"Olvidamos que el ciclo del agua y el
ciclo de la vida son uno mismo" (Jacques Y. Cousteau).
Los reportes internacionales revelan una
situación inimaginable desde el punto de vista humano: grandes regiones de
nuestro planeta sufren de sequía grave y extrema, y otras más afortunadas están
en riesgo de cambiar su estatus gracias a la sobreexplotación de los recursos
hídricos. El agua no es un recurso tan renovable si consideramos la creciente
contaminación ambiental y el deterioro de las cuencas hidrológicas donde la
agricultura comercial cargada de substancias químicas y la expansión de las
ciudades que privilegian el cemento, antes que las áreas verdes, sofoca y
envenena la recarga de los mantos acuíferos y desertifica la mancha urbana.
La temperatura ambiente se eleva como lo
hacen los consumos de electricidad y la necesidad de aire fresco y de líquidos
que beber repercuten en las economías domésticas y replantean la calidad de
vida de los trabajadores y sus familias. Giramos como locos en una
descontrolada vorágine de causas y consecuencias que termina en los
presupuestos públicos y los estados contables de las empresas. Aquí nadie se
salva, ni teniendo dinero para gastar en aire acondicionado, cubitos de hielo y
vacaciones de verano. El clima puede más que los asientos VIP en las terminales
aéreas porque el aterrizaje en la realidad cotidiana llega, no cuando uno lo
espera, sino cuando debe llegar.
En las alturas del vuelo, abajo se
dibuja un horizonte cargado de azul; tenemos agua en cantidades navegables, el
mar es infinito, pero limitado. Uno de sus limites es la superficie donde
vivimos, que descubrimos como la fuente principal de contaminación porque hemos
desarrollado una enorme capacidad para lanzar venenos al aire, al agua y a la
propia tierra. Leemos con modorra que hay una enorme masa de plástico flotando
en el mar, casi del tamaño de México, que revela hasta dónde llega nuestra
extraña compulsión por el desperdicio, y pensamos en la economía, en la
política de desarrollo de las naciones y en las recetas del Fondo Monetario
Internacional, con sus “cartas de intención”, las políticas de ajuste, los
criterios de inversión, las leyes que permiten el suicidio colectivo a nombre
del progreso y la generación de empleos.
Nos dicen que el Noroeste de México es
una zona crítica en materia de disponibilidad de agua, pero nos revelan que el
futuro, tanto de Sonora como de Baja California y Chihuahua es promisorio
gracias a las inversiones millonarias que planean hacer empresas cerveceras
beneméritas como Constellation Brand o Heineken, poniendo en el mapa a lugares
como Mexicali, Obregón y Meoqui, como polos futuristas de la pujante industria
cervecera conde habrá empleo e ingreso, aunque a costa de una drástica
diminución del agua disponible para consumo humano. ¿Nos tendremos que bañar
con cerveza calidad exportación en el mediano plazo? ¿La ebriedad de unos
competirá con la hidratación de otros y las crudas sólo serán efectos de una
deshidratación por ingesta forzosa de líquidos?
Nos enteramos de que en Mexicali dijeron
no a la cervecera y defendieron su agua, a despecho del gobierno que había
anunciado la buena nueva como un logro de su siempre avispada gestión. Pero los
caminos del capital son infinitos y sus designios inescrutables: no se puede en
Mexicali, pero ¿qué tal en Obregón Sonora, donde también hay un río que derrama
sus dones y hay gente progresista y amiga de los negocios?
Las fuerzas vivas cajemenses en su lucha
contra el “Acueducto Independencia” de Padrés, en su momento manifestaron su
férrea oposición dispuestos a defender el agua del Yaqui, patrimonio líquido de
una región reputada como agrícola donde tradicionalmente las consideraciones
federales han privilegiado a sus productores, aunque parece que el actual gobierno,
con clara vocación transnacional, quiere seguir con su compulsión internacional
al abrir el espacio económico a inversiones de nueve cifras que van a “generar
empleos”, a cambio de chupar miles de millones de metros cúbicos que habrán de
ser descontados de las expectativas de consumo de los productores agrícolas y
ciudadanos lugareños. ¿Ahora dirán también que rechazan el proyecto de
inversión de Constellation Brands, bendecido por la gobernadora Pavlovich, o de
repente aceptarán lo que en otro sexenio y con otra envoltura combatieron? ¿Querrán
cambiar agua por cerveza?
El reloj de la catástrofe hidrológica
suena cada vez más fuerte, su “tic-tac” es imposible de ignorar, pese al canto
de las sirenas del empleo e ingreso para los trabajadores de la entidad… El
agua es el factor de vida universal, y el futuro, tanto de Baja California,
Chihuahua y Sonora es una materia que necesita de líquido vital para
cristalizarse. Sin agua potable, disponible y accesible, no hay inversión que
valga. ¿Lo entenderá la gobernadora, o no es “tema” para su gobierno?
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