Los días de asueto de Semana Santa ya
pasaron dejando su cauda de quemaduras de aguamala, picaduras de mantarraya y
cacofonía electoral que, al margen de la ley, arruinó la vida y andares de los
sonorenses. Pendones ilegalmente colocados, anuncios espectaculares fijos y
móviles, unos cubriendo puentes y espacios publicitarios, otros en unidades del
transporte colectivo y taxis. Para el PRI y el PAN no valieron vedas ni
escrúpulos legales, en un desfile de hipocresía cuyo blanco fue el ciudadano,
al igual que el respeto a las formalidades.
Ahora, ya autorizados a tundir con
fervorosa trivialidad al posible elector, el despilfarro tiene ritmo de
tambores y silbatos, de porra expelida con ocio y vulgaridad que agrede los
oídos del viandante y que disfraza de fiesta lo que es, a todas luces, una de
las más ridículas campañas de que se tenga memoria.
¿Qué cambio pueden impulsar candidatos
paridos y criados en el mismo sistema que ha jodido a la población y que ahora
representan? ¿Qué diferencia pueden hacer los gobiernos priistas y panistas si
son caras de la misma moneda neoliberal? ¿Qué garantía de honestidad y de
cambio pueden ofrecer estando embarrados de corrupción apátrida tanto unos como
otros?
Para muchos es difícil dejar de pensar
en lo ridículo que es la competencia entre partidos que no tuvieron empacho en
firmar el “acuerdo por México” y avalar las contrarreformas constitucionales y,
con ellas, la entrega de los recursos de la nación en manos de las empresas
trasnacionales. Si en los tres sexenios anteriores se había entregado al
extranjero los recursos mineros, ahora van por las fuentes de energía y el
agua.
La semana de descanso registra 186 picaduras
de mantarraya, más 65 quemaduras de aguamala y los esperados accidentes viales
que en esta temporada sumaron 91 (Expreso, 6/04/2015). Lo que no se reporta
como accidente vacacional es la contaminación visual que han sufrido los
ciudadanos, ya que sin tregua alguna la figura y discurso de los aspirantes
prianistas tomó por asalto tanto periódicos, como medios electrónicos y
vialidades, afectando la tranquilidad de miles y miles de sonorenses. Si usted
quería ver algún vídeo en YouTube, en los primeros segundos ahí estaba la
figura ridícula y las voz aguada de tal o cual aspirante, advirtiendo que no
venía a robar sino a gobernar; o que poseía la clave para convertir la caca del
sistema en oro democrático de bienestar y progreso, porque todos proponen y el
cambio en Sonora se da a la voz de ¡ya! No cabe duda que estos desmanes son una
verdadera picadura a la democracia, una quemadura al decoro republicano y una
sangrienta bofetada a la inteligencia ciudadana.
Tras el banderazo de salida formal de
las campañas, podremos deleitarnos con tristes y patéticos remedos de batucada,
a juzgar por el uso de instrumentos de percusión manejados con total
elementalidad. La baqueta golpea mientras el cuero aguante. A las consabidas
memeces embarradas en la prensa escrita donde pone que “Sonora es grande”, se
añaden orondas las inserciones que aparentan ser reportaje sobre los dichos y
ocurrencias de los candidatos, llenando un buen espacio periodístico de cuya
utilidad nadie, salvo el empresario de medios que cobra por el espacio, puede
dar razón. Me aburre y conmueve observar cómo algunos se empeñan en aparentar
lo que no son.
Sonora, sin embargo, no solamente es
tierra de vacacionistas lesionados por salir o por quedarse en casa. También lo
es de alcaldes que insisten en guardar las formas de una institucionalidad que
corre en dirección contraria a los intereses de sus gobernados. Como se sabe,
la situación de los pobladores rivereños afectados por el derrame tóxico de la
minera de Cananea se ha visto agravado por una absurda, extraña, inexplicable
“veda” electoral, que suspendió el escaso apoyo económico que administra el
fideicomiso del Río de Sonora. Como si la atención a los daños por el derrame
no fuera prioritaria, se liga el paliativo económico del daño a la situación
electoral. En su desesperación, los alcaldes ahora consideran la posibilidad de
unirse al movimiento de los mineros de la sección 65, en caso de que no les
quede de otra. ¿Habrán oído eso de que el pueblo unido jamás será vencido?
La nuestra es tierra de contrastes donde
en un segundo se puede ir de lo sublime a lo ridículo. Nuestro estado padece de
reumatismo mental, de subdesarrollo político y de anemia cívica. La gente, una
y otra vez insiste en tropezar con la misma piedra política y caer de hocico
cuantas veces sea necesario para cumplir el ritual de domesticación. Es
histórico el conservadurismo de los habitantes, aferrados a veinte uñas a su
zona de confort, a no votar con valor y convicción sino por temor y flojera al
cambio.
La mayoría se deja llevar por las
promesas de quienes una y otra vez les piden que se agachen para picarles el
culo. Se pueden declarar ofendidos, desengañados, frustrados, pero en la
siguiente elección parece que buscan el dedo ofensor con la resignada actitud
de quien se sabe instrumento, prostituido, utilizado y tratado con trapo sucio,
pero unido al abusón con el fuerte vínculo del sado-masoquismo sexenal o
trianual. La promesa del cambio y la apertura a opiniones bajo el lema de que
todos proponen, o la salida instantánea y mágica de la jodidez actual a las
bienaventuranzas de otro Sonora ya, o la promesa risible y cínica de que
alguien “no viene a robar sino a gobernar”, revela qué tan débil es la
inteligencia de los candidatos y cuán chambones son sus equipos, pero sobre
todo, la ausencia de respeto hacia la inteligencia de los ciudadanos.
Tenemos un claro ejemplo de política de
alcantarilla, en la que brillan con luz propia las familias soñadas que no
significarían nada o casi nada fuera de los límites comodones del sistema que representan.
Pero, ¿quién o quiénes sostienen al sistema? Trágicamente, los mismos que se
agachan para que se los piquen. ¿No le parece que los sonorenses pueden y deben
hacer algo por el verdadero cambio? Querer es poder.
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