Como sabrá el culto
lector, el día 25 se debieron haber dado cita frente al edificio del Congreso del Estado los
representantes de los sindicatos universitarios, el rector de la Universidad de
Sonora, Heriberto Grijalva Monteverde y los estudiantes constituidos como grupo
de observadores del proceso de negociación que se supone debiera estar
llevándose a cabo. Los trabajadores y los estudiantes acudieron puntualmente al
llamado que hicieron los organizadores, mientras que el representante de la
administración universitaria brilló por su ausencia.
La ninguneada rectoral
echó por tierra la esperanza de que en ese momento se iniciaran, de cara a la
opinión pública, las aproximaciones necesarias entre las partes involucradas para
que el conflicto se resolviera en el breve plazo y los afectados se llevaran la
experiencia de haber finalmente arribado a puerto seguro en las cada vez más
complejas relaciones entre administración y trabajadores. La ausencia del señor
rector quizá sirva para ilustrar qué parte del binomio sostiene la negativa al
diálogo y cuál falaz puede ser la declaración de estar dispuesto a retomar las
negociaciones.
Aunque el asunto a estas
alturas pudiera resultar redundante, no está de más subrayar el hecho de que el
rector Grijalva parece estar siendo víctima de su propia negativa inicial de
negociar en condiciones por él calificadas de inapropiadas, a juzgar de que
mantiene inflexible su postura de no negociar “bajo presión”, entendido por
esto la toma de instalaciones que hicieron los del STEUS afectando al tránsito
vehicular y las labores administrativas por unas horas. De acuerdo a lo anterior, parece apostarle a
tirar de la cuerda hasta que se rompa, sin considerar que se lleva de corbata a
los estudiantes, la confiabilidad de la administración y el clima
organizacional universitario.
La postura de las
autoridades universitarias parece coincidir con la del gobernador Padrés, en el
sentido de no mover un dedo a favor de la máxima institución educativa y, sin
embargo, decir que se apoya a los estudiantes a cambio de ilegitimar la huelga
de los trabajadores; es decir, recurrir al argumento de la huelga como si ésta
fuera algo ilegal, estorboso e inconveniente para el futuro institucional.
Ante esta realidad, no
queda más remedio que sospechar que el asunto de la huelga está siendo
aprovechado para dar curso al proyecto neoliberal de desmantelar los sindicatos
y dejar a los trabajadores a merced de la parte patronal, siempre ávida de
trabajo gratuito o escasamente remunerado, como lo puede revelar el contenido
de la reforma laboral y educativa peñanietista, que convierte en práctica legal
la abusiva sub-contratación que evita el reconocimiento de la antigüedad
laboral y abarata al máximo las pensiones y jubilaciones.
En este enredo sale a
flote la privatización silenciosa de que son víctimas las instituciones de
educación superior desde los años 90 y que se ha profundizado en la última
década, generando un entorno laboral donde los jóvenes que acuden al mercado de
trabajo no pasan de ser recursos desechables que, al llegar a su fecha de
caducidad laboral por edad o salud, son expulsados del sistema como si fueran
pañales desechables.
Si le parece exagerada
la expresión, trate de relacionar la campaña contra las organizaciones de
trabajadores en el nivel nacional con la falta cada vez más notoria de recursos
para una jubilación digna. En el caso de Sonora vemos con asombro el inédito
caso de la desaparición de más de dos mil millones de pesos del fondo de
pensiones y jubilaciones del Isssteson. El colmo del asunto es que ni siquiera responden
las llamadas que los trabajadores hacen al área de pensiones de dicho
instituto. Como por arte de magia el teléfono suena ocupado y simplemente se
corta la llamada.
Las consecuencias de tal
desatino son impredecibles, los efectos en la paz y la tranquilidad social y
política de la entidad son, desde cualquier punto de vista, inaceptables,
aunque quizá para los jóvenes solicitantes de empleo ahora no signifique gran
problema, pero sin duda alcanzará niveles alarmantes cuando el joven contraiga
responsabilidades familiares, enferme o tenga alguna urgencia. Ahí se dará
cuenta que carece de prestaciones sociales, que la salud es importante y que no
cuenta con ninguna protección porque su contrato es por tiempo determinado,
obligado a firmar un finiquito donde renuncia a todo derecho.
Los actuales estudiantes
universitarios quizá no vean la negrura de su destino y probablemente
consideren que son exageraciones las luchas de los trabajadores por mejores
condiciones de vida. Ya llegará su hora de querer la protección de las leyes y
gozar de la seguridad de una pensión decorosa. Su pasividad e indiferencia
presente será la dolorosa carga que llevarán como egresados, de suerte que todo
apoyo a los trabajadores es invertir en el propio futuro.
Llama la atención que previo
al proceso de transferencia de inmuebles al Isssteson no se haya dado una clara
y pública aclaración de dónde quedaron los miles de millones que desaparecieron
del fondo para pensiones y jubilaciones, y que no se hayan hecho las
investigaciones y fincado responsabilidades de acuerdo con la ley. Tal
situación invita a suponer que la opacidad y la impunidad son la regla en el cumplimiento de las
responsabilidades públicas, lo cual nos pone en la primera línea de corrupción
e ilegalidad en el manejo de los recursos del Estado. ¿Alguien, algún día, dará
cuenta de estos escandalosos hechos?
Como detalle curioso, el
Secretario del Trabajo de Sonora considera que la huelga universitaria es
“anómala” porque no se siguió el orden acostumbrado, ya que, según refiere, “primero
es la revisión contractual y luego la reclamación de las cláusulas violadas”.
Independientemente de la extrañeza de la parte oficial, debe quedar claro que la
huelga es legal y que, tanto las autoridades laborales como el propio Congreso
del Estado, han exhortado a las partes para que se reúnan y lleguen a acuerdos
que permitan la normalización de las actividades universitarias.
Por lo pronto, los
trabajadores ya han demostrado a la sociedad su voluntad de diálogo, sólo falta
que la administración universitaria decida retomar el camino de las
negociaciones, en bien de nuestros jóvenes.
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