“Ninguno
ama a su patria porque es grande, sino porque es suya” (Séneca).
En lo que va del año, el venturoso 2017,
la ciudadanía de a pie ha visto con ojos de asombro cómo es posible hacer la
diferencia entre un país poblado de seres que pastan y otro que da señales de
vida inteligente y activa. La proverbial pasividad de una sociedad “madura” y
razonable, de repente se transforma en una que abandona esa calma comodona y se
deschonga en las calles con marchas y manifestaciones con consignas a grito en
cuello de “¡fuera Peña!” y otras que aluden de manera directa el horror
político y administrativo de esos esperpentos llamados “reformas
estructurales”, que ni son reformas ni son estructurales, sino simples
contrarreformas y viles manoseos desestructuralizantes, que quiebran, rasgan y
tronchan la delicada trama del tejido social. La república, según esto, es
víctima de una patada en el trasero y un vapuleo inmisericorde en sus partes
nobles, si las hubiera, pero no de una sola vez, sino de manera viciosa y
reiterada que, más que diversión ociosa de quien gobierna (sic), parece una
tarea demoledora de lo que queda de integridad e identidad nacionales.
Un país que sufre las andanadas de la
furia reformadora neoliberal termina siendo material de desecho histórico,
pasando por la vergüenza de rendir su plaza al imperio del dólar, mediante en
oscuro expediente de la claudicación y la entrega de cuerpo y conciencia a los
mercaderes internacionales de prostitución e ignominia. México hace de carne
traficada por el FMI, la OCDE y el Banco Mundial, con el agravante de ser el
propio gobierno el que hace de alcahuete, conseguidor, colocador,
intermediario, facilitador, o simple mercachifle de corruptelas y traiciones.
Es claro que la república ha sido tomada
por asalto y que el golpe se ha dado desde el centro del poder federal, manchando
de una substancia pastosa, marrón y pestilente la banda presidencial y los
atributos del Ejecutivo nacional. La orfandad política y económica se traduce
en una ciudadanía cada vez más lastimada que finalmente expresa su molestia por
el abuso y los excesos del poder. El pegar de gritos y salir a expresar ese
dolor ofensivo y gratuito, tanto como abusivo y cobarde, nutre las marchas, mítines
y plantones. Entonces, que a nadie le extrañe que las cosas ya no sean como
antes, que la ciudadanía entienda que el gobierno es corrupto, prostibulario y
entreguista¸ que ahora prive un ánimo reivindicatorio de la dignidad, el
respeto y el poder del ciudadano, y el papel de mandatario y no mandante del
poder ejecutivo federal, estatal y municipal. Antes, los patos gubernamentales
les tiraban a las escopetas ciudadanas, ahora las marchas de protesta abren la
posibilidad de poner cada cosa en su lugar y que la escopeta esté en manos de
un pueblo que exija y decida políticamente el rumbo de la nación.
Sabedor de que usted, lector, tiene la
información suficiente y necesaria acerca del bodrio recaudatorio del
“gasolinazo”, y de la paliza que el gobierno ha infligido a la seguridad social
pasando por el empleo y el ingreso personal, no lo aburriré con detalles que
son del dominio público y que incluso han sido plasmados en las páginas de la
prensa nacional, usualmente acomodaticia al estilo sexenal de gobernar, aunque
solamente rescataré unos cuantos detalles: ¿usted sabe que México fue un país
petrolero con una de las empresas estatales mejor posicionadas
internacionalmente, que desarrolló investigación en materia de hidrocarburos?, ¿que
el país logró avances en materia de investigación químico-farmacéutica, y de
mejoramiento de semillas, entre otros aspectos? ¿Es por azares del destino que ahora
debe importar no sólo gasolinas sino petróleo, medicamentos, semillas y otros
insumos agrícolas, así como alimentos?
¿Debemos ignorar el enorme legado de
instituciones como el Instituto Politécnico Nacional y la Universidad Nacional
Autónoma de México, entre otras, al desarrollo científico y tecnológico
nacional? ¿Tenemos que pasar por alto el hecho de que México fue un gran
proveedor de técnicos de alto nivel en materia petrolera para el mundo?, ¿Qué
fuimos productores y exportadores de substancias como la progesterona, hasta
que el gobierno decidió vender los laboratorios a los gringos?, ¿qué fuimos
productores de alimentos y poseedores de un buen modelo de apoyo al campo, a la
comercialización de sus productos y al abasto popular?
Cabe resaltar el enorme saqueo que ha
sido perpetrado en las empresas estatales que, como Pemex, han tenido un gran
papel en la economía y el desarrollo científico y tecnológico nuestro, y que ha
sido el gobierno quien ha entregado nuestros recursos al capital extranjero,
sin realmente tener una justificación o una compensación que hiciera aparecer
dicha entrega como algo más que una traición. En este sentido, la protesta
popular, con todos sus defectos, contradicciones internas y eventuales dosis de
visceralidad, es hoy legítima, necesaria y altamente esperanzadora.
La incorporación de las organizaciones
sindicales a las manifestaciones ciudadanas da consistencia y unidad a un
movimiento que debe ir encaminado a la restauración de los derechos ciudadanos,
al respeto por los trabajadores y la autonomía de sus organizaciones, a las
demandas de empleo e ingreso dignos, al rescate de la seguridad social, a la
reasunción del papel del Estado en el desarrollo integral del país, y a la
conformación de una ciudadanía capaz de cumplir y hacer cumplir los propósitos
de justicia, equidad, solidaridad y respeto que nos hacen ser una sociedad
democrática e incluyente.
Resulta claro e inobjetable que las
llamadas reformas estructurales son y serán una grave afrenta a la soberanía
nacional y un serio peligro para México. Por fortuna, el pueblo se ha decidido
y empieza su marcha hacia mejores derroteros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario