“La
corrupción es un problema cultural” (Enrique
Peña Nieto).
¿Ha visto esas películas gringas donde
un tipo conspira contra otro, contrata hampones para que lo madreen y tras
cumplida la tarea va a visitarlo y le ofrece su apoyo en lo que necesite? Pues
más allá de tramas cinematográficas donde la perfidia y el ánimo conspiratorio
en niveles ratoneros son las estrellas, en Sonora vemos algo así como la
versión política del caso y donde el papel protagónico lo llevan la
gobernadora, los diputados prianistas y los legisladores electos. Unos luchan
por agotar antes de su inicio al próximo gobierno y otros por defender su
derecho y dejar constancia de que la voluntad popular ya se manifestó, pese a
quien le pese. Los ciudadanos, en tanto, miran absortos la pantalla, comen
palomitas de maíz y tragan sorbos de líquidos azucarados de difícil digestión y
peor aprovechamiento en forma de promocionales y discursos del éxito que han
tenido las reformas del holograma que habita Los Pinos.
Pese al evidente ninguneo de la voluntad
popular la “gober” de Sonora pone cara de corrección política porque, sabedora
de tener dos extremidades superiores, con una mano golpea a los diputados electos
de Morena mientras que tiende la otra para posar en la foto de la conciliación
mediática: “ya pasó la campaña y ahora debemos trabajar juntos”, dice, en un
ejercicio lamentable de la vieja política priista del porrazo y sobada.
Sin embargo, en el contexto generado por
el torpe golpe legislativo propinado al equilibrio de poderes de Sonora, nadie
le cree y pocos pasarán a decir esta boca es mía salvo que sean prianistas
libres de escrúpulos de conciencia. El pueblo ya decidió y parece que los
funcionarios neoliberales de guarache que aún sufrimos no acaban de entenderlo.
Triste papel, pero la historia como la vida misma se abre paso de cualquier
manera.
La técnica de golpe y sobada parte del
supuesto de que hay alguien tan poderoso que puede hacer de chicle no sólo la
ley sino la autoestima y la dignidad de un pueblo largamente agraviado; pero
¿quién se engaña sino el que pretende verle la cara de tontejo al otro en un
escenario tan claramente iluminado por el interés ciudadano? Existe memoria
colectiva y conciencia crítica, aunque quienes están acostumbrados a las
componendas, moches y complicidades no lo vean ya que su forma de vida y
carrera se basa en el engaño, la manipulación, el juego de apariencias y la
corrupción en sus muchas y variadas maneras. La verdad, la honestidad, la
legalidad y el respeto a los demás no encajan dentro de sus esquemas de
relación por lo que juegan con ellos mediante declaraciones políticamente correctas,
pero sin asidero en la realidad cotidiana, por eso puede haber similitudes en
el discurso sobre los grandes problemas sociales, aunque esencialmente
distintos en cuanto a los verdaderos propósitos: las formas se podrán parecer,
pero el fondo no es el mismo. Por un lado, se pretende conservar el poder para
unos cuantos y, por otro, se trata de lograr un país donde todos seamos iguales
en el ejercicio real de derechos y obligaciones.
Es claro que la mano tendida es simple y
sencillamente una sobada mediática tras el golpe legislativo claramente
inconstitucional y decididamente ofensivo a la voluntad del ciudadano elector pero,
después de todo, no hay cambio que no
tenga opositores que luchan con fuerza para que todo quede en el lugar y
condiciones de antes, y que haya personajes que se sientan con el derecho a
seguir abusando del erario, del pueblo y de una posición privilegiada que
aparenta ser democrática en los términos de la formalidad electoral, pero que
perdió su esencia tras los casos comprobados de fraude, arbitrariedad y
deshonestidad facciosa de los funcionarios electorales, tráfico de influencias,
enriquecimientos “inexplicables”, violencia institucionalizada y crecientes
lazos de dependencia con el extranjero.
Como se ve, en el prianismo hay manos
que se tienden para golpear al ciudadano de una u otra manera, pero quienes
luchan con honestidad y decisión por la justicia social no dan concesiones a la
corrupción ni tienen esa cultura.
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