica.

Los pobladores rivereños que conocen los impactos de este tipo de obras, empezando por la presa El Molinito, que dejó sin agua a los pobladores cortina abajo, y que sobreviven gracias a la eventual llegada de pipas que distribuyen el líquido, reclaman atención y empatía, y sólo dicen lo que sobradamente les consta: el río debe correr libremente, sin tapones u obstáculos. Debe darse oportunidad de que las aguas sustenten la vida regional y que llenen los mantos acuíferos, permitiendo el progreso de la biodiversidad y la economía regional.

El gobierno estatal ha mandado brigadas de coacción con una supuesta encuesta y actos informativos, lo que ha despertado sospechas y decepción en quienes votaron por este gobierno, por este proyecto político transformador que aún no logra romper la inercia neoliberal, a pesar del discurso y los infaltables apologistas mediáticos que atacan y demonizan la crítica honesta al interior del partido guinda.

La reacción del gobierno local resulta un acto de imbecilidad suprema, al echarles montón a los pobladores rivereños por afectar con la mega obra. Varios secretarios de estado haciendo al activista por una obra de la que aún se desconoce su manifiesto de impacto ambiental, social, económico, pero de la que ya se manejan cifras por invertir y las maravillas de su implementación.

Tenemos presupuesto, pero no existe idea en el gobierno de sus impactos, a pesar de que los supuestos beneficiarios se oponen con base en su experiencia y conocimiento del medio.

Le explican al pueblo las bondades de una obra sin estudios ni análisis serio o medianamente creíble lo que para todos es claro y evidente: las presas son tapones que impiden el libre flujo del agua, superficial y subterránea, y que en un río contaminado lo único que pudieran llegar a concentrar es agua contaminada que necesita correr para sedimentar el veneno que contiene.

La vista coactiva de los funcionarios y brigadistas que promueven las presas resulta como cuando le explican al pueblo una situación recurriendo al viejo cuento del gato con los pies de trapo y los ojos al revés… ¿quieres que te lo cuente otra vez?

Lo bueno es que “no somos iguales” y “con el pueblo, todo. Sin el pueblo, nada”. Amén.




sábado, 27 de septiembre de 2025

FACHADAS CONMEMORATIVAS

 “Si queremos que las cosas sigan como están, las cosas tendrán que cambiar” (El Gatopardo).


Ya ve usted que a cada santo se le llega su día, de manera que hablar de las feas experiencias nacionales en eso de la guerra sucia, la eliminación selectiva de opositores al régimen, el vacío informativo y la amenaza verbal y física a los salidos del huacal, ahora en los anchurosos tiempos de la democracia cuatroteísta, es posible.

Desde luego que el ejercicio de la libertad de expresión y de información debe ser responsable, correcto, moral y empático, porque aprovecharse de la apertura y las garantías que protegen la verdad es un jodido abuso.


Recientemente se conmemoró el aniversario 60 del asalto al cuartel militar de Madera, Chihuahua, en el que murieron 8 de los 13 atacantes, lo que dio el nombre a una de las organizaciones guerrilleras pioneras de la insurrección popular, la “Liga Comunista 23 de Septiembre” (LC23S), integrada principalmente por maestros, campesinos y estudiantes.

La LC23S adoptaba los ideales de los asaltantes del cuartel, de oposición combativa contra los abusos de los capitalistas que se apoderaban de tierras y su riqueza maderera, lo que constituía una amenaza constante para la vida y patrimonio de los lugareños.

El pueblo encontró en los movimientos guerrilleros una respuesta necesaria y obligada frente al gobierno de la burguesía, en el que la ley era objeto de comercio y de influencias, sirviendo de muro de contención a las demandas populares, mediante la demagogia o la represión.

A la muerte física se añadió la muerte simbólica al arrojar a una fosa común a los insurrectos, según órdenes del gobernador de ese tiempo, el priista Práxedes Giner Durán, quien exclamó “¿Querían tierra?, ¡échenles hasta que se harten!”  Anonimato y silencio, silencio y olvido por instrucción superior.    

Actualmente se rescatan los nombres y los hechos, incorporándolos al santoral nacional que se nutre de los excluidos del pasado, como una suerte de reencarnación cívica de los luchadores en un giro retórico que parece cambiar la esencia del pasado por la tersura onomástica del presente.

