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domingo, 1 de abril de 2018

Semana Santa y contando


¡Oh, no eres tú mi cantar! / ¡No puedo cantar, ni quiero / a ese Jesús del madero, / sino al que anduvo en el mar!” (fragmento de La Saeta, de Antonio Machado).

Muchos han salido por piernas, otros por llantas y algunos en alas de ilusiones propulsadas por dinero en efectivo y rectángulos de plástico que dan fe de la capacidad de endeudamiento del usuario. La circulación de personas, productos y dinero ve sus momentos más fotogénicos en esta semana de inicio de la primavera de 2018, con flujo constante y empaque de bonanza transitoria pateada al futuro inmediato con la alegría del que respira para luego sumergirse en la anodina cotidianidad del causante cautivo o furtivo.

La ciudad luce como debiera después de una resaca colectiva: tranquila, somnolienta y reposada, dejando una huella de carbono más débil que de costumbre y menos tensa en las interrelaciones con otros residentes que optaron por el sedentarismo económico: “me quedo porque no tengo para ir a ningún lugar, porque si me voy no tengo para regresar”.

Las calles semivacías y las casas solas son parque de diversiones para los depredadores urbanos que no conocen mucho de reglas de urbanidad: el robo en poblado moviliza a las fuerzas uniformadas y la ley y el orden dejan de ser uniformes y armamento para convertirse en necesidad ciudadana. Hay barrios y colonias cuya fama trasciende la comodona modorra de las burocracias y la seguridad pública pasa a primer plano en el discurso vacacional.

Los días de recogimiento religioso y las tablas de la ley se aplican en la cerrada atmósfera de los templos, con incensarios al vuelo y vestimentas que simbolizan la sangre derramada y por derramarse por una sociedad ambivalente y contradictoria, víctima de una especie de esquizofrenia que condena el pecado ajeno y justifica o disimula el propio. Preferimos no darnos por aludidos cuando el gobierno aprueba leyes que nulifican derechos y libertades moralmente defendibles y éticamente indispensables, salvo que directamente afecten algún interés particular. ¿Cada cual sus broncas y ahí se la echan?

Es semana de no pensar en la deuda pública, en el robo de los fondos pensionarios, o su manoseo por parte de las afores en el financiamiento de los ricos con el ahorro de los pobres, en el alza de las gasolinas y su forzosa importación, en la impotencia de una economía que se prostituyó e hizo dependiente de las drogas financieras de occidente: ¿para qué la autosuficiencia científica, tecnológica, alimenticia, farmacológica, informática, financiera, entre otras, si podemos ser súbditos acríticos del FMI y clientes cautivos de las empresas transnacionales, de las grandes cadenas y del discurso productivista-extractivista, mercantil y económico de los gringos y asociados europeos?

Los días y las horas de la Semana Santa son los últimos de un clima relativamente fresco en Sonora, coyuntura favorable para noticias como la obtención del subsidio cíclico al consumo eléctrico, pero ahora acreditado a voz en cuello a la gobernadora que gestiona y logra. La emoción hace que broten un par de lágrimas furtivas y la gratitud inducida por la prensa siempre atenta al palerismo mercenario nos persuade que en este estado hay gobierno. De no ser así. ¿quién paliaría los achaques de la cuenta corriente de los medios? La clave es la distribución de los favores.

Tenemos la experiencia de que las acciones del gobierno deben ser difundidas, aplaudidas y recordadas, y no sólo ser acreditadas como el estricto cumplimiento de deberes y obligaciones legalmente establecidos. Como el cumplimiento del deber es excepción, resulta natural que se magnifique su acatamiento.

Pero ¿qué haríamos sin una reinterpretación del Jesús que perdona y eleva a santo ipso facto a Dimas, el buen ladrón? ¿De dónde se agarraría el sistema de justicia como cómplice del saqueo de los fondos pensionarios de Sonora y el resto del país? ¿Tendría sentido moral el perdón anticipado de los panistas y priistas a los atracos de sus correligionarios en el poder nacional y local? ¿Sería prudente recordar el mega desastre ambiental ocasionado por Grupo México en el Río Sonora, el nepotismo y saqueo inmobiliario o la muerte por negligencia criminal de los niños de la guardería ABC?

Pero (siempre hay un pero) cada vez somos más los que pensamos que el sistema es inmoral, inhumano, esencialmente genocida y que debemos cambiarlo con urgencia, por motivos de legítima defensa. Iremos, como los gitanos del poema de Machado, siempre en busca de escaleras para subir a la cruz. Desclavemos al Cristo que redime y transforma la pasividad humana en impulso revolucionario. Siendo así las cosas, ¿quién podría legítimamente negarse al cambio este 1 de julio?

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