notas sueltas

Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

jueves, 11 de septiembre de 2025

PUEBLO INVISIBLE, PUEBLO BIOMBO.

 

“Somos, o no somos” (pregunta existencial).

 

El pueblo de Sonora ha alcanzado un nuevo hito en su historia de invisibilidad posrevolucionaria, una nueva marca de no existencia que nos coloca en el plano de la zombificación democrática y transformadora.

Sucede que existen planes en marcha a punta de millonarias inversiones en infraestructura hidráulica, energética, portuaria y demás que saben a triunfo anticipado en la carrera por la modernidad y el combate al carbono.

Con plena conciencia ambiental se proyectan grandes parques solares donde la siembra de paneles suple cualquier otro cultivo, lo que parece no impactar en las rutas, hábitos y vida de la fauna regional, ni en la expectativa de saneamiento y disposición de chatarra cuando de manera natural o accidental las estructuras dejen de funcionar y agoten su vida útil.

Sin embargo, la vocación agrícola de las tierras pudiera honrarse mediante innovación tecnológica que ofrezca el aprovechamiento cabal del suelo y el agua, de cara a mercados reales y potenciales regionales, nacionales y quizá internacionales. También pudiera planearse la instalación de parques solares en porciones de terreno que no afecten la biodiversidad y la forma de vida de los pobladores.

Los costos de la modernidad, de la puesta al día y de la vanguardia regional quizá valen, o no, la acumulación de desechos tóxicos en el proceso de obtener energía limpia, lo que amerita serias valoraciones técnicas, logísticas, financieras y ambientales. Como que vale la pena contar con un estudio y plan alternativo de disposición de chatarra energética que enfrente los riesgos de contaminación ambiental y desertificación del terreno.

Si dejamos de lado estas consideraciones, pudiéramos centrar la atención en otro aspecto, como el papel de Sonora y México en las líneas de inversión estratégicas de nuestro vecino del norte. ¿Somos patio de maniobras logístico de los gringos? ¿Debemos ver con fundada reserva la modernización portuaria y la instalación de una planta de licuefacción de gas texano en las costas de Sonora para exportar a Asia?

¿Somos rehenes de empresas como Grupo México? ¿El gobierno es cómplice, palero y facilitador de la expansión minera tóxica e impune? La experiencia de la contaminación del río Sonora y Bacanuchi hablan en forma elocuente sobre el particular.

Los pobladores ribereños, incluido Hermosillo, han sido los resignados receptores de generosas dosis de atole suministrado por autoridades locales y federales, sin prisas, pero sin pausas desde hace 11 años. 

Han venido a “supervisar” remediaciones fallidas, clínicas inoperantes y vertido una cantidad navegable de saliva en forma de promesas de cura y justicia para el río Sonora que ya suena como el cuento de los elefantes pendientes de la tela de una araña.

El caso es que ahora tenemos un megaproyecto donde resuenan las fanfarrias, el bombo y el platillo con tonos transformadores: el plan hídrico que cambiará la faz estatal, que implica tres presas que contendrán el agua de la que carece el río Sonora.

Los pobladores ribereños señalan que los impactos de la construcción de la presa El Molinito dejó sin agua a los pueblos río abajo, por la simple y lógica razón de que la obra sirvió de tapón a los escurrimientos y a la alimentación de los mantos acuíferos.

El problema es que la administración del agua sirve de telón de fondo del acaparamiento y las concesiones a modo, donde entidades privadas como Grupo México se atasca viendo que hay lodo, convirtiéndose gracias al gobierno en un acaparador del recurso y una verdadera patada en el trasero del productor rural.

El desequilibrio entre la flaca economía rural y la gordura extractiva, generan e incuban inconformidades sociales y políticas que terminan nublando el panorama social de la región. Tenemos peces gordos frente a sardinas y charales disputando el estaque que construyó el estado “para beneficio del pueblo”.

El Plan Hidráulico huele a lo mismo que las megaobras en una región donde hay un polo dominante de usuarios y una periferia que sobrevive a duras penas.

Básicamente, el pueblo a la hora de protestar es invisible y sus razones se evaporan en el desierto de la consideración pública, pero sirve de biombo argumental al declarar las maravillas de la obra, lo cuantioso de la inversión y los beneficios que tendrá la gente que sin protestar se ve más bonita. El biombo retórico oculta al pueblo que se retuerce y sólo permite ver la cara amable del poder que dispone y concede.

La denuncia y el reclamo ciudadano se convierten en “rumores”, la fatiga y el hartazgo chocan contra el ninguneo sistemático del funcionario, del gobernante que es legalmente mandatario y no mandante. Los pueblos ribereños de Sonora lo están teniendo muy claro.

En este mundo al revés, los patos les tiran a las escopetas, los gobernantes “ayudan” al pueblo que los eligió y les dio el mandato de honrar la constitución y servir al pueblo. Este enrevesamiento define cuán atrasados estamos al reproducir los modos cortesanos, a satisfacer la necesidad de adorar a ídolos de barro que el mismo pueblo fabricó y puso en el altar político estatal y nacional.

Parece que estamos reproduciendo la máxima del despotismo ilustrado del siglo XVIII: “todo con el pueblo, pero sin el pueblo”. Aquí el pueblo es el centro de los discursos, pero sólo sirve para aplaudir al poder, porque protestar y señalar es un pecado político mortal. En cualquier caso, la solución es que cada cual cumpla con su deber legal, cívico y político, y que, sin mamadas, honre su compromiso con el pueblo soberano.

 

 

viernes, 5 de septiembre de 2025

¡QUE LLUEVA, QUE LLUEVA!

 

“El agua es vida” (sabiduría popular).

 

Cuando nos estábamos convenciendo que el infierno, llegado el momento, nos daría bola porque para calores los nuestros, y que las temperaturas calcinantes junto con la ausencia de agua convertida en causa de deshidrataciones, soponcios y vahídos nos colocan en la antesala de céntrica funeraria con planes capaces de reventar al presupuesto más fondeado, resulta que llueve.

La lluvia calma momentáneamente las arideces de una zona geográfica caracterizada por sus cambios en el patrón productivo desde que la civilización trajo consigo las maravillas de la urbanización con cargo a la salud ambiental e hidrológica del entorno, y da nueva vida y refresca la tierra y el paisaje para mostrarnos el perfil ocultó de la naturaleza antes de los fraccionamientos y el uso abusivo del cemento, la desviación de ríos y arroyos, la construcción de presas y represos privados y el agandalle impúdico del agua.

La ciudad crece sobre las resequedades acumuladas por una mala administración, sobre la violación de las normas y preceptos éticos que dicen que el líquido debe ser prioritariamente para uso humano y que es un bien social, no una mercancía. Sin embargo, la mancha urbana es el lienzo donde se dibuja la tragedia del desperdicio gracias a las tuberías reventadas, el derrame insidioso de las aguas negras, los olores fulminantes de la putrefacción, la dotación selectiva y la indolencia chucatosa de los gobiernos estatales y municipales con intereses mercantiles privados antes que públicos.

Las calles lucen con baches que revelan una mala pavimentación, o su abandono pernicioso. Cicatrices de indolencia y valemadrismo público que acalambra a los automovilistas y pone en peligro a los de a pie. Cráteres, socavones, hoyancos, hundimientos que deprimen el tránsito y documentan una forma poco escrupulosa de ejercer el presupuesto, de evadir el cumplimiento del encargo municipal, de pasarse por el forro las necesidades ciudadanas en el más elemental de los niveles.

Deseamos la lluvia y vemos con esperanza la formación de nubes. Envidiamos a quienes ven sobre sus cabezas la acumulación de vapor de agua que, eventualmente, terminará precipitándose para mojarlos, para recargar los mantos acuíferos, para llenar las presas que, finalmente, taponan el libre flujo de los ríos y afluentes naturales.

El agua se concentra en la obra de infraestructura hidráulica beneficiando a quienes cuenten con un canal, tubería o artilugio que conduzca el líquido hacia los terrenos de la mina, el rancho, la explotación “que genera empleos” y dinero privado, entre las que destacan los fraccionamientos, los desarrollos habitacionales para clientelas clasificadas VIP que marcan el horizonte del progreso y pujanza de la ciudad, como escaparate que atrae inversiones e intereses locales y foráneos.

El agua de las presas termina siendo la parte sustancial del menú que se sirve a las empresas extranjeras, a las transnacionales explotadoras de recursos que, siendo nuestros, se ponen en las vitrinas que exhiben las ventajas de invertir en nuestra ciudad y estado. Es el objeto líquido del deseo, la nueva y definitiva mercancía que hace posible la explotación de otros recursos como los mineros (oro, plata, cobre, litio), que, según se dice, generan empleos, progreso… y exclusión selectiva.

La lluvia nos refresca el ánimo y borra un poco la mancha de la marginación ciudadana, de la concentración de beneficios en favor de los exclusivos miembros del sector inmobiliario que lo mismo acaparan tierras urbanas que rurales, que igual desvían un río que hacen cuentas alegres de los terrenos de una presa al borde de la “desincorporación”.

La lluvia es esperanza, pero cuando la fuerza de la naturaleza no es acompañada de las previsiones urbanas necesarias, se convierte en desastre, en el repunte de nuevas tragedias urbanas, de encharcamientos, derrumbes, ablandamiento del terreno, deslaves, ampliación de los baches existentes y creación de otros.

La codicia, la mala administración, la falta de transparencia, la poca madre y la disposición de bienes públicos para satisfacer negocios privados, arruinan el entusiasmo pueril de la lluvia, opacan el canto gozoso de los niños que piden a la virgen de la cueva que llueva, que llueva…

Visto en perspectiva, tenemos los baches que merecemos, tanto como los derrumbes de techos y paredes, las fugas pestilentes, las tuberías rotas, los tandeos disfrazados de “fallas temporales” y la poca presión que impide el llenado de los tinacos, problemas que enfrentamos un día sí y otro también.

Vivimos en un bache urbanizado, en la ribera de un río contaminado que puede estar al borde de la desaparición, considerando la amenaza de tres presas más y un acueducto o cosa parecida, por lo que nos preguntamos, ¿con qué agua piensan llenar las presas? ¿De dónde viene ese fuerte olor a dinero si no es que de una empresa minera que se expande y lo traga todo? ¿Qué va a pasar con las comunidades ribereñas de Sonora?

El agua de la lluvia cae, fluye, penetra en la tierra, pero resbala en el pavimento que, eventualmente, se agrieta y colapsa. El ciclo de la vida parece estar expuesto a ser canalizado, controlado y monetizado por agentes públicos y privados de turbia calaña neoliberal… pero dicen que el pueblo es sabio. Esperemos.

 


viernes, 29 de agosto de 2025

DESPROPÓSITOS DEMOCRÁTICOS

 “Hechos, no palabras” (frase popular).

Alicia Bárcena, titular de Semarnat, habló del clima y sus retos en conferencia internacional donde subrayó la importancia internacional de las áreas protegidas. En un punto de su participación, saltó a lo eminentemente coyuntural y declaró que “las mujeres no aspiramos a mucho. Lo único que queremos es el poder” ( https://goo.su/P5T7wE).

Ésta última afirmación llama la atención por tener cierto tufo supremacista, discriminatorio y sexista, en un contexto donde la palabra igualdad se mantiene como propósito y objetivo democrático.

Querer el poder no pasa de ser un propósito pueril y egoísta si se trata de personas, además de absurdo si se trata de un sexo en un contexto donde la pluralidad es un valor democrático defendible, y que la señora secretaria no acredita la capacidad de hablar por todas las mujeres, si acaso por el gobierno al que pertenece y dentro de sus facultades legales.

Llama la atención porque en la elección que llevó a la titularidad del Poder Ejecutivo a Claudia Sheinbaum Pardo, la mayoría de sus votos fueron de hombres, el 62 por ciento. Y cabe decir que quienes la apoyamos lo hicimos en razón al proyecto político que representa, donde vale decir que la independencia y soberanía son valores centrales en el discurso del nuevo gobierno.

El proyecto de nación sostiene como eje fundamental la igualdad y el respeto a la diversidad, la recuperación del espacio económico y político que fue liquidado durante la etapa del PRI y el PAN bajo el modelo neoliberal periférico, que creaba economías complementarias e impedía la autosuficiencia productiva y el desarrollo nacional.

Los propósitos transformadores suponen la recuperación económica por vía del impulso a la industria nacional, el fortalecimiento del mercado interno y la expectativa de añadir valor a las exportaciones, incluyendo el factor científico y tecnológico nacional a la ecuación exportadora.

Sin embargo, hasta ahora lo que se ve es la ampliación de las posibilidades de inversión y establecimiento de empresas transnacionales, la adopción del discurso del progresismo incubado en organismos como Open Society, el Foro Económico Mundial y las calenturientas ideas demográficas que sostiene Bill Gates, entre otros multimillonarios en la línea del control de la natalidad neomathusiana.

En este contexto, apoyar fervorosamente la permanencia del T-MEC y la transnacionalización económica, incluyendo su respuesta social y conductual, no abona mucho al supuesto abandono de las ideas y prácticas neoliberales.

Insistir en el mantenimiento del T-MEC es hacerlo por el modelo que se instauró en la década de los 80 y se fortaleció en los 90, lo que, traducido en términos políticos, dio por resultado cambios constitucionales y en la legislación secundaria que remodelaron el sector público ampliando la influencia del Mercado a costa de la reducción y casi intrascendencia del Estado.

