Fiat iustitia ne pereat mundus
(Hágase justicia para que el mundo no
perezca)
Hegel
El asesinato del joven estudiante universitario
Heriberto Gaxiola Ruy Sánchez, que vacacionaba en Guaymas, causó verdadera
conmoción entre sus compañeros y maestros, además del natural dolor y
estupefacción de sus familiares y amigos cercanos. El horrible crimen presuntamente
perpetrado por tres jóvenes porteños ya tiene las características de cosa
juzgada, de acuerdo a los avances que ha informado la Procuraduría General de
Justicia de Sonora. Como usted sabrá, se
puso tras las rejas a dos de tres inculpados de lo que presuntamente inició
como un asalto y terminó en homicidio ejecutado con alevosía y brutal ferocidad,
de acuerdo con la propia autoridad investigadora.
La Procuraduría afirma tener la
seguridad de que los presuntos culpables están identificados y que se están
reuniendo los elementos de juicio definitivos que cerrarán este penoso y grave
asunto. Sin embargo, flota en el ambiente la duda sobre cuál fue el verdadero
curso de los hechos, el por qué, cómo y quiénes participaron en la agresión,
muerte y disposición del cuerpo; cómo fue que las autoridades dieron tan pronto
con los implicados y cómo se logró su confesión, y qué tan consistente puede
ser la versión ofrecida a la opinión pública con la verdadera naturaleza de los
hechos.
Independientemente de la confiabilidad
de las pesquisas formales, salta a la vista el nivel de inseguridad y
peligrosidad que enfrentan los jóvenes vacacionistas cuando la fiesta se
prolonga en tiempos y lugares poco favorecidos por un contexto social cada vez
más problemático, que se agrava debido a la desconfianza existente respecto a la
veracidad y eficacia del desempeño de las autoridades policiales. La prevención
del delito es importante, pero ante hechos consumados, la sociedad sonorense
espera que el caso se cierre con absoluta certidumbre y que los culpables
reciban el castigo que la ley establece.
En otro asunto, la Universidad de Sonora
nuevamente se ve bajo la mirada muchas veces ociosa de los sectores
acostumbrados a manosear la realidad, como es el caso de los iniciativos
privados, los grupúsculos ligados al gobierno y las infaltables mentalidades
neoliberales que ve con horror que los trabajadores se pronuncien por mejores
condiciones de vida. Estamos frente a lo que parece ser otro exceso en la
defensa de la clase patronal, nuevamente protagonizado por lo que parece ser un
manejo faccioso de la autoridad, que tuvo a bien archivar el emplazamiento a
huelga del STEUS, lo que se añade al hecho de que ahora el presupuesto asignado
por el gobierno del Estado a la institución es menor que la parte
correspondiente al gobierno federal, lo que significa una disminución unilateral
de los recursos, que claramente habla de incumplimiento de obligaciones. Lejos
de apoyar un ambiente propicio para los acuerdos y negociaciones, las acciones
del gobierno parecen dirigirse a la profundización de los conflictos y el
enrarecimiento del clima laboral y, por ende, el político-electoral de la
entidad.
Sin duda, el celo neoliberal de
guarache, nopalero o periférico, afecta el sano y prudente juicio de las
autoridades del trabajo, haciendo cada vez más factible que el emplazamiento a
huelga de los sindicatos actores desemboque en algo que se puede y debe evitar.
Los sindicatos cumplen con la ley al emplazar a huelga, pero en el tiempo que
corre hacia la fecha señalada para el estallamiento, se pueden celebrar
acuerdos que disminuyan la tensión y las razones para la suspensión de
actividades. El problema está en que la administración universitaria frecuentemente
ha demostrado poca voluntad (o capacidad) de negociación, y la autoridad
laboral una cierta parcialidad que huele a consigna de dudosa legalidad.
Lo fácil es decir que no hay dinero
aunque lo pertinente sería transparentar los recursos y realizar las gestiones
correspondientes, de cara a los sindicatos interesados y, de ser posible,
conjuntamente con ellos. Pero cada vez es más evidente que la administración
universitaria se encuentra encaramada en el ladrillo de la autoridad y
completamente ajena y distante de las obligaciones legales y morales implícitas
en las relaciones formalizadas en los contratos colectivos de trabajo. Es deseable
que la administración abandone poses prepotentes e inflexibles y que prive el
ánimo de conciliar lo posible con lo necesario.
A propósito de licuados de nopal, seguramente
usted sabrá que las armas del extranjero se cubrieron de gloria (Astillero dixit) en una reciente jornada senatorial
donde los votos del PAN y el PRI lograron la hazaña de autorizar, o más bien
legitimar, la portación de armas de los agentes extranjeros, so pretexto de
incentivar el comercio entre EE.UU. y su virtual colonia México (http://www.jornada.unam.mx/2015/04/10/politica/010n1pol).
Tan ridículo argumento fue esgrimido con singular desparpajo por el panismo
organizado y por la mafia cacofónica del PRI.
De nada valieron razones patrióticas y
de elemental defensa de la soberanía nacional para los empecinados defensores
del bodrio legislativo de Peña Nieto. Para nada sirvieron los lunes de honores
a la bandera en los que seguramente los legisladores participaron en sus años
escolares, o en aquéllos curso de educación cívica que antes de la oscuridad
neoliberal se impartían en las primarias. Pues nada, que los legisladores
decidieron que carecía de sentido aquello de la soberanía porque puede “afectar
al comercio”. En otras palabras, los valores y principios cotizan a la baja en la
bolsa transfronteriza de la conciencia nacional.
Sonora y el país requieren de menos
promesas de campaña y más trabajo orientado a la mejora de las condiciones
reales de bienestar y progreso. Es claro que nada cambiará mientras los
ciudadanos sigan apoyando electoralmente a los candidatos de la dupla
neoliberal, aunque vale recordar que “al que nace pa’ tamal, del cielo le caen
las hojas”. ¿Será?
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