notas sueltas

Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

viernes, 28 de marzo de 2025

ENTRE GRITOS Y SUSURROS

 “Se hace camino al andar” (frase popular).

 

Tiempo de votaciones con estreno de procedimiento por obra de la ley orgánica de la Universidad de Sonora. Al momento de redactar (sic) este comentario, de los seis candidatos originales solamente quedan tres: Dena Camarena con 7292 votos (39.55%), Cuauhtémoc González con 4990 votos (28.70%) y Aarón Grajeda con 2949 votos (19.56%).

Dena Camarena logró la mayoría de los votos en cada uno de los tres sectores de votantes: manuales y administrativos, académicos y estudiantes.

Cabe recordar que Cuauhtémoc González recientemente se desempeñaba como secretario general del STAUS, organización que, como se sabe, aglutina a los trabajadores académicos universitarios, los que, sin embargo, no otorgaron el apoyo que se esperaba a su anterior representante, a pesar de que la dirigencia sindical se puso en el plan de comité de apoyo electoral para que arribara a rectoría, es decir, la parte patronal y contraparte legal en el diálogo entre patrón y trabajadores universitarios.

El salto político y estructural del sindicalismo universitario que aspira a ser la parte patronal marca un hito en la historia de las luchas por los derechos laborales, y qué decir de la idea que cualquier ciudadano medianamente informado tiene de lo que es, o debiera ser, la organización de los trabajadores.

Independientemente del fuerte sentido gremialista que cabría esperar en una organización que no se cuece al primero hervor, o quizá gracias a eso, los académicos (junto con los trabajadores manuales y administrativos y los estudiantes) voltearon para otro lado en esta elección crucial que define, no el rumbo de la institución, sino del sindicalismo universitario.

Por el lado de Aarón Grajeda, cabe recordar que no hace mucho firmaba como secretario de educación y cultura del gobierno de Alfonso Durazo, y de regreso a su plaza de maestro intentó brincar al gobierno universitario sin el favor de ninguno de los sectores de votantes.

Así pues, tenemos una candidata que estaba en el ejercicio de sus funciones académicas y otros dos que prácticamente acababan de regresar a las aulas, tras haber estado ocupados en otras actividades propias de sus ambiciones y oportunidades, lo que no se cuestiona, aunque llama la atención el repentino interés por ocupar la representación legal de la universidad sin haber rehecho los lazos académicos que legitiman ante la comunidad sus aspiraciones rectorales.

En otro asunto, aún resuenan las voces de los maestros de que luchan por la abrogación de la ley del ISSSTE y su rechazo a cualquier parche que deje intacta la esencia regresiva y neoliberal de dicha ley, así como la eliminación del pago de pensiones en UMA, en vez de salarios mínimos, como dispone la ley.

En su mitin frente al palacio de gobierno, establecieron su postura con firmeza, con la autoridad moral y política que tiene el magisterio en lucha. Ahí dieron espacio y honraron la participación de sus jubilados y pensionados, dieron voz quienes tienen experiencia y son historia viva en el seno de sus organizaciones, y que respondieron con convicción solidaria a la causa de los maestros en activo.

Lo anterior recuerda y contrasta con otros sindicatos que, como el el académico universitario, emprenden reformas estatutarias a fin de excluir a sus jubilados y pensionados, privándolos del derecho a votar y participar como miembros de su sindicato, en ruta a eliminar y enterrar sus compromisos con quienes hicieron posible la existencia del sindicato.

Aquí, no faltan los lideres que apuñalan y desconocen a los académicos retirados mientras presumen de los logros y conquistas en favor de ese sector, como si fuera un favor personal, como si la palabra solidaridad intergeneracional no existiera entre los trabajadores, como si la jubilación no fuera producto y consecuencia de una larga trayectoria laboral, como si las leyes nacionales e internacionales no protegieran ese derecho, como si las organizaciones de trabajadores no tuvieran memoria.

Pero, visto en contexto, la desmemoria y la pérdida de los objetivos fundacionales de los sindicatos produce espectáculos tan lamentables e incongruentes como la renuncia de un dirigente sindical para pasar a ser el representante patronal, y que el propio comité ejecutivo lo apoye en su campaña.

Tamaño despropósito se complementa con el desprecio y la exclusión de quienes representan la memoria y la conciencia crítica del sindicato: los jubilados.

Pero, entre gritos y susurros, la lucha por la universidad científica y popular y el sindicalismo democrático e incluyente sigue, como siguen vigentes los reclamos de los jubilados y pensionados y las marchas y protestas contra la obscena carga normativa neoliberal, ahora puesta en evidencia por el magisterio en marcha. Ni un paso atrás.


 

viernes, 21 de marzo de 2025

LA ACTUAL LUCHA MAGISTERIAL

 “El maestro luchando también está enseñando” (Consigna de lucha magisterial).

 

Pues los maestros vuelven a tomar las calles y plazas para gritar a voz en cuello que la pestilencia neoliberal sigue tan campante en las leyes, decretos y procedimientos normales (sic) del sector oficial de esta tan democrática, incluyente, soberana y orgullosa de sí misma república en la órbita del imperialismo gringo.

Sí. Lo decimos con todas las letras: la soberanía no se negocia, como tampoco los derechos y libertades de la ciudadanía en general y de la clase trabajadora en particular y, sin duda alguna, la CNTE es un referente de estas luchas soberanistas en medio del vocerío chapucero y ladino de una oposición cerril alimentada por la USAID y un sector oficialista nutrido por el entusiasmo de haber sacado al PRIAN de Los Pinos, aunque dejado a salvo al sistema que nos perfora la soberanía.

Los maestros agrupados en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) reclaman puntualmente que la reforma neoliberal de 2007 sea abrogada, que se pague en salarios mínimos y no en UMA, que se jubile por años de servicios y no por edad, que se recupere el sistema de reparto solidario y cancele el jugoso negocio de las Afores. En simples y llanas palabras, que el Estado asuma su responsabilidad y deberes con los servidores públicos.

Se había lanzado una iniciativa de reforma a la ley del ISSSTE que actuaría como un parche a la de 2007. Una iniciativa enana que para nada tocaba el contenido neoliberal de la aún vigente, demostrando que Lampedusa y el gatopardismo siguen en el entramado mediático de lo nuevo con olor a viejo.

Como era de esperarse, las huestes magisteriales democráticas e independientes de pensamiento, palabra y obra, se manifestaron en contra, y el gobierno, sensible y oportuno, retiró el emplaste legislativo, cumpliendo una demanda de los maestros en lucha.

Es claro que la democracia sin huaraches se espina cuando camina por los abrojos de un sistema que ha hecho de la farsa la consagración de los farsantes, venidos a reformadores, pero no transformadores de un sistema opresivo y dependiente que se resiste a cambiar escondido tras capas de maquillaje acumuladas desde los años 80.

Es obvio que la iniciativa presidencial hubiera sido aprobada sin más si la CNTE se hubiera tardado en llamar la atención de que el neoliberalismo en educación sigue cosechando triunfos y adhesiones entre las masas huérfanas de cultura política y ávidas consumidoras de detritus informativos envasados en Latinus y otras cloacas mediáticas similares.

Pero, los maestros toman las calles y manifiestan que no están locos no son cómplices de simulaciones y pendejadas aderezadas por la emoción de formar parte de algo capaz de llenar el Zócalo y las esperanzas de muchos. La CNTE también es pueblo, pero un pueblo informado y que informa a la sociedad del contenido neoliberal de lo que rechaza con franqueza y determinación.

 Apoyar a la CNTE en su lucha por una reforma a la ley del ISSSTE que realmente represente no sólo la ruta al reconocimiento de la dignidad del trabajador federal sino la recuperación del sistema pensionario solidario y distributivo, la justicia social y la transparencia operativa y declarativa del ISSSTE y sus trabajadores y derechohabientes, es un asunto prioritario frente a la inercia neoliberal, la simulación y la cobardía que evade responsabilidades y protege por omisión a depredadores privados a costa del sector público.  

Y sí, el apoyo a la CNTE y las luchas de los trabajadores académicos federales es en favor de México, porque dignifican el servicio civil, honran al país y ponen el ejemplo a las generaciones presentes y futuras de servidores públicos con visión nacionalista y compromiso social. Ni un paso atrás.



lunes, 10 de marzo de 2025

SOBERANÍA SUBROGADA

Sin desarrollo nacional no hay bienestar ni progreso. Cuando hay miseria y atraso en un país, no solo sucumben la libertad y la democracia, sino que corre peligro la soberanía nacional (Arturo Frondizi).