Sucede que el neoliberalismo no se combate solamente con frases lapidarias y poses de una beligerancia que no llega a las vías de hecho. Los actos masivos en el Zócalo de la Ciudad de México resultan balas de salva y fuegos de artificio cuando se combate al neoliberalismo sin cambiar un ápice su estructura productiva, su dinámica distributiva, su narrativa en el nivel del consumidor y los hogares.

Cuando en un sistema económico centrado en la utilidad o ganancia de plusvalía producto del trabajo, la lucha termina siendo de frases y no de clases, y se perpetra una farsa cuyos costos dan en el blanco de la soberanía nacional y la credibilidad del gobierno, no se transforman las condiciones objetivas de la realidad nacional, simplemente se maquillan y disimulan.

Ahora la transformación social se nos presenta como una lucha por los derechos humanos, por las reivindicaciones de género, por la igualdad sustantiva, por el empoderamiento femenino, mas no se habla de la emancipación de la clase trabajadora y con ella de la mujer. No es lo mismo empoderar que emancipar.

Si la clase trabajadora no reconoce el papel de trabajo y del salario en sus luchas, tampoco reconoce la naturaleza del sistema y la lógica de la explotación. En este sentido, los costos sociales sólo aumentan el beneficio de la clase dominante, y la demagogia, la simulación y el engaño son los recursos obligados de la permanencia del sistema.

Muchos votamos por un proyecto que fuera capaz de comprometerse por la nación, libre, independiente y soberana. Muchos pensamos que el T-MEC y el discurso de género, cada uno en su dimensión, preservan el sistema que supuestamente se combate y distraen los esfuerzos transformadores de la clase trabajadora frente a los avances del capital. ¿Cambiar para no cambiar? Sería trágico y francamente atemorizante.

Es necesario insistir en la igualdad legal ciudadana respetando las diferencias propias de la naturaleza humana, de ahí la importancia de atender por igual la igualdad legal y la equidad natural.

Es esencial impulsar el desarrollo tecnológico y científico nacional y el fortalecimiento del aparato productivo con un horizonte de proyecto nacionalista, y no un espacio de maniobras logísticas, extractivas, experimentales, sociales o políticas de Estados Unidos o cualquiera otro país. Mientras no ocurra, seguiremos siendo parte del traspatio imperial del norte.

Cabe la esperanza de que el actual no sea un sexenio de despropósitos democráticos y frases efectistas, de proclamas cada vez con menor sentido, de expectativas sin asidero en la realidad, y que la ideología del progresismo evacuada de los sótanos sociológicos de Estados Unidos sea sustituida por la reconsideración de nuestra historia y los valores nacionales, del orgullo de ser mexicanos, de la fe en el mañana colectivo que como nación debemos construir.

 

viernes, 22 de agosto de 2025

MIENTE, QUE ALGO QUEDA

 “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos” (frase popular).

Recientemente, tuvimos un caso interesante en el que la mendacidad afloró en algunos medios de comunicación (sic) difundiendo la especie de que una ex primera dama nacional se ponía incongruente y emigraba a España. Cabe decir que una persona ya libre de la representación que pudiera haber tenido en el entramado político sexenal, queda en libertad, si quiere y puede, emigrar a otro país, planeta o plano astral.

La Constitución consagra el derecho de libre tránsito, y las leyes nacionales y extranjeras establecen las reglas a cumplir en caso de abandonar o ingresar al país por cualquiera de las razones legalmente posibles.

La farsa informativa se convirtió en tendencia que pasó a las diversas plataformas de descarga de filias y fobias, al alcance de cualquier teclado: Beatriz Gutiérrez Müller se va a vivir a España, en un barrio de postín donde la austeridad brilla por su ausencia.

Los ahorrativos en bolsa ajena pronto señalaron la incongruencia porque ¿cómo que van a despilfarrar recursos que seguramente no son propios y que, en todo caso, seguramente fueron mal habidos? ¿El hijo va a estudiar derecho en, nada menos que, la Universidad Complutense de Madrid? ¿De dónde se hizo de mulas Pedro? Y gritos desesperados del tipo ¡Cuánta corrupción!, ¡ratas asquerosas, hipócritas!, y otras excresencias mentales de similar calado.

El placer de encaramarse en la ola de la descalificación llenó el alma y la boca de muchos villamelones con ansias de novillero. El dedo flamígero de la mediocridad y la insidia tuvieron su oportunidad de brillar en las salas de redacción, los espacios de la comentocracia, los chat, coloquios informales y mesas de café.

