Curioso
asunto el de la donación de un terreno para la construcción de un hospital
Shriners en Hermosillo. Interesante aspecto de la vida citadina en tiempos del
PAN. Las buenas intenciones del alcalde López Caballero de favorecer la
construcción del nosocomio especializado en tratamiento de pacientes quemados
mediante la generosa dotación inmobiliaria, se vino abajo al revelarse que Shriners
no tiene intención de establecer tal unidad en la capital de Sonora. Es decir,
se aprobó por el Ayuntamiento la donación de un terreno de 35 mil metros
cuadrados en el Parque Industrial Norte, para nada. Desde luego, alguien
investiga.
Lo que
parece ser una chamaqueada a costillas de los serios y formales regidores y,
por extensión, los ciudadanos de esta Nobilis Urbe, está lejos de ser una broma
estudiantil, habida cuenta que la desincorporación ese terreno corre el riesgo
de caer en manos de algún particular con buenas conexiones y pocos escrúpulos,
lo cual no debe permitirse. La experiencia hermosillense habla del saqueo
inmobiliario por parte de personas y empresas cercanas al poder, donde destaca
el caso de los terrenos del vaso de la presa A. L. Rodríguez, la superficie que
se ha convertido, de la noche a la mañana, en fraccionamiento de lujo, así como
dolor de cabeza y amenaza de expropiación para los vecinos de La Victoria y El
Tazajal que ven con temor las avenidas del río San Miguel.
El hambre
de terrenos prácticamente gratuitos acompañados de total impunidad operativa,
hacen posible que el sueño de muchos urbanistas de ocasión se vuelvan realidad,
sabedores de que el ciudadano común se refugia en las redes sociales, asiste
quizá a una o dos marchas, mientras la maquinaria del gobierno y particulares
VIP sigue construyendo bordos, nivelando terrenos, desmontando y rediseñando
por las vías de hecho la topografía hermosillense todos los días, de cara al
pueblo que ve inundados sus hogares, sus derechos violados, su patrimonio
arruinado, sus esperanzas perdidas. La legalidad, cuando aparece, parece estar
reñida con la justicia.
Por el
lado del palacio de gobierno, cerca de dos millares de burócratas ponen a
crujir sus huesos y a rechinar sus dientes, ante la cada vez más cercana fecha
del cambio de poderes. El 13 de septiembre inicia un capítulo si no nuevo si
distinto en la sucesión de gobernantes neoliberales en Sonora, lo que siempre
es tema de conversación en los corrillos de quienes viven del presupuesto. Los
niveles de mando que arrancan con el de subdirector y termina con el de
secretario ya ponen sus barbas a remojar en la tradicional poda sexenal,
mientras que los trabajadores de base denuncian trampas porque algunos
funcionarios son bajados de nivel para no ser considerados de confianza, es
decir, “despedibles”. No estaría mal que la próxima administración revisara los
expedientes y considerara la trayectoria de los que se quedan, aunque también
de los que se van, si a pluralidades vamos. Ocurre que muchos funcionarios se
han profesionalizado en el servicio público y, en consecuencia, han acumulado
experiencia e información que puede ser valiosa para el nuevo gobierno. Aquí
cabe considerar que tanto es desperdicio no aprovechar la experiencia como
atenerse a las recomendaciones, sugerencias o negociaciones de incorporar a
sujetos con apellido pero sin asunto en el gobierno.
Por el
lado del sector salud, crece el clamor en las redes sociales acerca de la
inminente privatización del IMSS e ISSSTE, en el sentido de que sus servicios
serán reducidos al nivel básico, dejando a las empresas médicas privadas la
atención de enfermedades crónico-degenerativas, cáncer, artritis reumatoide y
padecimientos renales, entre otros. Diversas autoridades han salido a desmentir
la noticia, asegurando que de lo que se trata es de proporcionar un mejor
servicio. Lo cierto es que médicos y enfermeras alertan acerca de este grave
asunto y denuncian por los medios a su alcance que la privatización avanza.
Mientras
las autoridades intentan desmentir estos cambios, en los hospitales ya se han
retirado los equipos de hemodiálisis, se ha convertido en negocio privado el
servicio de ambulancias y es inminente la subrogación de los servicios de
imagenología (conjunto de las técnicas y de los procedimientos que permiten
obtener imágenes del cuerpo humano con fines clínicos o científicos).
Como se
puede ver, el gobierno sale a desmentir lo que en los hechos realiza y expresa
su política de privatización y destrucción del sector salud. La seguridad
social en México está siendo sacrificada en aras de convertir en negocio
privado un bien público, un derecho humano internacionalmente reconocido, ahora
convertido en una mercancía más a la que muy pocos enfermos pueden tener acceso
gracias al nivel de ingresos de la mayoría de los mexicanos y, por otra parte,
a la dudosa calidad y responsabilidad de los agentes privados. No es lo mismo
lo que se dice y lo que se hace. El ciudadano mexicano es víctima permanente
del engaño y la manipulación mediática.
En este
contexto, ¿qué ocurre con los funcionarios públicos estatales y municipales?
¿Qué pasa con los integrantes de la cámara de diputados y la de senadores? ¿A
qué hora dejaron de ser representantes del pueblo para convertirse en gestores
de negocios privados? ¿Cuándo terminaron como viles empleados de las
trasnacionales?
La
nación, la entidad y el municipio requieren de un replanteamiento de los por
qué, los para qué y los cómo del servicio público. Urge recuperar el sentido de
las proporciones, el sentido común, la autoestima, el significado profundo del
deber y la satisfacción de su cumplimiento. Cosa de esforzarse…
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