Se debe el más grande respeto a la infancia (Juvenal).
Le confieso que no salgo de mi asombro y
que la sensación de extrañeza se alimenta cada vez que abro el periódico o los
portales informativos en línea. Las noticias de Sonora son tan desconcertantes
como las que cada tanto tenemos del resto de la república, donde aparecen
cadáveres en diversas entidades y en terrible estado: mutilados, decapitados, torturados,
con signos de ajusticiamiento extrajudicial y lo que cualquier desvío de la
mente humana pueda agregar. Los despojos aparecen retando la capacidad de
horror y las grotescas imágenes actúan como ancla terrible a una realidad que
está aquí pero que de ninguna manera puede ser normal.
¿Cómo va a serlo el convertir en guiñapo
a un ser humano? ¿Por qué ese desprecio a la vida y la integridad de las
personas? ¿En qué momento perdimos conciencia de nuestra identidad humana? ¿La
vida de adultos y de infantes carece de valor? Así como vemos cadáveres como si
fuera lo de menos, el tráfico de menores, ¿nos vale gorro?
¿Cómo es posible que autoridades
estatales de Sonora se vean involucradas en la sustracción y venta de menores,
y que los propios funcionarios encargados de la protección del menor sean los
mismos que la organizan, en complicidad con profesionales del derecho y la
medicina?
A resultas de sus acciones, ahora
tenemos familias que se encuentran al borde de su reconfiguración, ya que por
una parte las madres biológicas implicadas están sin sus hijos y, por otra, los
nuevos padres que lo fueron por la vía de la compra, dejarán de tenerlos en
cuanto la autoridad correspondiente decida la restitución, habida cuenta el
carácter involuntario e ilegal de la situación.
Lo preocupante del caso es que la propia
autoridad se encuentra comprometida en un grado impensable, absurdo, porque el
problema lo generaron funcionarios públicos y porque una vez identificados los
responsables la Procuraduría se les concede libertad bajo fianza, con el
agravante de que tal acción por su torpeza parece enderezada a cubrir las
espaldas y no castigar como corresponde a los perpetradores.
¿Cómo es posible que ahora, al final del
sexenio, nos enteremos de que operaba una red de tráfico de menores en el seno
de la propia Procuraduría de Defensa del Menor? ¿Cómo es posible asociar al DIF
a este infame delito?
¿Cómo es posible que mientras que
algunos sectores de la sociedad puedan solidarizarse con diversas causas a
veces difusas y lejanas, las madres afectadas por el DIF puedan estar en
situación de indefensión ante los traficantes de niños sin que la sociedad se
manifieste airadamente solidaria? ¿A quién sirve la justicia y cuál es el
carácter de la legalidad en México y Sonora? Por lo visto triunfan los negocios
y las causas que ganan popularidad a los gobiernos mientras que el ciudadano
común hace largas filas y prolongados tiempos de espera en procura de sus
derechos elementales. Es evidente que los derechos de la infancia no se
defienden sino que se manosean y desvirtúan descaradamente. Ocurre que la
supuesta defensa del interés del menor en realidad encubre algún efecto
oportunista y mediático.
Mientras el horror y la indignación de
unos y la desesperación de otros encuadran las tragedias personales y sociales
de Sonora, el tiempo pasa inexorable hacia el cambio de gobierno. La moneda del
bipartidismo de facto ya está sobre la mesa y sólo queda esperar la entrada en
vigor de la otra cara del neoliberalismo de guarache. Tiempo de reciclar la
esperanza y dar vueltas como lo hacen los bueyes al molino. Momentos de espera
del milagro de la multiplicación de los panes y los peces por obra del mesías
sexenal, pletórico de enchufes federales y de clientelas locales.
Al margen del triunfalismo anticipado y
de las anécdotas que huelen a premonición, las víctimas del capítulo panista en
el gobierno de Sonora claman con voz en off por la justicia y la legalidad,
mientras las grabaciones de rechinidos de dientes y crujir de huesos se
preparan para amenizar el cambio de todos tan frustrado. El sistema se regocija
por los tres años de mover a México.
No hay comentarios:
Publicar un comentario