 

Seguramente usted ha pensado que la soberanía nacional no depende de condiciones dictadas por agentes externos y que es reconocida por el derecho internacional, que está depositada en el pueblo y que es defendida en los foros internacionales por el gobierno de legítimamente lo representa; y que  un país soberano ejerce su dominio sobre los bienes y recursos naturales que posee, sin depender de condicionamientos ni acciones intervencionistas externas que afecten el aprovechamiento y disfrute de su patrimonio que estará en todo momento al servicio del pueblo. Un país es soberano, o no lo es.

La soberanía está ligada a la independencia y la libertad, enmarcada en un sistema legal que la garantice y preserve y ejercida por un gobierno que responda a los intereses pasados, presentes y futuros del pueblo. La soberanía pasa por la identidad y el sentido de pertenencia que se manifiesta en la cultura, las tradiciones, costumbres y valores que compartimos como patrimonio identitario. La Patria es un crisol único y diverso.

Sin embargo, la idea de soberanía tiende a cambiar en el momento en que las relaciones entre los pueblos privilegian los aspectos comerciales y económicos que relativizan las prioridades nacionales. A partir de ahí, parecen negociables lo que antes eran valores y principios irrenunciables. 

Es claro que para sostener anímicamente la soberanía se necesita tener una base económica que la explique y la haga necesaria; es decir, un pueblo débil económicamente tendrá bajas defensas emocionales frente al extranjero, cuestión que vemos con claridad en la relación México-Estados Unidos, en la que se destaca la superioridad del extranjero y el escaso margen de maniobra que tiene nuestro país frente al vecino del norte, que representa el destino mayoritario de las exportaciones y la fuente privilegiada de las importaciones financieras, tecnológicas, alimentarias y culturales.

Frente a tal desventaja, el discurso nacionalista tiende a quedar como recurso retórico propio de efemérides y de actos multitudinarios en el Zócalo de la Ciudad de México, donde se defiende la soberanía nacional mientras se sigue afirmando que la mejor opción para el país es la integración con Estados Unidos en un bloque de alcance continental. Se dice que no competimos, sino que nos complementamos, como si esto no fuera el reconocimiento de nuestro abandono productivo.

El problema radica en que la defensa de la soberanía nacional está condicionada al interés extranjero en el marco del acuerdo de libre comercio que se convierte en ley suprema, en tanto que Estado Unidos, el polo dominante del T-MEC, no lance nuevas reglas que, en forma de aranceles, reconfigure unilateralmente dicho tratado.

Los aranceles de Donald Trump han confirmado una vez más las consecuencias políticas de la dependencia económica y la peligrosidad de las relaciones asimétricas que subyacen en el tratado que se tiene con el norte, haciendo que el gobierno “defienda” los intereses nacionales por vía de solicitar prórrogas y ofrecer el cumplimiento de las condiciones impuestas por el extranjero, y todavía celebrarlo como un triunfo del pueblo y gobierno mientras esperamos su calificación aprobatoria por buena conducta.

Ciertamente la soberanía no se negocia, salvo que el significado de la misma pase por el filtro de una semántica diseñada para convertir la subordinación y la dependencia en la única conducta posible, en la única solución viable y en el único destino deseable.  

Cuando el control y la subordinación de un pueblo se toma por asunto resuelto, las manifestaciones multitudinarias y los discursos de autoelogio patriótico sin rastro de planes soberanistas y propósitos de diversificación comercial, son irrelevantes y simplemente anecdóticos, carecen de poder real para emancipar una economía y empoderar una nación por la vía del desarrollo independiente.

La integración económica de América del Norte en forma del TLC en 1994, con sus profundas desigualdades, fue el primer gran acto formal del neoliberalismo mexicano, de cara a la reconfiguración del desarrollo nacional dependiente, con efectos contundentes en la desindustrialización del país, en la ruptura de cadenas productivas, en el abandono del campo y la independencia alimentaria, monetaria y crediticia.

Si esta política se amplía a todo el continente, en un proyecto integracionista que nada tiene que ver y es contrario a la soberanía nacional, ahí sí que valdría la expresión Trumpiana de “hacer América grande otra vez”, y todo por hacer frente a la amenaza de las exportaciones de Oriente, particularmente China. Aquí, una vez más, sudamos calenturas ajenas.

