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lunes, 9 de diciembre de 2013

En garras de lo posible

El debate sobre la reforma energética nos remonta por asociación de ideas a las tormentosas jornadas cívicas del México de fines de los años 30, sólo que ahora son los extranjeros los que marcan la línea que, al parecer, siguen puntualmente los integrantes  de la dupla PRI-PAN en el poder legislativo, mientras que el pueblo, detrás de la barrera, acampa y se manifiesta por la defensa de la patria, representada por muy pocos en el seno del congreso. Las reformas peñistas  a los artículos 25, 27 y 28 son, simple y llanamente, el restablecimiento de las condiciones que había antes de la expropiación petrolera y, para decirlo claro, una reversa al legado del General Lázaro Cárdenas.

Hoy como ayer, el pueblo se pronuncia en favor de la república y los superiores intereses de la patria, desde fuera del recinto oficial donde se debate y al margen de la voluntad de la mayoría legislativa que forma en las filas del neoliberalismo de guarache. “¡No a las reformas!” “¡Pemex no se vende!” son, entre otras, las consignas que lanza el pueblo movido por una legítima preocupación, por un sincero temor de que la historia nacional vaya en reversa y lo que se ganó con sacrificios se pierda por un acto estupidez lacayuna en obediencia a los intereses de las trasnacionales.

Ningún analista serio puede entender el por qué se pretende liquidar el patrimonio nacional y ponerlo en manos de los extranjeros. Nadie puede dar una explicación apegada a la historia y a la norma mexicana, toda vez que la tendencia mundial es la recuperación de la industria petrolera por el estado, debido a que la privatización no fue una solución sino un problema para las economías nacionales. La liquidación de los activos estatales a partir de la segunda mitad de los años 70 y su vertiginoso incremento en los siguientes 30 años, dejó de ser una política razonable a inicios del siglo XXI y el cambio de tendencia marcó el surgimiento de una nueva concepción de lo nacional donde la protección del patrimonio fue la piedra angular de la política económica ante el avance y los excesos de las empresas trasnacionales que emprendieron una recolonización desmesurada.  El nuevo nacionalismo latinoamericano surge como respuesta a los embates de Europa y Estados Unidos y el orgullo y la celebración de la identidad nacional nuevamente ocupan el lugar que les corresponde en el discurso gubernamental, como hoy lo pueden atestiguar países como Venezuela, Ecuador, Uruguay, Bolivia y Argentina.

Pero en México, a contracorriente, los señores diputados y senadores se empeñan en “hacer patria” entregando sus riquezas, convirtiéndose en agentes del imperialismo, en simples lacayos de las potencias que han hecho su fortuna a través del saqueo, el chantaje y la manipulación, además del socorrido mecanismo de corrupción público y privado que aprovecha las ambiciones cortoplacistas de personajes y organizaciones venales y de conducta prostibularia, como son en este caso, los organismos empresariales y los funcionarios públicos al servicio del capital extranjero.

La fortaleza de Pemex es incuestionable si se considera su envidiable posición internacional como productora de petróleo y su enorme potencial en el aprovechamiento de sus derivados. Si su costo de producción de un barril es de US 9.00 y se vende a US 100.00, entonces, ¿por qué el gobierno se empeña en decirnos que se requiere de inversión extranjera y que es urgente dar concesiones de explotación de los recursos nacionales?

El impulso privatizador del gobierno neoliberal de México carece de lógica, más allá de los aparentes compromisos de la elite política y empresarial con el capital extranjero al que defienden e impulsan irracionalmente. En esa virtud, el pueblo de México se organiza y sale a las calles, establece un cerco en el poder legislativo, lanza consignas, debate y propone la defensa del patrimonio nacional, el mejor aprovechamiento de los recursos, el alto a la corrupción, la recuperación de la dignidad nacional y el ejercicio responsable y nacionalista del poder y la autoridad.

En este ánimo, comparto con el amable lector un fragmento salido de la pluma de don José Saramago:
   
Privatización, que se privatice todo
Fragmento de Cuadernos de Lanzarote (1993-1995)

Que se privatice Machu Picchu, que se privatice Chan Chan, que se privatice la Capilla Sixtina, que se privatice el Partenón, que se privatice Nuno Gonçalves, que se privatice la catedral de Chartres, que se privatice el Descendimiento de la cruz de Antonio da Crestalcore, que se privatice el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, que se privatice la cordillera de los Andes, que se privatice todo, que se privatice el mar y el cielo, que se privatice el agua y el aire, que se privatice la justicia y la ley, que se privatice la nube que pasa, que se privatice el sueño, sobre todo si es diurno y con los ojos abiertos. Y, finalmente, para florón y remate de tanto privatizar, privatícense los Estados, entréguese de una vez por todas la explotación a empresas privadas mediante concurso internacional. Ahí se encuentra la salvación del mundo... Y, metidos en esto, que se privatice también a la puta que los parió a todos. 



 Esperemos que la cordura y el amor a la Patria logren vencer a nuestros enemigos encaramados en el poder público.

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