“El estado llama ley a su propia
violencia y crimen a la del individuo” (Max Stirner).
Duele la cara de pena ajena, el alma se
pone de rodillas y exclama “¿por qué, por qué, por qué?”, en medio de temblores
del esqueleto y rubores que, en rápida sucesión, enrojecen el rostro y hacen palidecer
el civismo. En serio, ¿qué necesidad había de que la señora de Torres, a la
sazón gobernadora de Sonora, hiciera de porrista estudiantil durante la visita
de ese señor de apellido Meade, que concita el albur, a estas tierras tan
llenas de atractivo para las mineras y tan deseadas por los gringos de Arizona?
Seguramente ninguna, pero la dignidad y el decoro también tiene derecho a
vacaciones decembrinas, ¿o no?
Hablando de otros asuntos, pesa la
amenaza de suspensión de servicios médicos este fin de mes a los organismos
afiliados a ISSSTESON que no hayan firmado un convenio, aceptando nuevas
condiciones para acceder a los servicios del Instituto. ¿Usted cree que tienen
derecho a ejercer semejante presión sobre los trabajadores afiliados? ¿Se le
hace justo que un trabajador que ha cotizado puntualmente la cantidad convenida
en el contrato de servicios llegue a la clínica y le digan que le busque por
otro lado porque ahí no tiene derecho? ¿No le parece que el ISSSTESON incurre
en una grave falta al presionar por la firma de un convenio que, como su nombre
lo dice, es un acuerdo de voluntades y que, en ese carácter, deben ser dos los
que coincidan, acuerden y se comprometan para ser válido y obligatorio?
¿Acaso una de las partes tiene derecho a
presionar a la otra para que acepte determinadas condiciones que, quizá, vayan
en contra de sus intereses o posibilidades de cumplimiento?
¿No le parece que el Instituto debiera
ser el primero en respetar los contratos y convenios suscritos y, en todo caso,
negociar las nuevas condiciones de prestación de servicios de manera civilizada
y respetuosa del derecho ajeno?
Si el ISSSTESON cumple su amenaza de
suspender los servicios médicos, seguramente se desataría un conflicto de
proporciones inimaginables en cuanto a derechos humanos violados, porque se
estaría afectando la salud de los trabajadores y sus familias, quizá de manera
fatal. Por otra parte, dicha medida puede ser políticamente condenable, toda
vez que su finalidad es claramente recaudatoria y punitiva, en un año donde la
moneda electoral está en el aire. Aquí surge las preguntas: ¿por qué los pillos
que saquearon el ISSSTESON siguen tan campantes?, ¿por qué el gobierno no asume
su responsabilidad solidaria y subsidiaria en el resarcimiento de los fondos
sustraídos por la propia administración pública y que pertenecen a los mismos
trabajadores que ahora se pretende afectar?
Estamos ante el curioso caso en el que
las víctimas, los agraviados, son presionados a pagar por lo que no hicieron y
los culpables son los que, en este caso, presionan y violentan la estabilidad
económica y la paz social de los sonorenses.
Cabe señalar que el ISSSTESON alega que
los trabajadores pagan de menos en los términos de la actual Ley 38, pero es
justo aclarar que los trabajadores que ingresaron al sistema antes de 2005, año
de la reforma boursista de la Ley, están bajo el amparo y las reglas que emanan
de este ordenamiento legal, en el que la base de cotización es distinta y no
tan agresivamente recaudatoria como la actual. Lo anterior vale porque, de
acuerdo con el artículo 14 de la Constitución federal, no existe la aplicación
retroactiva de las normas en perjuicio de persona alguna. Es claro que el
ISSSTESON incurre no sólo en un abuso al querer aplicar un ordenamiento legal
en un contexto posterior al que se tiene en la época en que se adquirió el
derecho, sino en una seria y evidente violación al principio de
irretroactividad.
En este contexto, resulta evidente la
irresponsabilidad de la administración del Instituto y la perdida de rumbo de
la administración estatal, puesta en evidencia al renunciar a la función
social, a la vertiente redistributiva de la función pública a la que están
obligados y a la bajuna agresión a los trabajadores y sus familias. Es
previsible que lluevan demandas no sólo de amparo sino por incumplimiento del
contrato de prestación de servicios vigente. Los errores, lamentablemente, son
acumulativos y de difícil ocultamiento, lo que permite afirmar que las
consecuencias políticas necesariamente se verían reflejadas en las elecciones
de 2018.
Tiempo de rectificar, de enderezar el
rumbo, de justificar la confianza que muchos, por las razones que sean,
depositaron en este gobierno que aún tiene mucho camino por recorrer.
1 comentario:
Excelente articulo Dario. Te frlicito. Es un tema de gran relevancia
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