Como sabrá, el jueves 8 concluyó la
huelga del STEUS en la Universidad de Sonora. Decir que concluyó es parte de la
autocomplacencia a la que pueblo y gobierno estamos acostumbrados, gracias a la
educación basada en el uso de eufemismos, palabras consagradas por lo
políticamente correcto, por el afán de decir las cosas a medias (o no decirlas)
por razones de complicidades oficiales y oficiosas. Somos un pueblo amante de
la apariencia, del maquillaje que chorrea de los actos de gobierno, de la mano,
el rostro y la corporeidad toda de eso que llamamos poder.
Lo anterior viene a colación porque,
como usted debe saber, al gobierno del Estado se le hizo bolas el engrudo,
tanto como a sus instrumentos institucionales que fueron, por un lado, la Junta
de Conciliación y Arbitraje (JLCA) y, por otro, el rector de la Universidad.
Padrés, como capo panista de Sonora, tejió una maraña de recursos legaloides que
lograron la culminación del movimiento en forma inédita: a los 67 días se
declara existente una huelga en tanto se condena a la parte patronal a pagar lo
ofrecido al sindicato, a la vez que se “ordena” al sindicato entregar las
instalaciones bajo su resguardo. El curioso asunto llama la atención porque el
ofrecimiento de rectoría estaba condicionado al levantamiento de la huelga, lo
cual no se cumplió y, en esa lógica, la parte patronal retiró lo ofrecido que
incluía el 50 por ciento de los salarios caídos.
En este tenor, el sindicato actor
recibirá lo ofrecido que fue retirado y que en ningún momento se había
reclamado puntualmente por parte de los trabajadores. Aun por sentido común,
usted verá que el laudo de la JLCA carece de fundamento lógico. Por otra parte,
el término de 24 horas establecido en el laudo para la entrega de las
instalaciones universitarias no existe ni en la actual ley del trabajo ni en la
anterior, y solamente encuentra la explicación de que al gobierno le interesaba
“resolver el problema” de la suspensión de actividades universitarias “haiga sido
como haga sido”, toda vez que quien estaba facultado para pedir el arbitraje,
el STEUS, no lo hizo.
Para cualquiera que tenga idea de los
procedimientos legales en caso de huelga, el caso de la Unison es altamente
aleccionador de cómo se pueden hacer las cosas con total prescindencia del
derecho. Fue una decisión política ajena a la legalidad, en consecuencia, la
solución del fondo de la huelga aún no se ha dado. En este juego de encuentros
y desencuentros, de farsa y sainete, la fobia oficial a los trabajadores
comprometió la tranquilidad de las familias y los jóvenes estudiantes, además
de los prestadores de servicios que rodean las instalaciones universitarias. El
drama económico de vendedores de hot-dogs, tacos, tortas y hamburguesas; de
copias fotostáticas y papelería es digno de tomarse en cuenta.
Ahora que el regreso a clases no tiene
impedimentos formales, el panorama de los primeros días resulta sobrecogedor.
Aulas vacías o semi-desiertas, servicios sanitarios sin funcionar, espacios
cerrados, que dan cuenta de que algo falta, más allá de las cuentas alegres del
gobierno y las autoridades administrativas universitarias.
La cruda realidad es que la
universidad no puede funcionar sin los trabajadores manuales, administrativos y
académicos. Sin el concurso de éstos, los pocos o muchos alumnos que asisten no
encontrarán las condiciones que hagan posible su estudio, de manera que la
permanencia en aulas, sin las condiciones adecuadas, será una simulación más en
una institución que se ha especializado por años en acatar las normas de la apariencia
y la verticalidad, arropadas en la política educativa neoliberal. La verdadera
normalización de las actividades no es la que decretan las administraciones
estatal y universitaria, sino la que hacen posible los trabajadores. Aunque se
quiera negar o desvirtuar, el prestigio de la Unison no depende de su
administración per se sino del
trabajo de su personal que, en las diferentes áreas, hacen realidad los fines
que inspiraron su fundación.
Me consta que en los días previos al
levantamiento, pasaban carros frente a la Universidad, para gritar a los
trabajadores en guardia improperios, burlas y calificativos groseros. En los
espacios de opinión de El Imparcial, como en las redes, era frecuente leer
opiniones corrosivas contra el sindicalismo, contra los propios estudiantes que
respetuosamente esperaban la solución mediante el diálogo. No fue raro ver
expresiones de odio faccioso contra el derecho de huelga y hacer llamados a la
violencia estudiantil.