Con ello nos podemos despedir de la idea de libre comercio y dar la bienvenida a la economía neocolonial, y las nuevas relaciones metrópoli-colonia no necesariamente encajan en los supuestos de un país independiente y soberano.    

México no debe ser punta de lanza del neocolonialismo comercial de corte imperial con destino a la subordinación de toda Latinoamérica, proyecto que al parecer es acariciado desde el sexenio pasado, en imitación muy a la mexicana de la Unión Europea, tan absolutamente dependiente de Estados Unidos y tan vulnerable a los vaivenes de su política exterior.

México debe mirar al Sur y al Este, reemprender la política industrial frustrada por el neoliberalismo, recuperar la soberanía alimentaria y diversificar sus mercados, haciendo uso de los múltiples tratados y acuerdos internacionales que tiene. Poner todos los huevos en una sola canasta es absurdo y claramente suicida. La soberanía no se subroga. Se requiere más seriedad y un enfoque soberanista.  



sábado, 1 de marzo de 2025

LA NUEVA OLA DE CALOR

“Si todos tirásemos en la misma dirección, el mundo volcaría” (Proverbio judío).

 

Se considera una temperatura atípica para este mes de febrero y advierten que el termómetro podría registrar de 35 a 40 grados centígrados.

La situación es seria si consideramos el nivel de las presas que proveen de agua a la población, lo que se suma a los pozos en funcionamiento que acusan agotamiento y que arrastran substancias no aptas para el consumo, como arsénico y otros metales pesados que recuerdan el derrame tóxico del minero Larrea, que arruinó la economía y vida de muchos pobladores rivereños de Sonora, sin que alguna autoridad pase de las palabras a las acciones.

Suena a negligencia pura la pésima administración del agua, que privilegia fraccionamientos de lujo y áreas consideradas de interés especial para quienes toman las decisiones en materia de desarrollo inmobiliario.

Está en el aire cuánto más se podrá soportar que del total del agua disponible, el 80 por ciento vaya a la agricultura de exportación de la Costa de Hermosillo y sólo el 20 por ciento sea para los hogares, mermado por un desperdicio del 50 por ciento por fugas y fallas en el manejo del recurso.

Llama la atención de que, mientras las autoridades sostienen que no hay ni habrá tandeos en este verano, algunos vecinos afirman que diario “se va el agua” de 2 a 11 PM. Eriza los pelos saber que el gobierno se propone construir tres presas que sustituyan la Abelardo L. Rodríguez sin plena justificación, pero que ocasionarían una grave distorsión en la disponibilidad y distribución del líquido en perjuicio de las comunidades vecinas, y de la propia ciudad de Hermosillo, que padece escasez y mala distribución.

Una obra hidráulica que puede afectar negativamente el flujo natural del agua, alterar el desarrollo de las actividades productivas y hacer peligrar el abasto necesario es cuestionable, y más si se pone el reflector en las ganancias que se obtendrían de concretarse la idea de un desarrollo inmobiliario en los terrenos de la vieja presa de Hermosillo, aparentemente seca o casi, pero actualmente área de captación natural del agua.  

Estamos en un mundo distópico en el que el verdadero lujo es tener disponibles los recursos básicos para la vida humana, en el que los intereses inmobiliarios están por encima de la seguridad y salud de los ciudadanos, donde tal o cual grupo de apellido con olor a dinero y relaciones políticas puede desviar el cauce de un río, fraccionar y lanzarse a la especulación inmobiliaria en terrenos públicos, sin que haya autoridad que les señale el límite entre la ley y el desmadre inmobiliario.

A golpes de dinero y de actos de autoridad, los codiciosos de siempre cabalgan sobre los lomos de una ciudadanía demasiado preocupada por el crimen organizado, la salud del Papa, el costo de los seguros de gastos médicos mayores, las broncas de las pensiones y el desabasto de medicamentos, el encarecimiento de la vida y las nuevas amenazas de Trump. En este contexto, queda claro que los distractores abundan y la demagogia circula por los medios de evacuación oficial como diarrea declarativa.

El calor hace que el agua y las decisiones ciudadanas se evaporen con mayor velocidad frente a las amenazas de posibles medidas restrictivas que nos venden como necesarias, de que el agua es una mercancía, que el entubamiento, la canalización y las obras de infraestructura son para garantizar el agua por los próximos 30 años, aunque no haya lluvia y la distribución siga siendo mala por inequitativa cuando no arbitraria.