Pero (siempre hay uno), la realidad que viene en forma de desmentido se encargó de pegar tremenda bofetada a la maledicencia: la noticia fue un infundio, una tomadura de pelo para quienes están condicionados a reproducir mentiras según dicte su hígado. Se los llevaron al baile de una oposición que se resbala con su propia mierda.

La moraleja, que además de barrio madrileño de postín es enseñanza, quizá sea inalcanzable para quienes renunciaron a su sensatez y buena conciencia, por lo que es claro que seguirán aprovechando el viaje de la calumnia y la difamación cuantas veces se presente. Al que nace pa´tamal del cielo le caen las hojas.

La oposición, que nace de una defensa torcida de privilegios basados en intereses de clase, corruptelas añejas, apellidos, redes familiares, pertenencias fincadas en la exclusión y la vanidad, está condenada a equivocarse, a exhibirse como una turba miserable y mezquina, clasista y racista, sin idea de lo que significa la solidaridad, la igualdad y la inclusión.

Padecen una enfermedad que rechaza el avance social, frente a la democracia y el ascenso de quienes vienen de la educación pública, de familias proletarias, de ciudadanos de a pie que caminan hacia un objetivo transformador, y avanzan. Así tenemos egresados universitarios que alcanzan maestrías y doctorados sin perder piso, sin marearse ni enloquecer con la seducción del título, ni abandonar su compromiso con el pueblo al que se deben.

Lo curioso del caso es que, hasta el momento de redactar este comentario, quienes calumniaron e insultaron a la doctora Gutiérrez Müller no han tenido la decencia, la humildad, el valor de ofrecer disculpas. Bien dicen que de la abundancia del corazón habla la boca…

Tenemos una oposición miope, mezquina y soberbia que ni siquiera se sirve a sí misma. Que sigan así, hundiéndose en el fango de su irrealidad.



sábado, 16 de agosto de 2025

LA AMENAZA NARANJA

 

“El genocidio es el más atroz de los crímenes (António Guterres, ONU).

 

Sin duda, la vida a veces nos da limones y la opinión pública establece que podemos hacer limonadas, pero hay situaciones donde la mejor salida es buscar sal y tequila, aunque también vale juntarlos y arrojárselos a quien corresponda.

Tenemos una relación centenaria con el único país que se ha proclamado indispensable, tocado por Dios y portador de la misión de esparcir la buena nueva de la democracia y las libertades por el continente y el mundo, aunque, por razones experimentales, perpetró en Japón el primer genocidio atómico, en agosto de1945.

En otras palabras, un país con comportamiento equiparable al cáncer de próstata que deriva en metástasis, o una flatulencia que se transforma en diarrea expansiva que pringa a propios y extraños.

La doctrina Monroe cumple los sueños húmedos de demócratas y republicanos, de blancos y mestizos, de morenos y amarillos que, nacidos en el país de las maravillas económicas y geopolíticas, asumen la identidad de nuevo romano en tiempos de la expansión territorial absorbente que recuerda a las toallas íntimas nocturnas con alas.

Por razones estratégicas de ocultamiento de la verdad financiera, la política monetaria de nuestro vecino deja de sujetarse al principio de libre convertibilidad del dólar y Richard Nixon tiene la ocurrencia de salir del patrón oro para enderezar la proa de Estados Unidos hacia la especulación, el incremento del techo de endeudamiento, la aspiración mafiosa de controlar paridades y medios de pago internacionales y, en fin, de meternos en una economía ficción cuyas reglas son tan maleables como un chicle y cuyo soporte termina siendo la economía de guerra cuyo gran objetivo es generar conflictos, vender armas y lucrar con la muerte y destrucción ajena.

El caso es que una economía parasitaria también irradia su veneno mediante el expediente de corromper gobiernos y empresarios nativos alcahuetes, con aspiraciones ligadas a la expansión transnacional en calidad de gerentes o directores maquiladores.

Los efectos en la nación parasitada son claros, empezando porque la clase empresarial que defiende los valores privados se encuentra privada de iniciativa y, por supuesto, sigue pautas que nada tienen que ver con el beneficio nacional. Sin saber, actúan como células cancerosas en los negocios nacionales, chupan recursos, reclaman exenciones fiscales o simplemente buscan no pagar lo que deben de impuestos.

En el trayecto, se convierten en cuates, socios y patrocinadores de abogados, jueces, magistrados y ministros que ocultan expedientes, retrasan fallos, manipulan evidencias y sacan acuerdos y sentencias en favor de la metástasis de corrupción empresarial y burocrática nacional.

