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sábado, 1 de marzo de 2014

Esta huelga que ves

Los tambores de guerra se oían sonar desde hacía días y el ambiente se cargaba poco a poco de electricidad, como esperando el rayo y el trueno de lo que hoy es una institución paralizada en sus funciones académicas y administrativas. Algunos dicen que no debió de estallar la huelga en la Universidad de Sonora, otros ven como algo que tenía que suceder a juzgar por los signos y síntomas previos al suceso.

Como si en Sonora no tuviéramos bastante con un gobierno gastador pero al mismo tiempo omiso en sus obligaciones financieras que huele a tomadura de pelo y a chamusquina política, ahora resulta que algunos estudiantes se amparan contra el sindicato que estalló la huelga, aunque, aclaran, no es que estén contra los trabajadores sino que reclaman su derecho a la educación.

Sucede que nadie les regatea ese derecho y su disfrute está claramente entendido entre los sindicalistas que lo reivindican y reconocen la importancia de una buena educación. Nadie excluye a los estudiantes y si hay una lucha es porque la institución universitaria cuente con las mejores condiciones para el cumplimiento de su misión.

Resulta caprichosa y ofensiva para los trabajadores que los usuarios de los servicios que la institución proporciona no se enteren de que hay alguien que los hace posibles. La secretaria, el empleado de intendencia, de mantenimiento, los choferes y el personal de los talleres como la persona encargada de atender y poner al día los expedientes escolares y, sin duda los miembros del personal académico, forman parte de la larga cadena que permite que la idea institucional llegue a la realidad y rinda sus mejores frutos.

Decir que no se está en contra de los trabajadores y al mismo tiempo rechazar sus medios de lucha y su legítimo derecho a manifestar su inconformidad con la política neoliberal que asume la administración es, por lo menos, síntoma de disonancia cognitiva, cuando no un acto quizá inconsciente de apoyo a la administración, tanto la universitaria como la estatal y federal, claramente en contra de los derechos laborales aún vigentes.

Si los trabajadores afiliados al STEUS llevaron a cabo un paro de labores que ocasionó que les fuera descontado el día, lo hicieron en estricto apego a los medios de lucha sindical que permite la ley. En este contexto, el descuento se reduce a una forma económica de represión que tiene, como lo estamos viendo, graves consecuencias políticas por cuanto enrarece el ambiente de la negociación entre las partes y crispa el ánimo de la parte laboral ante lo que se considera un acto de prepotencia y poca disposición al diálogo de la parte patronal.

Se acusa a los trabajadores de “secuestrar” a los estudiantes porque resultan ser el medio de presión tradicional para ablandar a la parte patronal en la negociación, pero ésto con mayor razón  pudiera decirse de la administración estatal y universitaria que se rasgan las vestiduras por los pobres estudiantes que se quedan sin clases. De hecho, el peso de los 30 mil estudiantes recae sobre los lomos de los trabajadores de acuerdo con las consideraciones simplistas de las autoridades, sin que se les ocurra reconocer que también tienen parte de responsabilidad en este problema y que quizá sea la  actitud de las autoridades la que está ocasionando un diálogo de sordos: decir que “no cederemos” ante la presión sindical es tanto como proclamar el coloquial “ahí se la echan”. De ser así, ¿dónde está el ánimo de negociar?, ¿cuál es la disposición a resolver de manera civilizada, política, una situación en la que todos tienen parte? La prensa también debiera enfocar este aspecto.

Los pronunciamientos anti-laborales tanto del gobernador Padrés (responsable del mayor desfondamiento del erario estatal) como del visitante Secretario Emilio Chuayffet, (conocido represor en Acteal), dan cuenta de la ridícula pretensión de hacer invisibles a los trabajadores, ocultándolos tras el telón de los estudiantes sin clases, y haciendo retroceder la historia laboral mexicana al tiempo de Porfirio Díaz.

Aquí la pegunta obligada es, ¿por qué el rector de la Universidad se empeña en aparecer como parte de la cargada contra la clase trabajadora?, ¿tendrán idea los estudiantes de que al oponerse a las acciones propias del ejercicio de los derechos de los trabajadores, avalan la política anti-sindical del régimen?, ¿tiene siquiera idea de que mañana o pasado ellos mismos estarán en la mira de la clase patronal y que seguramente reclamarán el respeto a sus derechos mediante el recurso de paro, huelga u otro tipo de movilizaciones que, por lógica y derecho, ocuparán parte de los horarios laborales de la institución donde trabajen?


Sería deseable que los estudiantes decidieran, en todo caso, apoyar a los trabajadores para acortar el tiempo de solución del conflicto, en un acto de solidaridad con quienes hacen posible que la casa de estudios funcione como merece el pueblo de Sonora. No estaría mal una actitud respetuosa que los pondría a salvo de ser manipulados por las autoridades. Sería, por otra parte, un acto de elemental justicia.

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