La amenaza de los ajustes en la
miscelánea fiscal significan un golpe al estómago de los ciudadanos de a pie,
de esos que acuden a la tienda de la esquina, al puesto de comida rápida
callejera, a la modesta compra de ocasión que mitiga el hambre y permite seguir
la jornada sin el riesgo de caer víctima de un desmayo en plena calle. Son los
tamales, las tortas, las gorditas y los tacos, entre otros productos de
elaboración artesanal los que están en la mira de Hacienda, ya que a partir del
1 de julio pagarán 16 por ciento de IVA.
Su hamburguesa, sushi o percherón
tendrán el sabor amargo del abuso, de la carencia de madre que parece ignorar
el hecho de que el trabajador no desayuna, come o cena en restaurantes y
hoteles de cinco estrellas, sino en modestos puestos que más que hacer ricos a
los dueños, permiten la creación de uno o dos empleos a niveles de
sobrevivencia. Con el aumento del 16 por ciento, la economía de muchas familias
se va a desquiciar y, sin duda, las consecuencias repercutirán en el empleo y
el ingreso de los menos favorecidos del sexenio.
Al parecer el hambre es un recurso
susceptible de ser explotado en dos dimensiones: la primera, como ya se vio, es
electoral, habida cuenta lo permeable que puede ser un elector con el estómago
vacío, que puede caer con facilidad ante la oferta de una despensa, tarjeta de
descuento, material de construcción y similares; la otra, llena de perversidad,
es la de generar una oferta de mano de obra barata y acobardada capaz de tomar
lo que se le dé, por ejemplo contratos eventuales y sin derecho a antigüedad,
salarios inferiores a la inflación frente a constantes altas en los bienes de
consumo familiar, subcontrataciones que fraccionan y empobrecen la jornada de
trabajo y el ingreso, mayor facilidad para el despido sin responsabilidad para
la empresa, entre otros milagros de la reforma laboral que galopa por el campo
neoliberal.
Estas posibilidades obnubilan la
capacidad de razonamiento de las víctimas, de suerte que ya ablandados pueden
aguantar tragar ruedas de molino como por ejemplo leyes que coarten su libertad
de expresión, como puede ser el caso de la propuesta mongoloide contra los
“memes” en las redes sociales que se atrevió a lanzar una diputada local suplente
del partido Verde, justamente cuando la actual legislatura va de salida.
Otro ejemplo de auténtico abuso es la
pretensión de incrementar la tarifa del transporte público, haciendo que los
usuarios paguen 10 pesos por viaje, con lo que se incrementa
desproporcionadamente el costo de transporte diario de trabajadores y amas de
casa que por necesidad deben arrostrar los rigores del clima y el mal estado de
las unidades. Curioso caso en el que no se mejoran las condiciones del servicio
pero aumenta la tarifa. Entre los entusiastas apoyadores de este bodrio se
encuentran académicos integrados al Consejo Ciudadano del Transporte,
pertenecientes a la Unison, al Ciad y al Colegio de Sonora, así como el
presidente del Colegio de Economistas de Sonora. Aquí vale la pena recordar lo
dicho por el notable economista español José Luis Sampedro (917-2013): “Hay dos
clases de economistas; los que quieren hacer más ricos a los ricos y los que
queremos hacer menos pobres a los pobres”. Queda claro a qué categoría
pertenecen algunos consejeros.
En otro caso patético de torpeza, está
el proyecto de construcción de un auditorio en el Parque Madero, obra que no
resulta prioritaria en este sector citadino, que más que cemento requiere de la
siembra de más árboles, mejoramiento del sistema de riego y mejores condiciones
para el descanso y esparcimiento de las familias. El pretexto que pone la
autoridad (sic) es que cuentan con 10 millones de pesos que de no ser aplicados
se deberán devolver al DF porque así están etiquetados. Las razones huelen a
chantaje, a criterio de cuentachiles y a una clara ignorancia y desinterés en
conocer lo que realmente quieren los usuarios y vecinos de este nuestro único
pulmón vegetal. Resulta ridículo escuchar que los árboles serán “reubicados” sin
daño, pero considerando la experiencia que se tuvo con la destrucción del
parque de Villa de Seris hace varios años, en donde también hubo “reubicación”,
se puede afirmar que estos cambios lo único que dejan es la muerte de los
árboles y, consecuentemente, la deforestación del área, menor captación de agua
y el incremento de la temperatura ambiente. Con este tenemos otro ejemplo de
proyecto de última hora, ya que la administración panista va de salida.
Le comento otro ejemplo de trabajo
legislativo de última hora: para variar, un diputado del Verde propone la
reforma a la Ley Orgánica de la Universidad de Sonora, argumentando la
necesidad de revisar las funciones de la Junta Universitaria, ya que considera
que el mecanismo de elección de sus miembros es antidemocrático. Curiosamente,
no existe constancia de apertura democrática e incluyente en la propuesta, ya
que los propios universitarios parecen ausentes y ninguneados por el
legislador.
En ninguno de los casos citados existe
algún atisbo democrático, algo que permita suponer que el legislador o quien
toma las decisiones haya tomado en cuenta a los sectores más directamente
afectados. Independientemente de su calidad, llaman la atención estos esfuerzos
reformistas de fin de sexenio, de inicio de una transición administrativa que
como puede ratificar también puede rectificar las propuestas, que huelen a
oportunismo, a protagonismo barato y a hechura de trabajo sucio, tanto como a
preparación de lucimientos precoces de la administración que viene.
Mientras disfrutamos del grotesco
espectáculo de la política aldeana, fluye el agua a Hermosillo, trasvasada de
la presa El Molinito a la A.L. Rodríguez. Su calidad es por lo menos dudosa, su
potabilidad está condicionada al volumen de metales pesados que le aportaron
los derrames mineros que, grandes o chicos, pasados o presentes, debemos
acreditar a la cuenta de Grupo México. Y usted, ¿ya cuenta con seguro de vida y
cobertura de salud? Debiera.
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