Los hilos de la dependencia se convierten en gruesas amarras políticas, económicas, financieras y tecnológicas, paralizando la inventiva nacional y castrando cualquier posibilidad de progreso independiente, de donde hablar de soberanía en un país encadenado por acuerdos, pactos o tratados comerciales como el que padecemos desde la década de los 90, permiten un fácil diagnóstico de atraso y dependencia.

Bajo los supuestos de los tratados de libre comercio, la libertad desaparece porque se le condiciona, y con ella el interés nacional, la soberanía y la capacidad de planear el desarrollo. Sólo queda el recurso de la retórica, la aceptación e incluso la defensa del instrumento de degradación económica y política que nos agrede. El tratado comercial que nos hunde se toma por tabla de salvación. El gobierno cambia para no cambiar.

En este marco de agachadas y piquetes, la facilidad con la que se bajan los calzones las autoridades es equiparable a la magnitud de las exigencias políticas, los reclamos de incumplimientos reales o ficticios, el chantaje mafioso y las eventuales palabras de aliento por la subordinación lograda: “están haciendo un trabajo fantástico, pero no basta”.

El ridículo y flatulento personaje anaranjado encaramado en la Casa Blanca, dicta la pauta arancelaria y se regodea de ello, incluso presume de la fila de mandatarios que esperan para besarle el trasero. Se declara decepcionado que quienes no cumplen sus caprichos, cree que de él depende la resolución de conflictos fronterizos a miles de kilómetros de su país, pretende negociar el alto al fuego cuando financia la guerra, se duele de los muertos cuando produce las balas que los matan.

Resulta absurdo hablar de libre comercio cuando EEUU dicta sanciones a quienes comercian; presiona y obliga a otros gobiernos para que compren productos gringos, mientras sabotea acuerdos y dinamita puentes de encuentro entre antagonistas, se manosea la historia, la actualidad y la realidad de terceros países, se erigen héroes y villanos al gusto y capricho del siempre ajeno y omnipresente imperio del norte.

La amenaza naranja de hoy está inserta en el contexto de una nación parasitaria, que justifica su práctica terrorista bajo los supuestos de la supremacía que le otorga el fundamentalismo bíblico, la idea de crear “la nueva Jerusalén”, “la casa en lo alto de la colina”, por mandato del mismísimo Dios.

Llámese Biblia o Torá, destino manifiesto, o como sea, el guion que supuestamente orienta y manda a los perpetradores del horror en Palestina, Ucrania, o África, como antes fue en Afganistán, Irak o Libia, es la negación de la bondad y la fraternidad humana. Es la más vil e inhumana expresión del colonialismo y la depredación mundial, del más vicioso y repugnante ánimo genocida. Es la obscenidad hecha mandato.

Sin la justificación de amenazas externas e internas, el gobierno de Trump difícilmente podría sostener el discurso de la paranoia hecha evento cotidiano, la violencia institucional y los decretos ejecutivos que pasan sin pausa por encima de la ley pero que calan en la esencia fantasiosa y cobarde de un pueblo lobotomizado, mitómano y visceral. Es como un perro rabioso que se muerde a sí mismo. 

Antes fue Adolfo Hitler, ahora Benjamín Netanyahu, pero como requisito esencial siempre está el dinero anglosajón, sus armas y su cauda de zombis europeos. Antes como hoy es Inglaterra. Ayer y ahora es Estados Unidos, y las víctimas se siguen apilando en los cuatro rincones de la Tierra.

¿No cree usted que ya es tiempo de llamar a las cosas y los hechos por su nombre y dejar de dar concesiones y alimentación al tumor canceroso que se expande por el planeta, a ciencia y paciencia de los propios afectados? Ya basta.


viernes, 8 de agosto de 2025

TIEMPO DE ANIVERSARIOS

 “La voz del pueblo es la voz de Dios” (frase latina).

 

El día 6 de agosto se conmemora un aniversario más del derrame tóxico sobre el Río Sonora y Bacanuchi. Un mar de sustancias convirtió las expectativas de lucro desaseado de la minería abierta de Jorge Larrea en un pozo de pestilencia, decadencia y muerte. Buenavista del Cobre es la marca registrada del exterminador de ríos, la actividad productiva agrícola y ganadera, la salud y la calidad de vida de los pueblos rivereños y la credibilidad en un gobierno al servicio del empresariado neoliberal sin responsabilidad social.

También se conmemora y lamenta el uso de la energía atómica para destruir, aniquilar y humillar a un pueblo que antes tenía orgullo nacional y autoestima, y ahora vasallaje en niveles de abyección para con su agresor, Estados Unidos.

