El asunto del doctor Mireles parece
como la punta del iceberg mexicano que revela una parte sensible de la
descomposición social. Un luchador social que, harto de la impunidad y la
violencia, se pone a defender al pueblo y a sí mismo mediante la organización
de ciudadanos armados que buscan respeto y justicia en tierra de nadie. Lo
primero que salta a la vista es la ausencia de gobierno y, cuando aparece, lo
hace al lado de los transgresores de la ley.
El agotamiento del respeto y
credibilidad de la autoridad hace que la organización de los auto-defensas
michoacanos sea una respuesta deseable en muchos lugares del país. No pocos ven
como solución la organización ciudadana armada contra los usos y abusos tanto
de autoridades como de criminales en actitud de dueños y señores de pueblos y
ciudades. El país, según perciben cada vez más observadores, es víctima de la
ingobernabilidad irrefrenable auspiciada, se dice, por el propio gobierno por
comisión y por omisión. La ley, es este terreno, es el garrote con el que se
castiga a la disidencia, a la oposición ciudadana al desorden y la
intranquilidad convertida en sistema de relaciones locales y regionales.
Mientras que el poder ejecutivo
impulsa medidas que son claramente reivindicatorias del supuesto derecho
extranjero a usar y abusar de los bienes y recursos nacionales, el legislativo
hace de comparsa incondicional en la entrega de la nación y el judicial avala
los abusos y excesos de la banca y la iniciativa privada contra el patrimonio
ciudadano y nacional. En este contexto, las voces de alarma se oyen por todo el
territorio y reclaman el despertar de la ciudadanía y la exigencia de sus
derechos arteramente vulnerados.
En materia energética, se ha celebrado
por parte de los legisladores del PRI y el PAN la reforma que entrega de nueva
cuenta el petróleo y la electricidad al extranjero, en violento giro de reversa
a la expropiación petrolera de 1938 y la nacionalización eléctrica de 1956. Sus
peligrosas y nefastas consecuencias se han explicado de muchas maneras en
diversos medios de comunicación por miembros de la comunidad académica nacional
(http://youtu.be/UrIyjT5aJJM) así como por observadores extranjeros
(http://www.youtube.com/watch?v=CUvl12En4fM).
La más reciente puñalada al interés
nacional está representada por la reciente aprobación de la Ley de
telecomunicaciones conocida como Ley Televisa que afecta seriamente libertades
fundamentales en un Estado democrático en beneficio de un consorcio privado,
con lo que se confirma que el interés privado está por encima del público y de
la función social del gobierno (http://www.jornada.unam.mx/2014/07/06/politica/002n1pol).
En todo este asunto de las reformas
instrumentadas por el gobierno de Peña Nieto, ha sido evidente la presencia
extranjera, en defensa obvia de sus intereses y con el propósito, a contrapelo
de la historia post-revolucionaria, de favorecer a los mismos intereses que
medraban en la laxitud legal y política del porfiriato. En este sentido, hablar
de reformas es un simple eufemismo de entrega de los recursos al extranjero
mediante una recolonización financiera y crediticia que irrumpe en el panorama
nacional con la fuerza de hacer que el gobierno modifique las leyes y afecte el
orden constitucional.
En la raíz de este desastre legal e
histórico se encuentra la inmensa corrupción que campea en las instituciones de
la república, cuya expresión más calar en ofensa al interés público son,
precisamente, las reformas iniciadas en la década de los 80 que fueron
profundizadas en los años 90 y que lograron, en este inicio del siglo XXI,
regresar al país a la situación de anarquía y corrupción, tanto como
complicidad apátrida con el extranjero, en forma de las reformas impulsadas por
Salinas de Gortari, Zedillo Ponce de León, Fox Quesada y Calderón Hinojosa,
para acelerarse dramáticamente con Peña Nieto.
El caso Mireles, expresa a su manera, las
consecuencias del desorden nacional, la entrega absurda e irresponsable de
nuestro patrimonio y el grado de descomposición social a que nos ha llevado la
corrupción pública y privada. En este contexto, el ciudadano común se encuentra
en la mira de la represión política disfrazada de legal, como puede atestiguar
el propio doctor Mireles y quienes lo han acompañado en sus esfuerzos.
Quizá esta gota de ignominia nos
persuada de que en México existen presos políticos y se persigue al ciudadano
que señala los vicios y perversiones del poder público. Probablemente la
ciudadanía despierte de la modorra futbolera y decida hacer algo en beneficio
de ella misma, de su tranquilidad futura y de su autoestima como mandante, de
acuerdo con la constitución mexicana. El horno nacional no debe estar para
bollos emponzoñados (http://www.jornada.unam.mx/2014/07/06/politica/013n1pol).
Somos el país de los gasolinazos, las
alzas constantes en precios de las subsistencias populares, en el raquitismo
permanente de la capacidad adquisitiva de los consumidores, en la dependencia
alimentaria de empresas trasnacionales que envenenan cultivos, tierra, agua y
ambiente, como es el caso de Monsanto, o la desmesurada ambición de los
productores internacionales que priorizan el beneficio comercial respecto al
fin de alimentar a la población nacional; padecemos el incremento de la
delincuencia y de la intromisión extranjera en los asuntos nacionales, llegando
a poner en manos de otros la seguridad nacional. Preferimos ser clientes en vez
de productores, de ahí que la inversión en ciencia y tecnología sea
insignificante en comparación con otros países. La educación, en este contexto,
solamente prospera como negocio y no como vía para la superación personal y el
progreso social (https://www.youtube.com/watch?v=tqek5N5qzuM).
La solidaridad con Mireles y el apoyo
ciudadano a causas como el de las víctimas de la guardería ABC, son expresiones
del hartazgo de voltear para otro lado cuando el país sufre por la corrupción
institucionalizada, por la desposesión ciudadana de los derechos elementales
que la propia Carta Magna y las convenciones internacionales reconocen y
tutelan. En medio de este desastre, es alentador que grupos de ciudadanos conscientes
por diversos medios apoyen las causas que a todos nos competen (http://www.dossierpolitico.com/vernoticias.php?artid=145462).
Hay esperanzas.
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