La exigencia de algunos estudiantes
que no saben sobre derechos laborales y luchas sindicales, sobre historia
universal y nacional, sobre solidaridad social y calidad de vida, sobre
salarios justos y mejores condiciones de vida pueden, y lo hacen, convertirse
en arietes que son utilizados por la burocracia estatal y universitaria,
pasando por la porra de los partidos de derecha neoporfiriana como el PAN,
contra los trabajadores de Sonora. Ahora se da el caso de la Universidad de
Sonora, pero igual puede ser en el ramo del transporte, o la salud, entre otros
socialmente importantes.
“Quiero mi derecho a estudiar”, dice
la pancarta, como si alguien pudiera pensar siquiera que el derecho a la
educación se coarta con una huelga. Ha sido voluntad del pueblo mexicano
consagrar este derecho y, hasta la fecha, su vigencia sólo se puede afectar,
que no nulificar, por la irresponsabilidad de las administraciones federales y
estatales al considerar la educación como un gasto y no como una inversión. Los
recortes presupuestales y la disminución de recursos a las instituciones de
educación superior, los topes salariales y la disminución de la seguridad
social, como los ataques sistemáticos a las organizaciones sindicales son, sin
duda, mecanismos que afectan ese derecho.
Cualquiera entiende que la suspensión
temporal de actividades en las instituciones educativas no inhibe el derecho a
estudiar, porque el derecho subsiste y se materializa una vez que se normalizan
las actividades. El procedimiento administrativo de las reprogramaciones o
ajustes de calendario tienen esta finalidad y la marcha de los semestres o años
lectivos sigue su curso.
Quiero suponer que la escandalera
histérica de algunos estudiantes ante el proceso de huelga es por ignorancia,
por ingenuidad académica que seguramente alguien no tan joven ni tan
desinteresado se encarga de promover, en un acto de terrorismo psicológico que
nada tiene que ver con la realidad institucional. Por eso los estudiantes no
son sujetos implicados en la huelga y sí las autoridades y el sindicato que
ejerce ese derecho. Por eso no puede proceder el amparo estudiantil contra la
huelga, o contra alguno de los actores reconocidos por la legislación laboral.
En esto que parece farsa y sainete
protagonizado por el gobierno y la administración universitaria, se distingue
una vez más el argumento deshilachado de la derecha panista: las huelgas son
malas y los sindicatos inútiles y reducto de holgazanes. Queda claro que el
objetivo es desprestigiar a las organizaciones de trabajadores y nulificar en
la práctica el derecho a huelga, así como las exigencias de un trato digno y
respetuoso en la mesa de las negociaciones.
Asimismo, cabe notar el acre tufo de
la intolerancia y el autoritarismo, que pretende declarar invisibles al derecho
y a la consideración social a los sindicalistas universitarios, al manipular
información, provocar reacciones de enojo o desesperación entre los
trabajadores, difamar y calumniar, satanizar públicamente a quienes solamente
luchan por mejores condiciones de trabajo y de vida. No lo lograrán.
Así como hay grupos de estudiantes con
mentalidad patronal o víctimas de la desinformación o la manipulación, también
los hay convencidos de la necesidad histórica de apoyar la lucha de los
trabajadores y ser solidarios con ellos. Seguramente el estudiante que ha
logrado verse en un contexto laboral futuro entenderá que lo que ahora
presencia es justamente lo que mañana o pasado tendrá que protagonizar. La
lucha de los trabajadores presentes es la de los futuros trabajadores. Quienes
ahora apoyan la huelga lo que están haciendo es apoyar su esfuerzo futuro por
alcanzar mejores niveles de ingreso y calidad de vida.
Quien hoy lucha al lado de los
trabajadores da muestras de conciencia social que más delante se convertirá en
un sólido cimiento sobre el que se construye la ciudadanía del futuro: libre
crítica y solidaria, exigente en el disfrute de sus derechos, celosa en el
cumplimiento de sus responsabilidades.
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