“Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que
aparentamos” (N.
Maquiavelo).
Como usted sabe, el PRI celebró una
asamblea estatal donde se quemó incienso a los prohombres del mismo y se
ofrendaron propuestas a la gloria del mismo. Suena a redundancia, pleonasmo o
tautología la línea discursiva y la parafernalia autoencomiástica que se
recetaron los que posan frente al espejo público sin lograr encubrir del todo
el desgaste del discurso, la vaciedad de los conceptos y la teatralidad
desangelada de las arengas y fanfarrias de fuerte tufo ritual, aunque,
ciertamente, una asamblea puede ser el mejor pretexto para hacer gala del
discurso beligerante, la visión futurista de los próceres, la mullida certidumbre
de que el poder es como un condominio gratuito en la Florida, o en Long Beach,
o en la Riviera francesa, o un orgasmo en despoblado bajo el anonimato de un
revolcón profiláctico vacacional.
En el evento (porque resulta ser
bastante eventual inyectar adrenalina a los solemnes cadáveres políticos que
ahí fueron exhibidos) se mencionó a Plutarco Elías Calles, fundador del Partido
Nacional Revolucionario (PNR), abuelo del PRI, que abrió la vía del salivazo
como complemento del tradicional balazo que resolvía problemas en la década
turbulenta de los años 20, sin duda un avance en las artes de encantamiento
colectivo mediante la organización de un partido político que garantizara y
administrara la sucesión presidencial y las correspondientes en los estados y
municipios, cuestión que permitió al país crecer en obras de infraestructura y crear
las instituciones de dimensión social que aún subsisten, aunque también permitió
y afianzó el poder de grupos y personajes anclados en los intereses tanto de
los caudillos revolucionarios vencedores como de los ricos de ayer y de hoy,
pringado de impulsos nacionalistas que lograron avances, en contraste con
retrocesos prohijados por el poder que hoy nos pasan las facturas.
El esfuerzo de abrir tumbas llegó hasta
el acto recurrente de exhumar a Luis Donaldo Colosio, santón del salinismo
deslactosado y tema principal de discursos, alabanzas y ofrendas en los
rituales de renovación del partido que pasó de revolucionario y nacionalista a
liberal-social en la época de Carlos Salinas, y que disimuló al máximo su
origen revolucionario hasta eliminar toda mención de la gesta de 1910-17 de sus
discursos y compromisos. Las acciones de maquillaje discursivo crearon la
imagen de un PRI que se actualizaba dentro de los parámetros políticamente
correctos del modelo depredador impulsado por Reagan y Thatcher, que
desnacionaliza los recursos estratégicos de la nación, vende, abandona o
liquida a como dé lugar los activos nacionales y abre las puertas a la
inversión extranjera sin cortapisas o escrúpulos de ninguna clase.
Pero el auge de las trasnacionales y de
la inversión extranjera directa privada genera mecanismos de corrupción antes
no alcanzados, ahora con negocios asociados al narco y los intereses de las
agencias de espionaje o control político de la información de Washington. La
llaga supurante en que se convirtió la política mexicana, debidamente
trasnacionalizada y recubierta de los “avances” del TLC en perjuicio de las
actividades económicas de importancia nacional, dio por resultado un tipo de
política venal, acomodaticia y pragmática, embarrada en el lodo de los
intereses del norte y el cochambre seboso de los negocios ilícitos. Así, como
era de esperarse, en la asamblea también se mencionó a Beltrones, con el acento
puesto en el engendro político que propone: los gobiernos de coalición.
El discurso político libre de
compromisos reales con su base social puede instalarse en la tarea de fabricar
licuados electorales y hacer nadar tiburones con sardinas, pirañas y bañistas,
pueblo y explotadores, empresarios mineros y ciudadanos ribereños clínica,
social y políticamente desahuciados. En medio de tanto ruido y tan pocas nueces,
y de personas respetables y otras no tanto, en un arrebato surrealista y de
autocomplacencia política se escuchó una frase del pasado: “luchar por las
causas de la gente”. El chiste se cuenta solo…
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