"- ¿Cuantos
trabajadores irán a la huelga? - Toda la fábrica. Unos 3000. - Que los fusilen
a todos. No quiero que haya obreros insatisfechos” (Charles Chaplin en El Gran Dictador).
Usted
seguramente dejó una
importante actividad fuera de su agenda por dedicar el tiempo a presenciar el
“debate” entre los cinco candidatos a la silla presidencial. Canceló citas,
pospuso reuniones, reagendó buena parte de su domingo familiar o de ameno
cotorreo entre algunos amigochos y vecinos cercanos del tercer tipo. La vida le
puso en la nuca la pistola de la curiosidad y, por qué no, de la más legítima
expresión del morbo político y, ante esa oferta suculenta, aunque predecible,
se desparramó a dos nalgas en cómodo sillón y se dejó llevar por los medios que
dieron cobertura al show estelar de la noche.
Tenemos el curioso caso de una
organización preñada de parcialidad y de periodismo faccioso, donde la
solemnidad del trato simulatorio de oquedades morales e intereses chayoteros
lució sus mejores galas, aunque sin disimular un ápice la andanada concertada
de preguntas insidiosas que sirvió de marco a la parodia chabacana que
representaron Meade, la Zabala, el Bronco y Anaya. Frente a ellos estaba AMLO,
capoteando un temporal sin novedades, que fue de aguante y carrera de
resistencia durante una hora de aburrimiento y cansancio para quienes esperaban
un pronunciamiento particularmente propositivo. Pero fue historia sabida,
cuento reciclado, anécdota vieja que se repite hasta el bostezo y la náusea.
Tuvimos un domingo marchito, síntesis de los desaires del sistema a la
democracia como aspiración no lograda.
Le confieso que me receté el debate
completo por pura disciplina, por hacer un ejercicio de voluntad capaz de
vencer el impulso poderoso de cambiar de canal y disfrutar de una buena
película de terror, como divertimento paliativo de la tragedia nacional
representada por el gusano panteonero del PRIAN (Meade, el Bronco, la Zabala y
Anaya) y montada por un instituto que no garantiza absolutamente nada. Lo más
triste es que ni siquiera logré enojarme lo suficiente como para desahogarme
con mexicana alegría: las mentadas de madre las dejo para mejor oportunidad,
los comentarios sarcásticos apenas resultan expresiones coloquiales y la ironía
nace, crece, se reproduce y muere en el ciclo de las intervenciones bajo el
estricto guion del ataque a AMLO. Tras el esfuerzo realizado sólo me queda
cargar energías para cuando se de el inevitable fraude electoral. Usted como
yo, empiece a juntar piedras.
En
otros asuntos, llama la
atención, aunque ya no tanto, la oscura propensión que tiene el gobierno de
regatear el derecho a huelga que tiene los trabajadores en los términos de la
Ley Federal del Trabajo. La reciente huelga del STEUS revela la facilidad con
la que las autoridades del trabajo interpretan torcidamente la norma jurídica
para declarar la inexistencia y amenazar con despidos a los trabajadores que
ejercen ese derecho. Desde luego que esta situación no es, ni mucho menos,
producto de la casualidad o de la torpe perversión de tal o cual funcionario
venal. La declaratoria de inexistencia obedece a la necesidad de dar
cumplimiento a una política ridícula: “Cero huelgas”, para garantizar la paz
laboral y atraer inversionistas a Sonora, aunque seamos un estado sin agua y se
acojan inversiones mineras, cerveceras y demás que impactan severamente la
calidad del ambiente y la disponibilidad de agua para uso doméstico.
Según el juicio profesional de un grupo
de abogados independientes que accedieron a participar en un “conversatorio
jurídico” organizado por los dos sindicatos universitarios, le quedó claro a la
audiencia integrada por trabajadores y estudiantes, que se había cometido una
ilegalidad al dar por archivado el expediente relativo a la revisión
contractual 2018 del STEUS con la Universidad de Sonora. La verdad jurídica es
que el sindicato actuó de acuerdo con la norma legal vigente, y que fue una
clara violación a su derecho la decisión de la Junta Local de Conciliación y
Arbitraje, la Secretaría del Trabajo del Gobierno del Estado sobre archivar el
expediente y la del juez que rechazó el amparo. En Sonora no existe vigencia
del derecho laboral salvo en beneficio del patrón que, en este caso, se
apresuró a alinearse con el gobierno al considerar improcedente la acción
emprendida por los trabajadores.
En este movimiento, quedó claro que la
parte patronal representada por el rector de la UNISON sigue el guion anti
laboral del gobierno y se pliega a intereses y compromisos que nada tienen que
ver con las altas responsabilidades formativas de la Universidad, sino más bien
todo lo contrario. La huelga existió, fue legal, aunque les produzca urticaria
a los enemigos de los trabajadores y sus luchas.
En México y en Sonora urgen los cambios
políticos, sociales y legales que permitan al país y al estado reencauzar su
rumbo hacia una sociedad democrática, incluyente y justa para todos. La
oportunidad se presenta el día 1 de julio. Aprovechémosla.
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