“El
trabajo más productivo es el que sale de las manos de un hombre contento” (Víctor Pauchet).
Como se sabe, los sindicatos
universitarios guardaron cadenas y banderas rojinegras para otra ocasión. Los ofrecimientos
en grado de insulto, dieron los frutos esperados, a pesar de ser notoriamente
insuficientes, ridículamente bajos, precariamente satisfactorios y absurdamente
alejados de la realidad del día a día de los trabajadores de a pie frente a los
costos de la subsistencia en estas tierras cachoreras y lixiviadas, rezongonas pero mansas, criticonas pero
apaciguables con promesas de campaña, ofertas irrechazables de un mejor futuro,
pero muy en el futuro, cuando la mayoría esté muerta, casi-muerta o de plano momificada y envuelta en papeles cuyo
origen bien puede ser los volantes de protesta repartidos, los periódicos
sindicales y las mantas que tuvieron poco uso y escaso lucimiento mediático. La
vida sigue su curso, los discursos, ruedas de prensa y afanes reivindicatorios
ya forman parte del inventario colectivo de anécdotas. Los estudiantes pueden,
en la recta final del semestre cuando todo ya está decidido, estudiar en paz…
La solución del conflicto, una vez más,
fue la pachorra administrativa, la amenaza de algunas incomodidades en caso de
tener que hacer guardias, el calorón que se sufre fuera de las refrigeradas
aulas universitarias y el desprestigio institucional que sudan los profesores
cumplidos y formalmente comprometidos con horarios y formatos, becas y
estímulos, y las posibilidades de lograr un retiro burocrático como sea y cuando
el destino los alcance. Para otros parece que fue la oferta de un bono por una
sola vez que colmaría transitoriamente sus posibilidades inmediatas de consumo.
En cualquier caso, las violaciones al
contrato colectivo de trabajo, los reclamos de rezonificación, de mejores medidas
de seguridad e higiene, de salario remunerador, de seguridad social plena y
satisfactoria en materia de servicios de salud, pensiones y jubilaciones y vivienda,
de respeto a la bilateralidad del reglamento de becas, de los mecanismos de
ingreso, promoción y permanencia contenidos en el Estatuto del Personal Académico
(EPA), de transparencia y honestidad en el manejo de los recursos
institucionales, de cumplimiento de las obligaciones patronales con el
Isssteson, entre otros aspectos centrales, pueden esperar a que el infierno se
congele porque, al parecer, no eran tan urgentes o importantes y así lo
evidenció una mayoría de votos porque las cosas sigan igual, o peor.
La imagen institucional queda
inmaculada, porque no hubo huelga; el gobierno de la señora de Torres se apunta
un logro porque no hubo huelga; la burocracia universitaria suspira tranquila
porque la sucesión rectoral será bendecida con la calma panteonera que
obsequian los sindicatos porque no hubo huelga. Menos mal que no hubo huelga…
Menos mal que el contrato colectivo de
trabajo no es importante y que todo se puede arreglar con convenios de corte
inmediatista, verdaderas invitaciones al olvido de obligaciones legales y de
trato justo hacia la parte trabajadora. Menos mal que los profesores universitarios
prefieren la calma narcótica de la rutina del llenado de formatos y el
cumplimiento de horarios antes que emprender una lucha por éstas y las futuras
generaciones de profesionistas dedicadas al servicio universitario docente.
Menos mal que la combatividad de los trabajadores se puede canjear por beneficios
por una sola vez, y que la precariedad de las medidas de seguridad e higiene,
así como la falta de respeto hacia el valor del trabajo, pueden caber fácilmente
en la bolsa común de las reivindicaciones fallidas de las masas proletarias.
Sonora está en paz, la universidad está
en calma, los funcionarios de una y otra esfera de relaciones pueden gozar de
un merecido descanso, sin problemas, porque además se atraviesa el 1 de mayo,
día feriado que se conmemora bajo techo, en el CUM hermosillense, mientras que
los ciudadanos comunes y corrientes bien pueden broncear la piel y calcinar sus
recuerdos por las calles y avenidas de la ciudad, donde marchan a caballo los
ganaderos y a pie los asalariados. Menos mal…
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