Las bombas arrojadas sobre Hiroshima (día 6) y Nagasaki (día 9) fueron parte del experimento de probar la nueva arma nuclear en una guerra ya ganada, y ahora aprovechada para probar nuevo armamento. Asesinato vil, cruel genocidio a nombre de los valores y la defensa de “América”. La libertad y la democracia cambiaron su sentido semántico para navegar en las aguas negras de lo políticamente correcto, del eufemismo y la manipulación mediática.

La amenaza nuclear es el tópico de moda en boca de los mismos que hicieron posible la eliminación de, digamos, 170 mil seres humanos en los dos vuelos militares de agosto de 1945. La bomba atómica es actualmente el garrote para preservar el sistema económico y político del supremacismo tecno financiero del Norte Global.  

Ahora, en el caso de México, el Río Sonora lucha por sobrevivir a las obras de infraestructura hidráulica que funcionan como tapones a su libre flujo, dando claro ejemplo de cómo el concreto y las varillas pueden adquirir un sentido político y económico que nada tiene que ver con obra pública y mucho con beneficio privado.

Los pobladores de los pueblos rivereños, entre los que se incluye Hermosillo, hacen peregrinaciones cívicas a las puertas de los edificios del gobierno, llevando demandas respaldadas por la lógica, el conocimiento técnico y la experiencia, frente a planes y proyectos que carecen tanto de sustento técnico como de arraigo popular, aunque tienen de sobra el olor y el sonido del dinero que emana el sector minero e inmobiliario.

¿Qué mueve al gobierno a crear una zona de especulación inmobiliaria en el actual terreno de la presa Abelardo L. Rodríguez? ¿Cuál es el sentido de crear tapones que impidan el flujo de agua y la recarga de mantos acuíferos de un río de por sí ya afectado por la irresponsabilidad de la actividad minera, “que crea empleos”, según el dicho del gobierno de antes y ahora?

¿Tiene lógica dar pasos adelante en un proyecto hidráulico cuando lo que se requiere es, primero, que haya agua y, segundo, que su distribución sea respetuosa con la naturaleza y acorde a las necesidades humanas y productivas?

Sonora es ejemplo claro de los efectos del estrés hídrico, de la capacidad del desierto y el entorno urbano para generar zonas de temperaturas extremas, de necesidades que van desde la preservación de la vida por razones del clima, hasta aquellas relacionadas con la pertinencia y oportunidad de las actividades productivas, sustento material de la sociedad sonorense.

Hay denuncias que cada vez son más importantes, aunque cada vez menos atendidas: si hay recursos para mega obras hidráulicas donde no hay agua ni estudios técnicos que las avalen, entonces ¿por qué no usar el dinero disponible, por ejemplo, para obras de rehabilitación y ampliación de la infraestructura requerida por el servicio de agua potable y alcantarillado?

¿Por qué no evitar el desperdicio de cerca del 50 por ciento del agua potable en Hermosillo, a causa de infraestructura obsoleta y mecanismos de supervisión y control rebasados hace décadas? ¿Por qué insistir en privatizar un recurso vital y público, en contra de la voluntad de los ciudadanos? ¿Valen más tres obras faraónicas sin demanda ni apoyo ciudadano, que responder a problemas reales con soluciones reales?

En el plano internacional, la irracionalidad de la guerra, o guerras, impulsadas por Estados Unidos y socios es cada vez más evidente, de suerte que la opinión pública internacional ya ve otros escenarios y formula juicios cada vez menos favorables para Estados Unidos, Israel, Francia, Reino Unido y el conjunto de la Unión Europea.

Por otra parte, la irracionalidad en materia hidráulica, minera y comercial en México, se pone en evidencia cada vez más, sobre todo en Sonora, donde grupos ciudadanos sin más bandera que sus legítimos intereses por la vida y el progreso, se pronuncian contra el discurso del beneficio y el progreso a costa de la economía regional y el bienestar ciudadano. Es indignante oír hablar a los funcionarios de manera tramposa y manipuladora. Ante la claridad de los hechos, el engaño no se les da.

Cierto que la industria de muerte, sea militar o minera, crea empleos, pero sus efectos sociales e históricos sólo revelan la decadencia de un sistema donde las cosas valen más que las personas. Por eso vale decir no a las presas, no a la guerra, no a la demagogia destructiva y a favor del buen juico popular. Y sí, por el bien de todos, primero los pobres.



domingo, 3 de agosto de 2025

DE URGENTE NECESIDAD

 “Hechos, no palabras” (frase latina).