Aplaudimos, pero pocos reparan en el hecho de que los muertos de ayer cayeron por las mismas razones que criticamos hoy. Seguimos teniendo empresas nacionales y extranjeras sangrando el territorio, extrayendo agua y minerales para su provecho, contaminando el aire, la tierra y el agua, favoreciendo el abandono, la ruina y el saqueo impune de las comunidades.

Hoy como ayer, las empresas “que invierten y generan empleos” se cobijan en la promesa de prosperidad para el olvidado sur, o de contribuir a la fortaleza de una región económica fuerte y competitiva en el norte del país, de cara a otros bloques comerciales, otras mentalidades y otras maneras de entender el comercio y el progreso, pero en una óptica multipolar.

Me parece, sin negar los avances, que la mejor forma de honrar a los luchadores del pasado que clamaban por tierra y libertad, por igualdad y progreso, sería dejar de favorecer al capital transnacional, desarrollar estructuras productivas regionales, atender los reclamos de las comunidades, ahondar en el conocimiento de las prácticas agrícolas tradicionales, respetar la naturaleza y trabajar en armonía con el ambiente, sobre la base de aprovechar racionalmente nuestros recursos y capacidades.

Arrasar con los bosques madereros por codicia, comerciar con el agua, contaminar ríos por ambición y poner en peligro la biodiversidad son actos infames de agresión contra la naturaleza y la vida.


En el pasado los obreros y campesinos se levantaron por desesperación, porque el sistema ni los veía ni los oía. Ahora, en pleno relanzamiento de la democracia participativa, hay campesinos, obreros y empleados que siguen reclamando algunas migajas de atención, sin condescendencia, sin demagogia, sin frases consoladoras, pero con la seriedad y el respeto que merece el pueblo.

Hoy conmemoramos las fechas, los onomásticos, las figuras de bronce, de mármol y el oropel de los reconocimientos del gobierno que garantiza la estabilidad del sistema. Ayer, los muertos de Madera se levantaron contra el sistema y fueron reprimidos por el gobierno. Hoy los campesinos siguen reclamando justicia ambiental y productiva, como consta, entre otros, en el Río Sonora, Bacanuchi y San Miguel, o en la bahía de Ohuira, en Sinaloa.

¿Vamos a esperar a ver que quienes se levanten contra los depredadores territoriales y delincuentes ambientales sean arrojados a la fosa común de la inexistencia social y política? ¿Seguirá el gobierno ignorando los reclamos de quienes se opone a las tres presas y el agandalle inmobiliario?


Hoy se reconoce la guerrilla del pasado como si fuera el antecedente de un gobierno que se considera progresista, obviando el hecho de que la lucha revolucionaria busca transformar y atacar la raíz de los problemas sociales, mientras que el progresismo de hoy supone avances, pero dentro de los límites del sistema.

Es, en esencia, reformista, porque no busca el verdadero cambio sino los retoques de fachada que empiezan y generalmente terminan en el discurso, y el sistema no cambia más que de apariencia.

Conmemoramos los 60 años del asalto al cuartel de Madera, y hemos cambiado presumiblemente de régimen, pero no de sistema. Pongámonos cómodos y esperemos o, ya por hartazgo, actuemos en consecuencia.


jueves, 11 de septiembre de 2025

PUEBLO INVISIBLE, PUEBLO BIOMBO.

 

“Somos, o no somos” (pregunta existencial).

 

El pueblo de Sonora ha alcanzado un nuevo hito en su historia de invisibilidad posrevolucionaria, una nueva marca de no existencia que nos coloca en el plano de la zombificación democrática y transformadora.

Sucede que existen planes en marcha a punta de millonarias inversiones en infraestructura hidráulica, energética, portuaria y demás que saben a triunfo anticipado en la carrera por la modernidad y el combate al carbono.

Con plena conciencia ambiental se proyectan grandes parques solares donde la siembra de paneles suple cualquier otro cultivo, lo que parece no impactar en las rutas, hábitos y vida de la fauna regional, ni en la expectativa de saneamiento y disposición de chatarra cuando de manera natural o accidental las estructuras dejen de funcionar y agoten su vida útil.

Sin embargo, la vocación agrícola de las tierras pudiera honrarse mediante innovación tecnológica que ofrezca el aprovechamiento cabal del suelo y el agua, de cara a mercados reales y potenciales regionales, nacionales y quizá internacionales. También pudiera planearse la instalación de parques solares en porciones de terreno que no afecten la biodiversidad y la forma de vida de los pobladores.

