“Sólo es hombre bueno el que lo es para todos”
(Publilio Siro).
Hermosillo se pone en el mapa del
vandalismo público y privado como nunca en nuestra historia reciente. La ciudad
se cae a pedazos mientras el municipio queda bajo amenaza de envenenamiento
colectivo gracias al patrocinio de Grupo México y el apoyo complaciente del
gobierno en sus tres modalidades y competencias, dado que el derrame tóxico
debe interesar tanto al federal como al estado y, desde luego, al municipio, lo
cual no necesariamente ocurre en sentido que la población demanda.
Tenemos una cada vez mayor incidencia de
problemas de salud personal y social, debido al aporte significativo de la
delincuencia organizada o espontánea que dan cuenta de la cara fea y ridícula
de una sociedad en crisis. ¿Qué conducta se puede esperar de quienes apenas
sobreviven con trabajos eventuales, sin empleo o condenados a una vida de
privaciones formalizada en menos de tres salarios mínimos? ¿Cuál es la
respuesta de un padre de familia agobiado por la lejanía inaccesible de los
bienes de consumo familiar? ¿Qué debemos esperar de una madre atenida a las
condiciones de vida miserables e inseguras de un matrimonio juvenil hecho al
“ai se va”. ¿Cuánto dura el amor y el respeto cuando no hay qué comer porque no
hay empleo e ingreso disponible?
Ahora que ha llovido con cierta
frecuencia y copiosidad, Hermosillo se revela como una ciudad expuesta a los
eventos naturales y el municipio acusa una vulnerabilidad preocupante en cuanto
la calidad de vida y el suministro de los bienes naturales y sociales que requiere
para su existencia y desarrollo. El agua y la delincuencia se convierten en
preocupaciones centrales de las que el único que aparenta ser inmune es el
gobierno, gracias al expediente facilón de que “ya se van”. Pero, a pesar de
que los días del gobierno se agotan, las acciones no parecen estar encaminadas
al cumplimiento del mandato sino a cubrir huellas sospechosas que quedan como
manchas indelebles, magnificadas por el desorden estatal que asombra por su
viciosa rapiña.
La prensa nos informa que el parque
vehicular de la policía y tránsito se encuentra prácticamente abandonado,
convirtiéndose en chatarra día con día por “falta de mantenimiento”; que sale
muy caro dar mantenimiento al parque recreativo de La sauceda, así que el
gobierno espera concesionarlo a particulares mientras que opta por su abandono.
Los robos, asaltos y asesinatos llenan las páginas de los periódicos y dan de
qué hablar en las reuniones sociales y los encuentros casuales en vía pública;
el tema de conversación recurrente es la amenaza que se cierne sobre Hermosillo
debido a los contaminantes que arrastran las aguas y depositan en la presa El
Molinito, proveedora de agua al municipio, así como los crímenes que se cometen
y que van de asaltos en cajeros automáticos hasta asesinatos por riñas,
violencia intrafamiliar, asuntos ligados al crimen organizado, rencillas
personales, o simples arrebatos de frustración que estallan sobre la cara
maquillada de una economía en colapso.
Cansa. Verdaderamente harta saber que se
investiga a tal o cual funcionario por manejo indebido de recursos públicos, de
enriquecimientos sexenales o trianuales, pero que no terminan de ser juzgados
conforme a derecho; enerva y crispa recordar que la impunidad puede ser
transexenal, independientemente de que el gobierno sea del PRI o del PAN, como
es el caso del obsceno aval de políticos del PRI a la “solvencia moral e
intachable conducta” de los dueños de la guardería ABC aun gozando de obscena
impunidad. Desespera la manipulación de la información sobre el daño ecológico
y los riesgos y peligros que enfrentan los pobladores del río Sonora, Bacanuchi
y San Miguel por la absurda complacencia de las autoridades, que ante los
excesos y abusos contra los pobladores
rivereños y del área rural de Hermosillo, salen a dar explicaciones que solamente
cubren la apariencia de comunicación siendo opaco e impenetrable el escudo
protector contra los delincuentes que lo mismo contaminan el agua y la tierra
que inundan y arruinan el patrimonio de las familias.
Mientras que en Sonora nos desayunamos
con las noticias de los fraudes perpetrados por las figuras del gobierno en
turno, los cortes de energía que sufre Cananea gracias a que la Comisión
Estatal del Agua no ha cubierto su adeudo a CFE, rumiamos el dato de que Pemex
ha sufrido pérdidas por $84 mil millones de pesos acumulados en el segundo
trimestre del año, y que la CFE ha perdido $35 mil millones de pesos en este
año.
El deterioro de la economía productiva y
la ambiental viene acompañado de la destrucción del tejido social, de la unidad
familiar, del conjunto de valores que nos unen y protegen como conjunto humano,
y aun así, muchos de nosotros no somos conscientes de que los problemas
solamente pueden aumentar y que una solución no se va a dar mientras sigamos
“resolviendo” los problemas de la misma manera. La evidencia más clara es que cada
elección seguimos votando por los mismos, en una curiosa relación de
dependencia que borda en los terrenos del sado-masoquismo y escribe con letras
de sangre la oscura pulsión suicida de la parte inconsciente y apática del
pueblo mexicano. Tan es cuestionable la ausencia de gobierno como lo es la
cómoda y facilona complicidad social.
Para concluir este comentario, ¿de
verdad queremos cambiar? ¿Nuestras quejas y lamentaciones son auténticas y
llevan consigo el ánimo de resolver, o solamente expresan algún tipo de
reacción que permanece dentro de los límites de lo políticamente correcto sin
ir más allá de formar una nueva ola de opinantes molestos pero alineados? Usted
dirá…
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