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domingo, 26 de diciembre de 2010

Mirando el Belén

Seguramente usted se ha parado frente al Belén o nacimiento, esa reproducción sintética del establo donde, según nos revela la tradición, nació el niño Jesús, futuro Rex Iudeorum que protagonizaría la ejecución más reseñada de la humanidad, el evento sanguinolento por excelencia que da cátedra de sádica unción. Los cristianos del mundo ven en el Belén onírico el inicio de la redención de la humanidad por la cual Jesús paga los platos rotos según el plan de Dios. La salvación de muchos pasa por el sacrificio de uno, que es el cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

Año tras año, desde hace 2010, la escena se repite en la liturgia católica y así en las demás iglesias que forman las ramas del cristianismo. El mensaje es contundente: alguien dio su sangre y vida para que otros pudieran tener un ejemplo a seguir en aras del sacrificio solidario, además de ser, por ese sólo hecho, salvados. El bienestar de las mayorías cuesta muy caro pero resulta ser el mal menor bajo el supuesto de que la mayoría pesa y merece más que la minoría, que varios pesan más que uno, de donde se desprende que la humanidad obedece a un impulso democrático primario en cuestiones de gobierno, de moral y de fe. El Dios salvador es ejemplo y guía, es decir, asume un liderazgo indisputado por que el que sacrifica su propia integridad es la excepción. Nadie se ve como un chivo expiatorio, como el cordero del sacrificio, como el salvador de la humanidad a costa de la suya.

La imagen del niño rodeado por sus padres y por las bestias del establo, se complementa por la de los tres reyes magos de oriente, que siguiendo a una estrella llegan a presentarle sus ofrendas: oro, incienso y mirra. El infante es esperanza, destino y gloria, pero tiene que pasar por un período de educación y de rebeldía contra lo establecido, convertirse en un peligro para el sistema, porque maneja los términos de lo establecido y los coloca en su correcta interpretación: el sistema prevaleciente es corrupto, desviado y contario a la naturaleza humana y su destino trascendente. Es un altermundista, después de todo y por consiguiente contrario a lo políticamente correcto. Es, en consecuencia, un revolucionario, no un simple conocedor del sistema, sino un activo combatiente del mismo predicando no sólo con palabras sino con la acción, con el ejemplo, potenciando su calidad subversiva.

Jesús, revolucionario galileo, cuestiona y denuncia al sistema y separa lo que corresponde al César y lo que corresponde a Dios, por lo que la primera gran separación entre los dos ámbitos de competencias queda claramente establecida. Como se sabe, 19 siglos después los liberales mexicanos encabezados por Benito Juárez retomarían la idea y la plasmarían en las leyes de Reforma.

Expulsando a los mercaderes del templo
Pero si Jesús el revolucionario demostró con su ejemplo y su lucha que el sistema llega a anquilosarse y degenerar, también estableció una ruta de salvamento para la humanidad: organización, disciplina militante y una sólida base ideológica que la vertebre y le dé sentido y dirección. En el México del siglo XXI las ideologías han cedido su paso a los argumentos del mercado, a un liberalismo farisaico que huele a charamusca porque solamente ha servido de pretexto para impulsar el mercado contra el estado, a los pocos contra y a costa de los muchos. Valdría la pena ubicar a Jesús y el movimiento encabezado por él como un primer brote revolucionario socialista, tendiente a lograr una sociedad sin clases, igualitaria, de hermanos.

Las ideas políticas y sociales fundadoras de la religión católica y de las otras confesiones en torno a la figura de Jesús, harían bien en estudiar sus orígenes a fondo, analizar y comparar la evolución social y económica de la humanidad hasta llegar a las propuestas del marxismo y descubrir su trasfondo humanista, profundamente anclado en la solidaridad, en el bien común, en el progreso de la humanidad a través el cultivo de las ciencias, la técnica y las artes.

Al ver el Belén y su contenido sencillísimo y tierno, no podemos ignorar el poderoso mensaje de un futuro mejor mediante la acción de los que somos familia, la familia humana, hacia nuestra redención, porque el ejemplo ahí está, para el que tenga oídos para oír y ojos para ver.

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