La situación sugiere que no estaría del todo jalado de los pelos llegar a hablar de un cártel del agua de la mano del inmobiliario, como tampoco lo es hablar de opacidad, malos manejos y privilegios en la distribución y acceso a bienes y servicios públicos.

Mientras nos entretenemos con sindicatos que quieren tomar la parte patronal en el teatro universitario, autoridades que se convierten en gestores del interés inmobiliario privado, vuelos sigilosos que espían los movimientos de los narcos “a petición” de las autoridades defensoras de la soberanía, y reformas a la ley del ISSSTE cuestionadas por sus propios beneficiarios que exigen la desaparición de las UMA y el regreso del reparto solidario, la temperatura sube, la paciencia y el agua, como la justicia, se evaporan sin que notemos casi su ausencia… por ahora.

Son tiempos de “cooperación” en el comercio y la seguridad, como antes, pero ahora dotados de un discurso nacionalista que nos hace brillar en un contexto mundial gris y mediatizado que tiembla ante las amenazas de Trump, y que nosotros sabemos adornar con la ilusión de la igualdad y la complementariedad, como si las sardinas invitaran a comer a los tiburones en justa correspondencia por las mordidas prometidas.

 


sábado, 22 de febrero de 2025

¿NOS PONEMOS AL DÍA?

 

“Imitar lo provechoso es casi tan sencillo como instruirse en lo pérfido” (Esteban Navarro).

 

Ya ve usted que las modas y tendencias son como los pelos de gato, que se pegan a la primera provocación, que salen con dificultad y que dejan una marca indeleble en la memoria de lo adquirido.

Nuestro inventario de costumbres de nuevo cuño tiende a estratificarse como capas geológicas en nuestra conciencia, se nos pegan como chicle en suela, de manera que es posible seguirles la huella en las acciones cotidianas. Así que, dime cómo hablas, te vistes o convives, y te diré quién te pudre el cerebro y reformatea lo que eres.

Las notas periodísticas reflejan la penetración y el alcance de las modas, costumbres y tendencias; por ejemplo, algunos de los horrores reservados a las series de televisión gringas o las ciudades del centro o sur del país, ahora las tenemos vivas y actuantes en esta desnaranjada capital de Sonora: hay sospechas fundadas de cobro de piso, de repartición de la ciudad entre los grupos delictivos, de consumo de drogas tan apendejantes como el fentanilo, pasando por los opiáceos o la vulgar mota.

Los llamados antros, abiertos o clandestinos, pasan de ser el resumidero de la calidad de su concurrencia habitual o experimental, a verdaderos escaparates de toda miseria y abyección posible. Algo así como campos de maniobras de proyectos de hampón, proxeneta o político mercantilista en busca emociones ligadas a su moral vermiforme.

Me comentan que el asesinato en vivo y a todo color que algunos comensales de mariscos presenciaron en El Charco, tuvo como causa probable el cobro de piso, aunque de inmediato la autoridad competente aclara que el causante fue un repartidor de aplicación, ya que encontraron el casco y la mochila del sujeto. La depurada lógica del desmentido inspira confianza. El caso es que se asesina sin pudor alguno.

¿Será que el producto del trabajo honesto de los emprendedores que se embarcan en negocios legítimos es una opción cada vez más codiciable para el parasitismo delincuencial y cada vez menos redituable para los propios empresarios?

¿Las autoridades locales se chupan el dedo mientras electrifican el tránsito vehicular y ponen a funcionar la máquina de las concesiones de vanguardia energética? ¿Estarán dejando correr el agua criminal mientras permiten que haya acaparamiento y desperdicio del vital líquido, y que se chinchen los usuarios domiciliarios? ¿Nos están gobernando a periodicazos y sonrisas Colgate?

¿Nos estamos acostumbrando a las declaraciones cuya mamonez va de la mano del interés por los negocios a costa del erario? ¿La especulación y el agandalle inmobiliario tendrá relación con las obras de infraestructura hidráulica, entre otras, cuyo impacto ambiental y económico tiene poco que ver con el beneficio social?

