“Es cómplice de la falta quien apoya al
culpable” (Frase latina).
Vuelve a ser
noticia M. F. Beltrones, el ex del comité nacional del PRI. Ahora porque convoca
y come con el resto del rebaño tricolor que aprobó las “reformas estructurales”
de Peña, sin desaprovechar la ocasión para refrendar su apoyo a lo mismo que
aprobaron, lo que en sí parece una redundancia mediática con fines de
lucimiento en escena del citado político sin bigote. Le confieso que me asalta
el aburrimiento y se me escapa un largo y somnoliento “uuuuuleeeros” a modo de
bostezo con tintes de opinión ciudadana.
El habitante de
Los Pinos parece convencido de que está “moviendo a México” y anima a su homólogo
argentino a perseverar en sus esfuerzos reformistas porque “todo cambio
positivo genera resistencias”, a contrapelo de multitudes de argentinos que se
manifiestan en las calles gritando consignas y adjetivaciones contra el
visitante mexicano: los gritos de “asesino”, “asesino de maestros y
estudiantes” emergen de las gargantas bonaerenses, uniéndose en la distancia
con los maestros, padres de Ayotzinapa y otros ciudadanos y organizaciones que
están siendo “movidos” por las reformas estructurales que tanto complacen a
Beltrones y congéneres así como al autismo presidencial que ni ve, ni oye, ni
siente empatía alguna por el pueblo liso y llano que lo eligió (¿…?).
El alejamiento
entre pueblo y gobierno va de la mano con la cercanía dependiente del poder legislativo
respecto al ejecutivo (el judicial, por su parte, exhibe una complicidad
alarmante), enmarcado en el absurdo del famoso pacto “por México”, suscrito por
la triada necrológica PRI-PAN-PRD al inicio del sexenio y asumido como deber
clientelar por los partidos-franquicia satélites de éstos. Es claro que el
pacto significa, también, la esterilización del debate democrático y la
confrontación de las ideas y proyectos de nación que quizá alguna vez tuvieron
las siglas partidistas que ahora hacen de bueyes en la yunta neoliberal que
arrastra de un estercolero a otro a las instituciones nacionales.
Se sabe que como
producto del pacto es un hecho la aprobación anticipada de las llamadas
reformas estructurales, a pesar de ser instrumentos de sujeción pergeñados por
el FMI y la OCDE (reformas laboral y educativa) así como por el Departamento de
Estado bajo la égida de Hillary Clinton (reforma energética), y que se suman
por derecho propio a otros bodrios como el TLC (Salinas) que consagra la subordinación
productiva, al TLC-plus (Fox) que además compromete la seguridad nacional, y a
la reforma en materia de seguridad social (OCDE-Calderón con el aplauso del FMI),
lo que evidentemente ha sido un juego contra la nación desde el gobierno. En
cualquier otro país tal cosa se hubiera considerado un acto de extrema irresponsabilidad
y, más categóricamente, de traición, pero estamos en México, donde nuestra
identidad avergüenza al gobierno, en permanente búsqueda de no ser lo que somos.
Además, el
conflicto de identidad que padece el gobierno es compartido por los organismos
cúpula empresariales, obligados a apoyar al gobierno en sus funciones de
liquidador del patrimonio y la soberanía nacional. De no ser así no se podría
explicar razonablemente su beneplácito a la entrega de los recursos
estratégicos al capital trasnacional, como tampoco su beligerancia contra los
trabajadores de la educación en su defensa de la educación pública.
La intolerancia
a los pobres y a los luchadores sociales ha llevado a México a ser un país
donde la integridad y la vida de los periodistas críticos, de los ciudadanos
agraviados, de los estudiantes y maestros con aspiraciones sociales es azarosa
y carece de las garantías que son comunes en cualquier sociedad democrática.
Aquí la exhibición de la verdad y el reclamo de un derecho pueden ser causa de
defunción. En este contexto, la virulenta reacción de los empresarios contra
los maestros de la CNTE no puede sino alentar la represión descarnada que, en
otros momentos, como Aguas Blancas, Tlatlaya o Ayotzinapa, nos han estremecido
como sociedad y marcado como país.
Mientras Peña
felicita y apoya al neoliberal argentino Macri, se pone a prueba la capacidad
de asombro de los mexicanos con el rimbombante Sistema Nacional Anticorrupción
enmarcado en una extraña y paradójica disculpa presidencial, así como el alza
de los precios de los combustibles, los casos infames de corrupción, la
violación reiterada de los derechos individuales y sociales consagrados por las
leyes, la represión que flota en el ambiente y la certidumbre general de haber
sido convertidos en clientes, pero sin el derecho a mandar como consumidores.
Mientras los
modelos vigentes en economía, política, justicia, sociedad y cultura sean
diseñados en el exterior, y la ignorancia y el pragmatismo sean las conductas
políticamente correctas, solamente la oposición ciudadana organizada, leal y
comprometida, podrá dar cuenta de que aún tenemos un país con una gran riqueza
material y cultural donde otro proyecto de nación es posible. Construyámoslo.
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