Los costos de la modernidad, de la puesta al día y de la vanguardia regional quizá valen, o no, la acumulación de desechos tóxicos en el proceso de obtener energía limpia, lo que amerita serias valoraciones técnicas, logísticas, financieras y ambientales. Como que vale la pena contar con un estudio y plan alternativo de disposición de chatarra energética que enfrente los riesgos de contaminación ambiental y desertificación del terreno.

Si dejamos de lado estas consideraciones, pudiéramos centrar la atención en otro aspecto, como el papel de Sonora y México en las líneas de inversión estratégicas de nuestro vecino del norte. ¿Somos patio de maniobras logístico de los gringos? ¿Debemos ver con fundada reserva la modernización portuaria y la instalación de una planta de licuefacción de gas texano en las costas de Sonora para exportar a Asia?

¿Somos rehenes de empresas como Grupo México? ¿El gobierno es cómplice, palero y facilitador de la expansión minera tóxica e impune? La experiencia de la contaminación del río Sonora y Bacanuchi hablan en forma elocuente sobre el particular.

Los pobladores ribereños, incluido Hermosillo, han sido los resignados receptores de generosas dosis de atole suministrado por autoridades locales y federales, sin prisas, pero sin pausas desde hace 11 años. 

Han venido a “supervisar” remediaciones fallidas, clínicas inoperantes y vertido una cantidad navegable de saliva en forma de promesas de cura y justicia para el río Sonora que ya suena como el cuento de los elefantes pendientes de la tela de una araña.

El caso es que ahora tenemos un megaproyecto donde resuenan las fanfarrias, el bombo y el platillo con tonos transformadores: el plan hídrico que cambiará la faz estatal, que implica tres presas que contendrán el agua de la que carece el río Sonora.

Los pobladores ribereños señalan que los impactos de la construcción de la presa El Molinito dejó sin agua a los pueblos río abajo, por la simple y lógica razón de que la obra sirvió de tapón a los escurrimientos y a la alimentación de los mantos acuíferos.

El problema es que la administración del agua sirve de telón de fondo del acaparamiento y las concesiones a modo, donde entidades privadas como Grupo México se atasca viendo que hay lodo, convirtiéndose gracias al gobierno en un acaparador del recurso y una verdadera patada en el trasero del productor rural.

El desequilibrio entre la flaca economía rural y la gordura extractiva, generan e incuban inconformidades sociales y políticas que terminan nublando el panorama social de la región. Tenemos peces gordos frente a sardinas y charales disputando el estaque que construyó el estado “para beneficio del pueblo”.

El Plan Hidráulico huele a lo mismo que las megaobras en una región donde hay un polo dominante de usuarios y una periferia que sobrevive a duras penas.

Básicamente, el pueblo a la hora de protestar es invisible y sus razones se evaporan en el desierto de la consideración pública, pero sirve de biombo argumental al declarar las maravillas de la obra, lo cuantioso de la inversión y los beneficios que tendrá la gente que sin protestar se ve más bonita. El biombo retórico oculta al pueblo que se retuerce y sólo permite ver la cara amable del poder que dispone y concede.

La denuncia y el reclamo ciudadano se convierten en “rumores”, la fatiga y el hartazgo chocan contra el ninguneo sistemático del funcionario, del gobernante que es legalmente mandatario y no mandante. Los pueblos ribereños de Sonora lo están teniendo muy claro.

En este mundo al revés, los patos les tiran a las escopetas, los gobernantes “ayudan” al pueblo que los eligió y les dio el mandato de honrar la constitución y servir al pueblo. Este enrevesamiento define cuán atrasados estamos al reproducir los modos cortesanos, a satisfacer la necesidad de adorar a ídolos de barro que el mismo pueblo fabricó y puso en el altar político estatal y nacional.

Parece que estamos reproduciendo la máxima del despotismo ilustrado del siglo XVIII: “todo con el pueblo, pero sin el pueblo”. Aquí el pueblo es el centro de los discursos, pero sólo sirve para aplaudir al poder, porque protestar y señalar es un pecado político mortal. En cualquier caso, la solución es que cada cual cumpla con su deber legal, cívico y político, y que, sin mamadas, honre su compromiso con el pueblo soberano.