En el colmo del absurdo, algunos
“estudiantes” llegaron a decir que los trabajadores eran sus empleados porque
ellos les pagaban, que deberían desparecer los sindicatos, correrlos a todos y
contratar a otros bajo nuevas reglas; ha trascendido que algunos sirvieron a
consignas del gobierno para desacreditar insidiosamente la lucha del STEUS. El
repulsivo despliegue de comentarios da la idea de que somos una sociedad proclive
a la injusticia, a la cancelación de derechos y libertades, a la opresión de
los patrones contra los trabajadores y a la desprotección social. Vivimos en
una sociedad de asalariados, desempleados y microempresarios miserables pero
con mentalidad de latifundista del siglo XIX, conformistas y parasitarios.
Es increíble el desaseo de las
autoridades laborales e institucionales en el manejo del problema, y asombra la
falta de respeto a la ley. La hipócrita preocupación por los estudiantes y el prestigio
de la institución resultaron falsos y manipuladores, dado que en los hechos se postergaba
la solución del conflicto y se buscaban formas de agredir al movimiento, de condicionar
a la opinión pública a favor de las vías de hecho, como pudo haber sido el
desalojo por la fuerza de los huelguistas si no fuera por la prudencia de los
trabajadores que evitó el enfrentamiento. Para eso era el laudo. Le apostaron a
la rebeldía que justificara el desalojo por la fuerza pública pero, sus intentos
de hacer caer en provocaciones al sindicato, fracasaron.
Hoy el STEUS se ve unido, fortalecido
internamente y confiado en la inteligencia y solidaridad de muchos estudiantes
que sí entendieron la importancia de su lucha. Los trabajadores no la abandonan
sino que toman un respiro para hacer valer sus demandas. El asunto está en
manos de otras instancias legales.
Lo sorprendente de esto es que en
Sonora se ultraja a los trabajadores, se violan sus derechos, se ignora la
legalidad y, aun así, el gobierno se complace en declarar que gozamos de “paz
laboral”, en todo caso paz porfiriana. Tales niveles de autismo, no son los esperados
por una sociedad que merece y reclama el cumplimiento estricto de las
responsabilidades constitucionales que tienen los funcionarios del “Nuevo
Sonora”, como las legales que debieran regir a la administración universitaria,
la cual no deja pasar la oportunidad de
ningunear a los trabajadores. Ilustro lo anterior con este ejemplo: En el
contrato colectivo de los académicos se establecen los períodos vacacionales
que, en el caso de este semestre, van del 3 de julio al 1 de agosto. La
administración publicó un ajuste de calendario para cubrir el tiempo perdido
durante la huelga, quedando las vacaciones del 15 de julio al 13 de agosto,
pero sin acordar la modificación con el sindicato de académicos. ¿Qué problema
hubiera sido tomar en cuenta al sindicato, por respeto al contrato colectivo de
trabajo suscrito con el STAUS, y acordar bilateralmente esta medida? ¿La
legalidad no importa? (http://www.staus.uson.mx/noticia.php?id=317).
Los trabajadores de Sonora y sus
familias merecen respeto, lealtad y entrega de parte del gobierno. Si no
cumple, tarde o temprano recibirá el castigo que las leyes establecen y que la voluntad
popular reclama porque, a pesar de todo, la sociedad da muestras de cansancio,
de hartazgo por tanta leperada.
Aquí, caben las preguntas: ¿por qué en
las dependencias de gobierno no hay ni para clips?, ¿por qué se ha disparado la
deuda en el tiempo que lleva este gobierno?, ¿qué razón hay para que no se
pague a los proveedores?, ¿por qué desaparecieron y quién es responsable del
desfondo de más de 2 mil millones de pesos que debiera tener el Isssteson para
el pago de las pensiones y jubilaciones? ¿Por qué la diputación panista se
opuso a la comparecencia de la directora del Isssteson, Teresa Lizárraga? (Para
ilustrar el asunto de los servicios del Isssteson, comparto el siguiente
material: http://noticieros.televisa.com/mexico/1405/salud-quebrada-caso-isssteson/),
¿por qué el gobierno no entrega a la Universidad los recursos que el propio
Congreso del Estado ha aprobado en apoyo a las pensiones y jubilaciones
universitarias? ¿Por qué se viola tan frecuentemente la ley por parte de
quienes deberían vigilar su cumplimiento?
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