“Somos
engañados por la apariencia del bien” (Horacio).
No hay duda que en Sonora existen
evidencias de que el pasado no fue mejor y que el presente riñe con el futuro
por lograr las mejores marcas en el abatimiento de males sociales, como son la
pobreza y la inseguridad. Recientemente la gobernadora declaró en Cd. Obregón y
Huatabampo que están siendo superadas las feas y deslucidas marcas del abandono
económico y la marginación, gracias a la instalación de algunos comedores y
estancias infantiles en la entidad. La señora Pavlovich subraya los sacrificios
que ha hecho y lo satisfecha que se siente con los resultados.
La señora hace notar públicamente sus esfuerzos,
roturas de alma, a la par de la inmensa satisfacción de poder dar la cara, en
estos actos protocolarios, y ponderar sus propios logros en un ejercicio de
transparencia auto-valorativa que, entre otras cosas, demuestra lo bien que
combina el asistencialismo con el manejo de imagen.
Por su parte, el delegado de Sedesol,
Rosario Rodríguez, alaba el éxito del primer año del gobierno local, gracias a
la gestión de la gobernadora en congruencia con la política social del
presidente Peña, a quien se debe acreditar que en tres años se han abatido los
índices de pobreza extrema y pobreza en general, a partir del resultado a la
baja en el siempre complaciente recuento oficial del número de pobres.
Por si esto fuera poco, los delegados de
economía y gobernación, así como el de Profepa, aplauden los logros en Sonora y
el apoyo federal a nuestra entidad, y nos regalan la noticia de que los
recortes federales no afectarán la suave marcha del gobierno que cumple un año,
en consonancia con el gobierno que tiene tres. Como quien dice, en el país y la
entidad la crisis nos da risa.
Por el lado de la seguridad pública
también están de plácemes, ya que el tremendo panorama de la delincuencia y sus
funestas consecuencias materiales y morales, ha encontrado poderoso obstáculo, a
partir del día 3 del presente, gracias a la operación del número mágico e
internacional del 911. Antes, seguramente no había condiciones para dar
respuesta a los llamados de emergencia de la población, pero ahora las
corporaciones están ligadas y sus acciones coordinadas mediante las virtudes
representadas por esos tres simples dígitos.
Las maravillas del C5i con componentes
tecnológicos provistos por una empresa privada que cobrará lo suyo, dejan atrás
la modesta operación del C4 y el irrelevante número 066. ¿Quién puede dudar de
la sagacidad y previsión del presidente Peña al adoptar por decreto el número
911, tan prestigiado en las series de televisión que nos mandan de EEUU y que
consumimos con viciosa fruición? Parece ser obvio que los sistemas de alerta y
prevención del delito y, en su caso, los de respuesta inmediata a las
emergencias ciudadanas, funcionan mejor cuando el gobierno los pone en manos de
la lógica extranjera y del aporte remunerado de alguna empresa que, como es
natural, hace negocios.
Sin negar la importancia que tienen los
gobiernos mediáticos y sus efectos psicológicos en el ánimo de la población, no
podemos dejar de considerar que todo ser humano es un ente bio-psico-social, de
donde queda claro que los determinantes de nuestra relación con la realidad no
son únicamente los derivados de la percepción o la influencia de los medios,
sino que también los propios del disfrute de factores entre los que destacan la
alimentación, salud, vivienda, empleo y seguridad social.
A pesar del curioso y bobalicón
optimismo oficial que acompaña y enmarca al primer año de gobierno de la señora
Pavlovich de Torres y el comprensible despliegue declaratorio de los delegados
federales y los funcionarios locales, aún queda por explicar al pueblo de
Sonora la presencia de una masa creciente de indigentes en las calles, hordas
de desempleados y empleados precarios, trabajadores al borde de un ataque de
inanición ante la realidad económica que se aproxima en medio de una nube de
zopilotes; o los derechohabientes de las instituciones de salud y seguridad
social que ven cada vez más pequeños los cuadros básicos de medicamentos, y que
deben suplir al personal de enfermería en las necesidades básicas del familiar
enfermo, y que deben de ir a comprar, a la hora que sea, materiales de curación
y medicamentos inexistentes en los hospitales.
O los trabajadores cansados y enfermos
que tienen que seguir en sus puestos porque el gobernador en turno ha dispuesto
de los fondos para pensiones y no es posible la expedición oportuna del
dictamen jubilatorio, así como otros funcionarios que saquean las arcas
públicas y que también gozan de una impunidad que se compra con fianzas y
amparos.
Asimismo, los estudiantes que carecen de
aulas y pupitres y aulas que no cuentan con pizarrones y otros medios y
materiales didácticos; o los plateles donde campea la inseguridad y donde la
cuota es requisito para la inscripción, para la obtención del certificado, y
multitud de jóvenes que abandonan la escuela por tener que trabajar en apoyo a
la economía familiar, en medio del triunfalismo de tal o cual “reforma”
fallida.
O la incapacidad para generar empleo
digno y decorosamente remunerado, donde la antigüedad laboral no desaparezca
con cada contrato. O el porqué de una economía que no crece y que debe acudir a
los recortes presupuestales periódicos y a la cesión de espacios económicos
prioritarios a la inversión extranjera privada, lo cual no es necesariamente un
triunfo, pero se pretende acostumbrarnos a que sí lo es.
El triunfalismo oficial cae como balde
de agua fría en la jeta de los económicamente hipotérmicos habitantes de
Sonora, aunque quizá por tener algo de que aferrarse, se opta por un discurso
onírico, chapucero y ridículo. Pero, al fin y al cabo, sólo hay un primer
informe y hay que disfrutarlo. ¿Felicidades?
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