 

Para algunos, la dependencia económica y política y la dominancia cultural del norte sobre el sur parece ser de urgente y absoluta necesidad. Aquí la pregunta clave es ¿qué debemos hacer frente a los rudos y complicados escenarios de un mundo parasitado ideológicamente por el tecnocapitalismo financierista y militarizado que impulsa el Deep State anglosajón? La respuesta, incómoda por demás es simple: enfrentarlo.

Lo anterior supondría la necesidad de que el país tuviera una política económica y financiera independiente y soberana tanto como si su política industrial, agrícola y de servicios respondiera a los objetivos del desarrollo nacional.

Sin embargo, México no cuenta con una banca propia, un plan de desarrollo que ligue la industria y el comercio, la educación, salud, y vivienda con el empleo e ingreso personal. La banca central no es el agente financiero del Estado sino un ente autónomo que vigila la moneda y la inflación, de acuerdo a las expectativa y compromisos con los organismos financieros internacionales (léase FMI, Banco Mundial, Reserva Federal de EUA), donde un horizonte de proyecto nacional es poco visible.

Hace poco, la doctora Sheinbaum declaró que pensaba en una eventual reforma constitucional que modificaría el estatuto del Banco de México (autónomo desde 1994 por iniciativa de Carlos Salinas de Gortari), a fin de que pudiera fomentar el crecimiento nacional (https://goo.su/a5nPc2).

Ahora, ¿para qué se desincorpora del sector central un organismo del Estado? ¿Para qué reducir el tamaño del Estado y, por consecuencia, ampliar el mercado? ¿Por qué condenar al Banco Central a los vaivenes de una política dictada por los intereses del mercado dominado por capital transnacional? Como es fácil de ver, es ideología neoliberal pura, que deshace los controles estatales sobre la producción y los precios, no economía nacional.  

Por otra parte, cabe recordar que, si se trata de incidir en el crecimiento y desarrollo nacional, el Estado cuenta (o contaba) con dependencias especializadas como son la Secretaría de Economía, de Comercio, de Hacienda, entre otras que, en todo caso, debieran fortalecer sus atribuciones y actuar de manera coordinada; aunque, si no hay planeación del desarrollo nacional sino programas contingenciales no puede haber coordinación intergubernamental digna de verse, aunque evidentes formas de intervención privada con consecuencias nacionales.  

En otro escenario, ¿se puede imaginar la creación y existencia del estado de Israel y el sionismo sin la intervención de la City de Londres y el complejo financiero, mediático y militar capitaneado por EUA?

¿Se imagina el salto mortal que debió dar la falsificación histórica para justificar mediáticamente la “colonización” de Palestina y el proceso de desposesión territorial y cosificación de sus habitantes originales? Es sabido que a una cosa no se le asesina, sino que se le desecha sin cargo de conciencia. Para Israel los palestinos no son humanos.

Para personas como Trump o Netanyahu parece válida la expectativa de repoblar Palestina con piadosos asentamientos judíos y erigir en Gaza un complejo turístico tan elegante o más que la Riviera francesa, donde el olor a dinero elimine el feo olor de la sangre y la miseria de los desplazados.

El territorio y la nacionalidad original carecen de importancia ante la suplantación histórica operada por el mesianismo gringo cargado de dólares y la insidia sionista que administra la industria del Holocausto en beneficio de impostores.

Resulta insultante oír a Trump presumir de cuánto han aportado en ayuda humanitaria frente al escandaloso apoyo a Israel en materia financiera y armamentística. 30 millones de ayuda a Gaza contra 3 mil millones objetivamente en favor de la limpieza étnica, la hambruna y la deshumanización profunda de un pueblo que es eliminado a ojos visto.

Pero volviendo a México, seguir el juego del gato y el ratón de Trump por los aranceles es ridículo e indignante. Conseguir prórrogas en vez de enfrentar el problema con voluntad soberana carece de justificación, salvo que de plano seamos una especie de protectorado, de colonia extractivista, de traspatio del Imperio en la periferia neoliberal. Si es así, entonces urge que el gobierno cambie su discurso y opte por la honestidad y el realismo de llamar las cosas por su nombre, porque es importante “no mentir, no robar y no traicionar”.

¿Cuándo nos definiremos por cortar relaciones con Israel por razones humanitarias? ¿Cuándo estaremos porque Palestina recupere las fronteras que tenía, al menos, antes de 1967?  ¿Cuándo apoyaremos sin disimulo el fin de la hegemonía unipolar del dólar? ¿Cuándo apoyaremos frontalmente la emergencia de un mundo multipolar que respete la libertad y la independencia de las naciones? ¿Cuándo defenderemos nuestra identidad y espacio vital? ¿Cuándo?