Al parecer el supremo gobierno de la
república mexicana se empeña en acelerar los cambios constitucionales y las leyes
secundarias que permitan la libre explotación de nuestros recursos por parte de
las trasnacionales de Europa y Norte América, ya sin las trabas legales y
políticas que, bajo el pretexto de la soberanía nacional, dificultaban echarles
el guante a las riquezas de la superficie, subsuelo, mar patrimonial y espacio
aéreo, así como el espectro electromagnético susceptible de ser concesionado.
A pasos agigantados y con dispensa de
discusiones y trámites engorrosamente democráticos, los señores legisladores
proveen lo necesario para lograr el sueño neoliberal de ver un país sin
fronteras económicas precisas y una población modernizada a punta de leyes y decretos no expropiatorios
sino de “ocupación temporal” (http://www.expreso.com.mx/nacional/85437-senado-avala-en-lo-general-y-particular-leyes-de-industria-electrica-y-geotermica.html).
La palanca de cambios de la historia económica
nacional también tiene reversa y, los largamente esperados frutos de la presión
sobre los gobiernos nacionales, ahora son servidos en bandeja de plata por los
patrióticos senadores y diputados, de cara a las grandes transformaciones que
en materia de desperdicio y abuso energético están en boga en otras latitudes.
La idea de proteger el ambiente, el
agua y el aire, son conceptos más que obsoletos y chocan con la siempre
novedosa panacea de la fractura hidráulica (fracking) o el cultivo y consumo de
organismos genéticamente modificados (OGM), exigidos como muestra de
cooperación para el progreso por parte del gobierno corporativo de Washington a
los países de la periferia a los que hay que “ayudar a desarrollarse” lo
quieran o no. El chantaje por vía del financiamiento al desarrollo resulta
revelador si se ve desde la perspectiva de un país que bien puede tener su
propia idea de progreso, en contraposición con la avasalladora uniformidad de
las políticas emanadas del FMI y el Banco Mundial.
Es claro que la independencia y
soberanía de las naciones permite una mentalidad y una forma de hacer las cosas
de acuerdo al interés nacional, lo que significa que el país puede ser culpable
de desobediencia y, por eso, la presión económica se ejerce hasta el punto de
hacer añicos la economía local y sus expectativas de bienestar. Los gobiernos
periféricos terminan cediendo soberanía a cambio de ser deudores forzosos de la
generosidad de Estados Unidos, lo que equivale a vender el alma al diablo a
cambio de un respiro momentáneo en la relación bilateral que es, por
definición, inequitativa y perversa.
México debe recordar los logros de la
expropiación petrolera en 1938 y las promesas de ser dueños de nuestro propio
destino, lo que se amplía en 1956 con la nacionalización de la industria
eléctrica. Cárdenas y López Mateos, en su momento, explicaron a la nación el
significado económico y político de ambas medidas que dieron nervio y sustancia
al artículo 27 constitucional en el terreno de los hechos. La industria
nacional tuvo bases firmes para su despegue y, en los años 60 y 70, el apoyo al campo y demás actividades
productivas se vio complementado con la creación (entre otras entidades
públicas) del Fideicomiso instituido en relación al agro (FIRA), Almacenes
Nacionales de Depósito (ANDSA), el impulso de la industria agroquímica con
Fertilizantes Mexicanos (Fertimex) y el mejoramiento de semillas para proveer a
nuestra soberanía alimentaria con la Productora Nacional de Semillas (Pronase),
así como un sistema de apoyo a los productores mediante precios de garantía y
canales de comercialización de los productos del campo, del productor al
consumidor, a través de Almacenes Nacionales de Depósito (ANDSA) y la Compañía
Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo) que, mediante una cadena
nacional de tiendas y almacenes así como
otros organismos, sirvieron de base material y administrativa para el Sistema
Alimentario Mexicano (SAM), ya que tanto el productor como el ciudadano
consumidor tuvieron acceso al crédito y mercado para sus productos, como al
abasto de bienes de subsistencia a precios accesibles para los trabajadores.
Actualmente están en proceso de
liquidación algunas empresas estatales de gran significancia económica y
social, como por ejemplo: Banco Nacional de Crédito Rural (Banrural),
Ferrocarriles Nacionales de México (Ferronales), la agencia nacional de
noticias Notimex, Luz y Fuerza del Centro, y qué decir del impacto de las
reformas a las leyes del IMSS e ISSSTE, que golpean la seguridad social de los
trabajadores y entregan a los especuladores extranjeros los fondos de pensiones
y jubilaciones.