Si bien es cierto que tenemos larga historia de políticos y empresarios bien posicionados que bailan un zapateado en la credibilidad de la posición que tienen, ¿también llegaremos a ver a figuras presidenciales haciendo su agosto con criptomonedas de aparición fugaz e impactos enormes en la economía de incautos y ganones, como las asociadas a Trump-Melania y Milei?

¿Entenderemos que los cobradores de piso y los narco-comerciantes son una modalidad más del parasitismo delincuencial que prospera en el sistema económico y jurídico que nos rige, de cara a la digitalización de la economía, la administración, las finanzas y la interacción social formateada por EUA?

¿Sería razonable pensar en el teletrabajo como un mecanismo más de la enajenación entre productor y producto y, en el terreno político, las votaciones y la participación ciudadana o gremial electrónica en las decisiones democráticas de las organizaciones o de la sociedad en su conjunto, pero sin control del algoritmo?

¿Lo virtual e imaginario tiene más valor que lo real, físico y tangible? ¿El interés individual y grupal están por encima del interés social? ¿La imaginación y la autopercepción tienen el mismo peso que la realidad social, física, biológica, conductual y cultural? ¿La imagen manipulable y falsificable sustituye a la persona?

¿Defendemos la soberanía y la identidad nacional cuando imitamos al extranjero en materia de comercio, de cultura, de costumbres y hábitos proyectados en los medios como el cine, la televisión y las plataformas electrónicas?

¿Seguiremos creyendo que apoyar el TLC y ahora el T-MEC, así como la intervención de EUA en forma de “colaboración” en capacitación y entrenamiento de militares y policías para enfrentar desastres, terrorismo y narcotráfico, nos garantiza progreso, seguridad y desarrollo nacional e institucional, o una mejor relación con el terrorismo “democrático” de Washington?

Si imitamos el modelo de negocios, cultural y normativo del vecino, ¿seguiremos acatando el interés político golpista de Washington y reproduciendo la cultura y la moral de Hollywood? ¿Seguiremos viviendo en Narnia, o revaloramos lo que es nuestro?

¿Veremos normal que delincuentes juzgados y sentenciados salgan libres al poco tiempo, y a otra cosa? ¿Las denuncias ciudadanas son el equivalente legal del papel del baño?

¿Nos seguiremos poniendo al día en las tendencias destructivas del tejido social y cambiaremos para estar completamente a tono con la forma de ser y de mascar chicle del vecino, escupir de lado, comer chatarra y morir por sobredosis de grasa, drogas y estupidez en grado radioactivo?  Ya veremos.

 


viernes, 14 de febrero de 2025

NUESTRO SÍNDROME DE ESTOCOLMO

 

“Que no sea de otro quien puede ser dueño de sí mismo” (Paracelso).

 

Hay algunos padecimientos que pasan de lo individual a la esfera de lo público, con acento en lo político y lo gubernamental. Algo así como si un cáncer pulmonar brincara a una población entera en calidad de epidemia, multiplicando sus estragos al pasar a ser un padecimiento social.

Sucede que nos acostumbramos a ver al extranjero, si viene del norte, como una superespecie, una raza bendecida por la virtudes y cualidades que nosotros, típicos representantes del sur global por ser subdesarrollados, morenos y medio pendejos, difícilmente llegaremos a alcanzar.

Consideramos que la mejor economía, cocina, ética, ciencia y educación vienen de “allá”, por lo que resulta natural que el cine, la televisión, la moral y la eficiencia gubernamental sean calificados como mejores, y que se contraste el éxito foráneo con el pinchurriento logro local.

En este contexto, la locomotora económica y política que nos mueve debe estar en el patio de maniobras del vecino, aunque las vías que recorra estén en nuestro territorio y más allá.

Somos imitadores en grado de babeo voluntario de las maravillas ajenas, tomamos las poses, los dichos y expresiones del objeto de nuestra veneración como de observancia obligatoria; buscamos actualizar las normas jurídicas y las políticas públicas según el manual que nos muestra la USAID, el Departamento de Estado, y seguimos como acólitos aspiracionistas el guion de las fobias y gustos del vecino. Sudamos calenturas ajenas como deber sagrado de solidaridad e incluso pertenencia.

En esta lógica, aceptamos el T-MEC y, aunque a veces a regañadientes, las reglas que impone, en espera que “de arriba” nos manden una actualización que haga grande América de nuevo y que reafirme nuestra calidad de patio trasero del Imperio.

