"El que desee ser engañado, que sea engañado."
Nuevamente nos maravillamos con la aparentemente
ilimitada capacidad de incumplimiento de obligaciones que exhibe con singular
desparpajo tanto el gobierno del Estado como el municipal de Hermosillo, unidos
en santa cruzada que ondea la bandera albiceleste y que honra la consigna de
“el deber es lo primero”.
Nuestros pitufos en el gobierno y la administración
pública local parecen competir por un premio regional de incumplimiento de
pagos al Congreso del Estado, a los titulares de los derechos del agua que
alimenta el Acueducto, a los transportistas agrupados en Sictuhsa, a la empresa
del seguro que respalda al predial, y a una nutrida tropa de prestadores de
servicios que, en estos momentos, deben estar ensayando tonadas ante el hecho,
casi consumado, de que se quedarán chiflando en la loma debido a que las
promesas de cumplimiento de pago no constituyen una equivalencia del mismo.
En este contexto, las reuniones protocolarias de los
equipos de transición suponen algún tipo de intercambio de cortesía y señales
de posibles componendas, ya que sin elementos de juicio sólidos en forma de
dictámenes y reportes sustentados en la documentación oficial correspondiente,
abren la puerta a sospechas de simulación y complicidades. ¿Para qué sirven las
preguntas protocolarias sin datos duros que sustenten sus respuestas? Sin
embargo, cabe acreditar que del lado del equipo entrante se cierne la sombra de
una realidad que en simples palabras se puede expresar así: "¡Sonora está
quebrado!"
Por más que se quieran minimizar los daños y adoptar
una conducta políticamente correcta, la realidad de nuestra ciudad capital y la
entidad en su conjunto colma la prudencia y la contención ciudadanas, de suerte
que la expresión “estamos hasta la madre” pudiera ser suficientemente
descriptiva del ánimo de cada vez más ciudadanos en posición de ejercer sus
derechos cívicos y políticos.
Desde inicios del siglo actual, cada seis años a la
población se le engaña con el expediente del cambio, asumiendo que la
alternancia resolvería los crecientes problemas de la entidad. Actualmente se
sigue ignorando voluntariamente que la experiencia nacional indica que tanto el
PRI como el PAN se han complacido en exhibir las recetas del buen gobierno de
manera acrítica y sin tener voluntad de aplicarlas en beneficio del país.
La creciente corrupción se ha visto acompañada con
pérdida de soberanía, aumento de la delincuencia asociada a una mayor presencia
militar y de inteligencia por parte de EE.UU., mayor inseguridad tanto social
como pública ligada a las reformas “estructurales” que ambos partidos han
impulsado a cualquier costo, aumento creciente de la contaminación ambiental y
agresiones a los pueblos originarios conectados al saqueo de recursos naturales
y concesión de su explotación a trasnacionales, privatización de los servicios
de salud, educación, seguridad, administración de justicia (hay cárceles
privadas), entre otros aspectos, en un afán enfermizo por imponer un modelo
económico y político probadamente inútil para generar progreso y bienestar para
la población nacional.
En Sonora, la relación con el vecino del norte se ha
traducido siempre en una mayor cesión del espacio económico y político
mexicano. No hace mucho, funcionarios del gobierno local proclamaban que
Guaymas se constituiría en el “puerto comercial de Arizona”, en el marco de una
relación subordinada a sus intereses. Ahora se sigue deseando servir de tapete
económico al progreso extranjero so pretexto de las relaciones bilaterales
armónicas.
Nuestro estado ha sufrido verdaderas calamidades por
falta de un espíritu nacionalista que anime a empresarios y gobernantes, que
haga frente a los fenómenos ligados a la “globalización” con la mira puesta en
obtener realmente beneficios y no volver
a un pasado colonial que debe quedar en la historia. Lamentablemente no hay funcionarios
de peso que aspiren a impulsar progreso con soberanía desde las oficinas de la
ciudad y el estado.
A lo anterior se añade una incapacidad patológica para
impulsar proyectos locales con capital nacional que generen empleo digno e
ingreso decoroso para los trabajadores, de generar atenuantes en la aplicación
de las absurdas reformas que, como la laboral, agreden profundamente a los
trabajadores y afectan la armonía social, en el marco de la soberanía
restringida de la entidad federativa. No hay gobierno que actúe de acuerdo al
concepto de “estado libre y soberano” sino en el marco de una absurda
subordinación ligada a un esquema de recompensas y favores entre los dos
partidos dominantes.
Hoy, mientras se juega a la transición, el pueblo de Sonora
sufre las consecuencias del derrame tóxico producto de la negligencia criminal
del grupo México. Si al sospechosamente mal desempeño administrativo del
gobierno actual se le añaden las consecuencias ecológicas, económicas y
sociales del derrame, y no sólo el descuido sino la abierta complicidad y ganas
de dar carpetazo al asunto por parte del gobierno estatal y federal, entonces
se cuenta con razones más que suficientes para sumarse al paro nacional del 14
de octubre próximo.
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