“¡Oh, no eres tú mi cantar! / ¡No puedo
cantar, ni quiero / a ese Jesús del madero, / sino al que anduvo en el mar!” (fragmento
de La Saeta, de Antonio Machado).
Muchos han salido por piernas, otros por
llantas y algunos en alas de ilusiones propulsadas por dinero en efectivo y
rectángulos de plástico que dan fe de la capacidad de endeudamiento del
usuario. La circulación de personas, productos y dinero ve sus momentos más
fotogénicos en esta semana de inicio de la primavera de 2018, con flujo
constante y empaque de bonanza transitoria pateada al futuro inmediato con la
alegría del que respira para luego sumergirse en la anodina cotidianidad del
causante cautivo o furtivo.
La ciudad luce como debiera después de
una resaca colectiva: tranquila, somnolienta y reposada, dejando una huella de
carbono más débil que de costumbre y menos tensa en las interrelaciones con
otros residentes que optaron por el sedentarismo económico: “me quedo porque no
tengo para ir a ningún lugar, porque si me voy no tengo para regresar”.
Las calles semivacías y las casas solas
son parque de diversiones para los depredadores urbanos que no conocen mucho de
reglas de urbanidad: el robo en poblado moviliza a las fuerzas uniformadas y la
ley y el orden dejan de ser uniformes y armamento para convertirse en necesidad
ciudadana. Hay barrios y colonias cuya fama trasciende la comodona modorra de
las burocracias y la seguridad pública pasa a primer plano en el discurso
vacacional.
Los días de recogimiento religioso y las
tablas de la ley se aplican en la cerrada atmósfera de los templos, con
incensarios al vuelo y vestimentas que simbolizan la sangre derramada y por
derramarse por una sociedad ambivalente y contradictoria, víctima de una
especie de esquizofrenia que condena el pecado ajeno y justifica o disimula el
propio. Preferimos no darnos por aludidos cuando el gobierno aprueba leyes
que nulifican derechos y libertades moralmente defendibles y éticamente
indispensables, salvo que directamente afecten algún interés particular. ¿Cada
cual sus broncas y ahí se la echan?
Es semana de no pensar en la deuda
pública, en el robo de los fondos pensionarios, o su manoseo por parte de las
afores en el financiamiento de los ricos con el ahorro de los pobres, en el
alza de las gasolinas y su forzosa importación, en la impotencia de una
economía que se prostituyó e hizo dependiente de las drogas financieras de
occidente: ¿para qué la autosuficiencia científica, tecnológica, alimenticia,
farmacológica, informática, financiera, entre otras, si podemos ser súbditos
acríticos del FMI y clientes cautivos de las empresas transnacionales, de las
grandes cadenas y del discurso productivista-extractivista, mercantil y
económico de los gringos y asociados europeos?
Los días y las horas de la Semana Santa
son los últimos de un clima relativamente fresco en Sonora, coyuntura favorable
para noticias como la obtención del subsidio cíclico al consumo eléctrico, pero
ahora acreditado a voz en cuello a la gobernadora que gestiona y logra. La
emoción hace que broten un par de lágrimas furtivas y la gratitud inducida por
la prensa siempre atenta al palerismo
mercenario nos persuade que en este estado hay gobierno. De no ser así. ¿quién
paliaría los achaques de la cuenta corriente de los medios? La clave es la
distribución de los favores.
Tenemos la experiencia de que las
acciones del gobierno deben ser difundidas, aplaudidas y recordadas, y no sólo
ser acreditadas como el estricto cumplimiento de deberes y obligaciones
legalmente establecidos. Como el cumplimiento del deber es excepción, resulta
natural que se magnifique su acatamiento.
Pero ¿qué haríamos sin una
reinterpretación del Jesús que perdona y eleva a santo ipso facto a Dimas, el buen ladrón? ¿De dónde se agarraría el
sistema de justicia como cómplice del saqueo de los fondos pensionarios de
Sonora y el resto del país? ¿Tendría sentido moral el perdón anticipado de los
panistas y priistas a los atracos de sus correligionarios en el poder nacional
y local? ¿Sería prudente recordar el mega desastre ambiental ocasionado por
Grupo México en el Río Sonora, el nepotismo y saqueo inmobiliario o la muerte
por negligencia criminal de los niños de la guardería ABC?
Pero (siempre hay un pero) cada vez
somos más los que pensamos que el sistema es inmoral, inhumano, esencialmente
genocida y que debemos cambiarlo con urgencia, por motivos de legítima defensa.
Iremos, como los gitanos del poema de Machado, siempre en busca de escaleras
para subir a la cruz. Desclavemos al Cristo que redime y transforma la
pasividad humana en impulso revolucionario. Siendo así las cosas, ¿quién podría
legítimamente negarse al cambio este 1 de julio?
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