Por ello, nos convertimos en la mosca que, posada en alguna parte de la anatomía del troglodita norteño, siente que también sostiene el garrote con el que se amenaza al resto del mundo, porque “debemos estar unidos para competir con Asia”.

Parece que vamos al baile del libre comercio luciendo con orgullo la camisa de fuerza que nos regaló el vecino, aunque para efectos mediáticos señalemos que las costuras de los aranceles nos resultan molestas, pero que al final deberemos trabajar unidos por el éxito del bloque. Al parecer, por libre comercio se entiende la relación que pasa por el filtro de EUA y opera según las reglas que le salen de los cojones.

Con base en lo anterior, se puede afirmar que la idea clásica del libre comercio desapareció junto con la capacidad de las naciones de producir y comerciar sus excedentes, comprar lo necesario y optar por las ofertas de cantidad, calidad y precio más convenientes a sus intereses. Lo demás es el gusto adquirido de conservar un lugar inferior en el gallinero, donde las gallinas de arriba hacen… lo que a su naturaleza corresponde.

La lluvia de bendiciones económicas y políticas que recibe México al estar abajo en el gallinero del Tío Sam se traducen en una cada vez más clara injerencia en los asuntos internos de la nación, sea mediante la presión mediática que supone la andanada de notas y reportes que nos colocan como los malos y viciosos de la película, o como los incontinentes que cuando participan evacuan su incapacidad gubernamental ante los retos que el norte inventa en forma de tráfico de drogas, sanciones, imposición de reglas y disposición de nuestros recursos.

Así las cosas, defender a “América” frente a la competencia asiática resulta una broma digna de mejor escenario, de cara al avance del multilateralismo o, si se quiere, de los países con autoestima que pugnan por salir de la órbita del dólar y su enorme caudal de insidia, abuso, opresión y manipulación del derecho internacional que lo deforma y nulifica al financiar actos de terrorismo y desestabilización de países soberanos.

El síndrome de Estocolmo que padecemos es un problema incrementado por el enfoque neoliberal y su narrativa económica, política y cultural, misma que postula la subordinación como condición de coexistencia pacífica, y la transculturación a costa de la identidad nacional y del absurdo como doctrina moral.

La defensa de la unipolaridad capitaneada por Estados Unidos reduce al absurdo la historia, los valores y costumbres de los pueblos, en una humillante y grotesca parodia de la democracia y la libertad de comercio. México debe sacarse de una vez por todas la cabeza del trasero y emprender su propio camino hacia el progreso.

Tratar de convencer al vecino abusivo de respetar nuestro espacio mediante la ridícula rutina de darle explicaciones, es tanto como reconocer que estamos en la parte baja del gallinero y a expensas del esfínter de las de arriba.

Es tiempo de que abandonemos la defensa del opresor, de que cambiemos de lugar y nos libremos de nuestro síndrome de Estocolmo, mirando al sur y al oriente, por una elemental defensa de nuestra integridad y futuro nacional, sin rollos demagógicos y patrioteros.

En otro asunto, Trump rebautiza al golfo de México y lo nombra “de América”. ¿El nombre le da existencia, o es una mera payasada que ignora la historia y la geografía continental? ¿Es una burda imposición política, desde la altura del poder presidencial? Pues un cuerno.

 

 

    

sábado, 8 de febrero de 2025

UNA RELACIÓN TORMENTOSA

 

“Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz” (Benito Juárez).

 

El recién inaugurado gobierno de Donald Trump sacude la caspa de las sesudas humanidades que, en forma de analistas internacionales, opinólogos y demás gente de mal vivir que pueblan las estepas académicas, políticas y mediáticas, en una serie de sacudidas que convierten lo ya sabido en novedad, la cesión en triunfo y la subordinación en virtud heroica.

La amenaza de aranceles hace que las tuercas del tratado comercial que nos unce a los intereses del villano favorito norteamericano se muevan hacia la derecha, en un ritmo que se baila de modo receptivo de lo que nos afecta y humilla. Mientras el yugo se aprieta, lamemos la bota que nos aplasta la autoestima soberanista y patea el trasero de la independencia nacional.

En este contexto, se cuestiona por algunos la defensa del tratado comercial que nos convierte en socios, eufemismo que maquilla la relación asimétrica entre el norte y el sur de nuestra porción continental, mientras que otros revelan su fascinación por el tratado que supura neoliberalismo convertido en regla de conducta comercial. 

