Todo parece indicar que la izquierda
oficial ha sufrido un percance mayor. No se sabe si el producto era de mala
calidad o si se trata de una descompostura por problemas de manejo, lo cierto
es que el cachivache político y franquicia electoral un día se atora y el otro
no avanza. Para muestra está la adhesión al mamotreto neoliberal llamado Pacto
por México, inexplicable chapuza que cancela en los hechos la división y
soberanía de los poderes de la república, el supuesto de la representatividad
legislativa y la búsqueda del bien común. ¡Cuál lejos están los días en que los
partidos tenían y sustentaban una ideología propia y distintiva que les daba
teoría y práctica diferenciada y que lograba materializarse en un programa
coherente, de cara al pueblo! ¿Acaso, se cambiaron principios por intereses
clientelares y prebendas político-electorales? Parece que sí.
La triste y ridícula realidad es que
los partidos políticos que integran nuestro sistema están viciados, si no de
origen, si durante el trayecto histórico que crea y transforma las estructuras
que representan nuestra actualidad. La parafernalia político-electoral es una
muestra más que evidente de la inutilidad de la voluntad popular frente a los
intereses de los grandes medios de comunicación.
En este contexto, la izquierda
electoral navega con ambigüedad ejemplar y sus acciones son más bien reacciones
debidamente retrasadas de las medidas que toma la derecha en el control del
escenario económico y político nacional para bien de los saqueadores
extranjeros para los que trabaja. Hace mucho que no se sabe de una respuesta inmediata,
fuerte y oportuna de la izquierda en su conjunto, aunque haya manifestaciones
de entereza y dignidad política, donde destaca por su posición coherente el PT
y el MC, en defensa del interés general en las materias objeto de las últimas
reformas constitucionales.
El fin del año 2013 sugiere recuento
puntual, análisis y síntesis de lo ocurrido y de las causas y razones que
impulsaron las decisiones tomadas. Mientras esto ocurre, se puede adelantar que
el país perdió frente a las grandes corporaciones internacionales de la
energía, minería, comunicaciones, alimentación, finanzas y educación, entre
otras. Lo anterior es evidente si se analiza e contenido de las “reformas
estructurales” que celebra el gobierno de Peña. Cada cesión de derechos implica
una cesión de soberanía frente a corporaciones que buscan beneficios con un
mínimo de costos. En particular, desde los años 90, el gobierno ha empleado
casi el mismo argumento para disminuir el dominio de la nación sobre sus
recursos, y la soberanía ha corrido la misma suerte al abrir espacios de
intervención extranjera en los otrora asuntos reservados de manera exclusiva a
la nación. Tenemos un gobierno que reduce su ámbito de competencia y trabaja
para aumentar el del extranjero, lo que en tiempos de cordura y dignidad
nacional hubiera supuesto traición a la patria.
Mientras que el cinismo adorna el
discursos de los gobernantes, la hipocresía condimenta sus juicios sobre los
males nacionales, lo que se traduce en una nación que ha desarrollado una
enfermedad autoinmune que afecta la memoria histórica, la coherencia del marco
normativo y la visión de futuro, porque no es lo mismo ser un país independiente
y soberano que una colonia de explotación de recursos. La idea de modernidad
atada al impulso extranjero parece sacada del anecdotario porfiriano, donde el
gobernante despreciaba el color de su piel y menospreciaba la capacidad propia
frente a la extranjera. La inferioridad corresponde a la mexicanidad siempre
anhelante de ejemplos que imitar, de tonos de piel más claros, de costumbres
más modernas, de referentes más deseables. Somos un pueblo sujeto al arbitrio
del poder extranjero por nuestra propia incapacidad de sentir orgullo nacional.
La ignorancia es culpable y nos lleva a buscar la aprobación externa antes que
la construcción de referentes propios.
Pongo por caso a Sonora, que ante la
ofensiva ley migratoria en Arizona los connacionales no dejaron de ir de
compras a Tucson, por lo que el boicot no llegó a ser una verdadera amenaza
para el comercio de aquella entidad. La idea de solidaridad y compromiso con
los migrantes fue menos fuerte que la del cortoplacismo mercantil, la moda o
los supuestos ahorros personales que en los hechos contribuyen a la bonanza de
una economía que no es la nuestra.
Pero, volviendo a la izquierda, parece
necesario que los ciudadanos rescaten la bandera de la defensa de las mayorías
nacionales de cara al capital local o foráneo, y que analicen las propuestas y
las acciones de los partidos políticos y, en todo caso, apoyen con su voto al
que mejor interprete las necesidades locales y nacionales. Aquí queda claro que
las fórmulas tradicionales y actualmente mayoritarias no califican en la
confianza de los ciudadanos. En este
contexto, Morena parece ofrecer una esperanza de cambio con sentido
nacionalista. Se vale probar.
También se vale hacer un ejercicio de
optimismo y desear a usted y a su familia un feliz año nuevo.
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