Desde luego que este conjunto de entidades
que revelaban la materialización de propósitos de justicia social no podían
llegar muy lejos frente a la ola privatizadora, de ahí que en los años 80 se
diera un golpe de timón hacia la derecha y se instaurara el neoliberalismo a
tono con la política que compartían Estados Unidos e Inglaterra. La llamada
“reaganomiks” hace su entrada triunfal con el auspicio de Miguel de la Madrid Hurtado
y Carlos Salinas de Gortari. Los años 90 son la puesta en escena de cambios
constitucionales y normativos que socaban la soberanía proyectada en décadas
anteriores bajo el argumento de la modernización, la puesta al día de nuestra
economía y nuestra política. Se firma el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (TLC) y con él de nueva cuenta parece ser legal y obligatoria la
ventaja del producto extranjero sobre el nacional, desapareciendo aquello de
que “lo hecho en México está bien hecho”.
La liquidación de los bienes
nacionales a cambio de pequeñas cuotas de participación y un océano de
corrupción se cristalizan en forma de nuevos tipos de contrato, como los de
usos múltiples, de riesgo compartido y los “incentivados”, en beneficio de las
trasnacionales explotadoras de hidrocarburos, lo que ocasiona una intensa campaña
de publicidad a favor de estas medidas de simple explotación y beneficio de los
recursos nacionales por parte de las empresas extranjeras, continúa
profundizándose sin interrupción durante la docena trágica de los gobiernos del
PAN con la absurda figura de la “cogeneración de energía eléctrica” para que
ésta pueda ser producida por empresas privadas, para llegar a tocar fondo con
el gobierno de Peña Nieto con las recientes reformas “estructurales”. Tanto el
PRI como el PAN han refrendado en cada cambio del titular del Ejecutivo Federal
su convicción entreguista y apátrida. El discurso neoliberal cala los huesos de
la república y deteriora a pasos agigantados el tejido social.
Las reformas, si lo queremos resumir,
han significado pérdida de soberanía, profundización de la dependencia
tecnológica, financiera, científica, comercial y educativa, entre otros
aspectos. Se ha perdido la capacidad de diseñar la política económica de
acuerdo a los intereses y propósitos de desarrollo del país, para entregarla a organismos
económicos internacionales. Con lo anterior, queda en duda si podemos llamarnos
Estado o simplemente colonia de alguna soberanía, como por ejemplo Estados
Unidos. Para España, la enfermedad neoliberal mexicana ha significado la
recuperación colonial de grandes porciones económicas para explotar: bancos,
aseguradoras, cadenas comerciales, empresas productoras de energía, entre
otros. Estamos en plena recolonización de México por las trasnacionales y de
aprovechamiento de las nuevas disposiciones que minan las defensas del país
contra el saqueo y la explotación abusiva de sus recursos, bajo el supuesto de
abaratar los costos de los servicios y de “mover a México”, asunto que en otras
partes del mundo ha sido coronado con el más sonado fracaso. Las reformas
neoliberales en Portugal, Grecia, España, entre otros miembros de la Unión
Europea hoy en grave predicamento económico y social, dan fe de ello.
Seguramente México está experimentando
todos los modelos atrasados y fracasados que ha habido para que no quede duda
de su inoperancia. El mantra privatizador en realidad nos ha tratado de
convencer en estos últimos 30 años que es mejor comprar que producir. Somos un
país que se complace en imitar acríticamente al extranjero, acomplejados como
lo estuvo Porfirio Díaz por el color moreno de su piel. El endiosamiento del
hombre blanco y barbado parece ser una asignatura pendiente de superar, desde
la mítica Tenochtitlan hasta estos días de paroxismo legislativo a favor del saqueador
trasnacional. Pero las elecciones no están tan alejadas como pudiera pensarse.
¿Ya se preparó psicológicamente para la resistencia civil? ¿Ha pensado en la opción
de una huelga general en defensa de la economía familiar y el patrimonio
nacional? ¿Ya está pensando en quién será el acreedor de su voto? Más vale con
tiempo.
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