Si, de acuerdo con el presidente Trump, los Estados Unidos no necesitan a nadie porque tiene de sobra lo que ofrece México y Canadá juntos y se declara autosuficiente, entonces, ¿cuáles pueden ser las razones para sostener un tratado comercial tras caer en cuenta sobre la inutilidad del mismo? ¿Para qué sostener una relación que ocasiona gastos y cargas onerosas para una de las partes que, por otra parte, manifiesta su voluntad de cobrarles caro el déficit con sus socios? Aquí salta a la vista la política de la amenaza seguida de la negociación... y la imposición de nuevas reglas.

Trump amenaza, exige el cumplimiento de condiciones y pone un plazo para ver si existen avances: desplazamiento de uniformados en la frontera para impedir que se cuelen indocumentados, así como impedir el ingreso de fentanilo, a tono con la idea de que los males de EUA vienen del sur, que sólo debe servir para cuidarles y limpiarles el trasero.

La envoltura de la supeditación al ojo vigilante de Trump es la prórroga a los aranceles a México y Canadá, donde México deberá demostrar que es un traspatio bien portado y dispuesto a acatar las condiciones impuestas con patriótica sumisión.

Panamá sostiene las cuotas a los barcos gringos, pero sale de la ruta de la seda con China, mientras que El Salvador se dispone para el ingreso de los migrantes etiquetados como ilegales por Estados Unidos, quien alista sus instalaciones de Guantánamo para recibir a los estrellados en la pesadilla americana.

La diplomacia y los hipócritas tratos del Norte con el Sur quedan como saludo cotidiano para quienes se humillen en una rara interpretación de su soberanía, en un ciclo de dominación-subordinación que dan cuenta de la verdadera naturaleza de las sociedades comerciales entre desiguales.

Mientras que el troglodita anaranjado cierra el flujo de recursos a USAID (piadoso organismo financiador de golpes de estado) hace planes inmobiliarios para Gaza, terreno que se ve desprovisto de historia e identidad para quien acostumbra comprar y administrar terrenos, y no ve ninguna calidad humana más que, quizá, la de sus propios votantes.

Palestina es algo tan abstracto que no se toma en cuenta porque, en la realidad militar y financiera de un Estado neocolonial tan amigo de la piratería como lo fue Inglaterra en su período de expansión territorial, el derecho no existe y se sustituye por las reglas que el hegemón impone, confirmando que la unipolaridad es un cadáver que apesta y contamina.

En este contexto, defender el tratado comercial tanto como la unipolaridad, es una confesión de que el neoliberalismo está más vigente que nunca y que en su seno se tejen, como antes, las medidas donde la asimetría productiva obra siempre en favor de la economía financiera y militarmente mejor pertrechada.

Creerse que en la práctica funciona eso de que “somos iguales”, que se respeta la soberanía nacional a pesar de las embestidas del poder financiero y militar es, simplemente, una patética tomadora de pelo; una forma autocomplaciente de demagogia y, por tanto, de negación de la posibilidad de cambiar las cosas al no reconocerlas como son. ¿En serio, lo que no se nombra no existe?

Creer que es saludable y sostenible la forzosa interdependencia económica y política de las naciones es negar la existencia y necesaria diferencia de los proyectos nacionales de crecimiento y desarrollo, la capacidad de respuesta de los gobiernos a los problemas concretos de sus pueblos, a sus expectativas de progreso y bienestar independiente. Así pues, se sacrifica la identidad y el proyecto de nación en el altar de la unilateralidad y uniformidad transcultural, y empieza a cuajar le proyecto de “gobernanza mundial” basado en el capital internacional, el mercado mundial y la primacía geopolítica de Estados Unidos. 

Quizá sea mejor reconocer el estado real de nuestra relación con el Norte y empezar a construir las vías para aminorar la dependencia, así como recuperar el espacio económico y la capacidad soberana de operar un mercado de factores y productos en beneficio de la nación.

El TLC de Salinas y su actualización peñanietista-obradorista en forma del T-MEC son la cara operativa del neoliberalismo y el germen de una etapa neocolonial que debemos llamar por su nombre y consecuencias, ya que es una relación tormentosa que, a estas alturas, muestra rasgos claramente indeseables de subordinación y vasallaje.