“Juez que ha sido delincuente ¡qué fácilmente perdona!” (Pedro Calderón de la
Barca).
Seguramente el frío ha invadido su domicilio,
ha hecho que saque esa ropita que nunca puede usar por miedo a deshidratarse y
hace que revise con cuidado el estado que guarda lo que llamamos “ropa invernal”
como una forma nostálgica de situar el vestuario en lugares remotos, donde se
respetan las estaciones del año, donde se sabe de temperaturas que favorecen la
proximidad humana y la ingesta de bebidas de alto contenido alcohólico sin que
sean sospechosas, una y otra, de ataques de lúbrica concupiscencia o declarado amor
al chupe.
Los ánimos ligados a las futuras
comilonas familiares y a los excesos legal y socialmente permitidos están calientes,
con la temperatura adecuada para darle al jolgorio decembrino cumplido y
estricto cumplimiento; sin embargo, la fianza de 30 millones de pesitos al panista
“presunto” delincuente exgobernador del Estado y dueño de ranchos, represos y caballerizas
de lujo, hace bajar la temperatura y enfría las buenas nuevas que incluyen, por
supuesto, el aumento al golpeado, choro y anémico salario mínimo general, a partir
de enero del 2019.
Sonora es una tierra de contrastes, de
duras posiciones conservadoras y de sorpresivos giros al cambio, en una
camaleónica virtud que sorprende a propios y extraños. El azote panista a las
finanzas públicas convenció a muchos de que el azul viene bien sólo si es de
una ojera de mujer, no de un partido político que hace gobierno robando,
engañando a la gente y saqueando al erario, cualidades que comparte con el PRI,
el dinosaurio zombificado que aún da coletazos en el palacio de gobierno.
Mientras se anuncia el ingreso de un nuevo
frente frío, los ánimos cerveceros sufren una transformación química que los
decanta hacia rumbos más tradicionales como el bacanora, whisky, brandi o ron, sin
excluir el tequila, dependiendo de la imaginación y el ingreso personal
disponible. Así las cosas, la vida cotidiana transcurre entre incursiones casi
punitivas al Wal-Mart, Costco, super Ley o el popular y populoso Mercado
Municipal, colmado de los elementos indispensables para la elaboración del
tradicional menudo con pata y el pozole, con sabor del pueblo que fuimos y que
nos resistimos a dejar de ser. Mares de gentes ávidas del mejor precio, de la
frescura de los vegetales, de la carne, del nixtamal, sin dejar de lado las
compras obligadas del pan birote en su panadería de confianza que, en general, hacen
sonreír al comercio local.
En la acuarela de nuestras relaciones
sociales destaca con trazos firmes y vívidos colores la dimensión política y la
gastronómica; en la primera es necesario pensar en que ya no somos
necesariamente los mismos, que el sabor de la tradición conservadora sonorense,
arraigada desde el siglo XIX con la guerra de independencia y el dramatismo del
cambio de siglo y de actitud, venciendo a los gandallas que se encaramaron en
el liberalismo juarista para medrar en el poder hasta que llegó, con tragedia
de por medio, el punto de arranque del tsunami revolucionario con fuerte acento
popular que terminó haciéndose gobierno. Cierto que muchos de los reclamos
terminaron manoseados por la demagogia del neoconservadurismo oportunista
postrevolucionario, en el afán de cambiar para no cambiar que nos recetaron los
partidos PRI y PAN y sus ridículos satélites electorales en el nuevo siglo XXI,
en la transición pactada de la nueva derecha trepadora que azotó a la nación
desde la cúpula del poder público transnacionalizado, dependiente, bastardo e
inmoral.
La corrupción desatada, la demagogia
imparable, el cinismo hecho gobierno generaron, junto con la acción y el discurso
esperanzador de López Obrador, un nuevo rumbo, una nueva inyección de optimismo
transformador que recoge viejas aspiraciones, añejas promesas sin cumplir y un
mar de voluntades que, unidas, hacen posible la construcción de nuevos
escenarios en la vida política y social de nuestro país. Sin embargo, mientras
el Poder Ejecutivo y el Legislativo trabajan por el cambio, el Poder Judicial
parece estar navegando contra corriente.
Recuerde usted la actitud de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación (SCJN), de franca oposición a los cambios impulsados
por el nuevo gobierno, a la aplicación sectaria de la justicia a cambio de
conservar privilegios, manosear groseramente la interpretación de las leyes y
servir a intereses contrarios al nacional. Tenemos, desgraciadamente, un alto tribunal
que da malos ejemplos de venalidad, nepotismo y corrupción. Para ellos la defensa
de privilegios y canonjías es más importante que la defensa de la
constitucionalidad de las leyes y la limpieza de los procedimientos legales. Es
evidente que la transformación esperada tiene un cuello de botella que viste de
toga y birrete, a los que deshonra y prostituye. Entre ellos ha destacado el
Ministro Eduardo medina Mora, prianista encargado de la Sala Segunda de la SCJN
donde se ventilan ahora los casos de nivelación pensionaria del ISSSTESON y
que, según se sospecha, el fallo puede ser en contra de los trabajadores
quejosos y en favor de la leperada de un gobierno sin compromiso real con la
ciudadanía.
En Sonora hace frío, pero es fácil un
cambio de temperatura cuando los derechos de los trabajadores se vulneran,
cuando la rapiña atenta contra el patrimonio familiar, cuando la deshonestidad y
la corrupción nos asaltan y ofenden. El invierno sonorense puede darnos algunas
sorpresas, pero, independientemente de lo anterior, en Sonora se honra la
gastronomía y el olor a menudo ya invade el ambiente y las bebidas espirituosas
luchan por salir de sus envases. Digamos salud y prosperidad en el nuevo año
2019.
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