Muchas cosas obedecen a la ley de gravedad, independientemente de su naturaleza y temporalidad. Así, pues, tenemos que muy malas cosas nos han caído de “arriba”, si vemos nuestra posición en el mapa del continente. Las gallinas gringas ubicadas en el palo intermedio de Norteamérica cagan a las de abajo, en este caso, las mexicanas. Cabe aclarar que las canadienses obran de otra manera y en otro lugar de la geografía habida cuenta la influencia de los gringos que, a contra lógica geográfica, están en la cima del palo político continental y mandan sus detritus a donde se les pega la gana. Para ellos todo es “abajo”.
Desde luego que pone de cabeza el
concepto de “soberanía”, de “independencia”, de “dominio” de la nación sobre
sus bienes, forma de gobierno, cultura y hábitos de consumo, sea de vestuario,
preferencias musicales, de cine, televisión, incluso de formas y maneras de
delincuencia; nuestras ideas acerca de la familia han cambiado gracias a la ley
de gravedad y, a estas alturas, hasta el concepto de justicia y las formas de
administrarla pasan por las cañerías de los Estados Unidos.
¿Usted cree que fue idea mexicana el
cambio del sistema de justicia penal? ¿O los cambios al Código Civil en la
década de los ochenta a noventa? ¿O las ideas casi obligatorias sobre la
diversidad sexual? Para tener una idea clara sobre esto habrá que voltear hacia
arriba, y en retrospectiva ver que el aparato excretor de las gallinas de
arriba manda por gravedad lo que le sobra y tiene para repartir.
Como gallinero subordinado, tenemos que recibir las cargas de excremento que nos mandan de “arriba”, lo que incluye los efectos de los estropicios que ocasionan los vecinos del norte en Centro y Sudamérica: la sobreexplotación de los recursos naturales, la constante presencia de personal diplomático metiendo la nariz en decisiones que debieran ser de la exclusiva competencia de los gobiernos nacionales, la actividad impúdica y manifiesta de agencias de “inteligencia”, comerciales, antidrogas, religiosas, culturales, de desarrollo, entre otras producto de la imaginación intervencionista de “arriba” que, de manera privilegiada, realiza tareas de desestabilización política y penuria económica en donde se le ocurre.
El campo de batalla en que se ha
convertido nuestro subcontinente genera inseguridad, miseria, incertidumbre
tanto económica como política y, desde luego, deuda externa, ampliación del
radio de influencia de las transnacionales, subordinación de los gobiernos a
las cagarrutas de “arriba”, lo que provoca desaliento, minusvalías emocionales
y políticas, de suerte que los partidos políticos topan con un muro de mierda cuando
ofrecen salidas nacionalistas, y no falta qué organización ciudadana señale
horrorizada que el país “se hunde” y que el gobierno nos lleva a una
“dictadura”.
Es lógico que la gente se vaya de sus
lugares de origen, no por turismo ni aventura ni por ganas de cambiar de aires,
sino por los efectos de la influencia extranjera que sigue la lógica de que las
ideas, intereses, recursos mediáticos y coacción política caen por gravedad en
el territorio y las conciencias de los nacionales del sur. El caso es que las
migraciones van de sur a norte porque en el sur las oportunidades de una vida
vivible y decorosa se han agotado por el impacto de la pestilencia que viene
“de arriba”. La migración que vemos traspasando nuestras fronteras es el efecto
rebote de lo que viene del palo superior del gallinero continental.
En consecuencia, el sur inmediato a EEUU
obra como pañal geográfico y, por tanto, responsable de contener la diarrea
provocada por las medidas expansionistas y depredadoras de los vecinos gringos.
La amenaza de los aranceles y la política de mandar la basura al traspatio
demuestran que las gallinas de arriba cagan a las de abajo.
Es claro que urge replantear nuestras
relaciones con otros gallineros y ver la forma de convertir este traspatio en
un país soberano, en los términos del derecho internacional. No será fácil pero,
ya sin el agravante de los gobiernos del Prian, podremos confiar en que se
darán los pasos necesarios y convenientes para honrar nuestra independencia y
libertad. Que así sea.
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