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sábado, 20 de junio de 2020

Cuando el ciudadano y la ley no importan



“Las personas no son ridículas sino cuando quieren parecer o ser lo que no son” (Giacomo Leopardi).

Como usted sabe, el H. Ayuntamiento de Hermosillo aprobó la creación de un Consejo de Salud Municipal que, para abrir boca, acordó una serie de disposiciones para “disminuir la epidemia”, algunas de ellas “dolorosas pero necesarias” y que “en muchas ciudades del mundo se aplicaron con éxito considerable”, según refiere un funcionario municipal en comunicación personal.

De acuerdo con lo anterior, se pudiera suponer que Hermosillo es una isla con puentes tipo teleconferencia con Génova, Italia y su vicealcalde Matteo Campora pero no tanto con la Ciudad de México y la Secretaría de Salud que es donde se dicta la política general y la correspondiente a casos de emergencia sanitaria en México, de acuerdo con la Ley General de Salud (Expreso, 13.06.20).

Al parecer en el ayuntamiento no se tiene claro de que Hermosillo forma parte de Sonora, entidad federativa del Estado Mexicano, hoy por hoy democrático y soberano y, por ende, sujeto a su propio marco normativo que responde a sus circunstancias históricas, económicas y culturales.

De ahí que resulte un tanto absurdo suponer que las medidas que se tomen en alguna parte de Europa necesariamente van a servir para otro país, otra entidad u otra localidad geográfica, económica, política y culturalmente diversa.

Lo que queda claro es que el nuevo organismo (y aquí no vamos a abundar sobre su dudosa legalidad) ha empezado a actuar sin alterar el viejo guion impulsado por la señora alcaldesa desde el inicio de la pandemia, cuando decidió un “toque de queda” a partir de las seis de la tarde, en abierta contradicción con las recomendaciones del gobierno federal y abiertamente violando el artículo 29 constitucional (El Financiero, 02/04/20).

Como la disposición afecta a supermercados y tiendas de conveniencia, se pasa por el arco del triunfo el criterio federal y estatal de “actividad esencial”, perjudicando a muchos ciudadanos que viven de este tipo de negocios y a quienes salen de sus trabajos después de esa hora, o que acuden a comprar una vez que la intensidad del calor baja.

Reducir el horario de los supermercados y tiendas de conveniencia es una mala idea porque desde hace años éstos han sustituido en muchos puntos de la ciudad a los clásicos changarros, cubriendo las necesidades del abasto popular, por lo que limitar su acceso abre la posibilidad de aumentar los contagios.

Otro absurdo altamente desconcertante es el de imponer la necesidad de obtener salvoconductos a quienes tengan la necesidad de circular después de las seis de la tarde, “sea por actividades esenciales o no”, habida cuenta que es claramente violatorio del artículo 11 constitucional, referido a la libertad de tránsito, y de los artículos 183 y 184 de la Ley General de Salud, sobre la aplicación de medidas extraordinarias de salud, reservadas al presidente de la república.

En conclusión, deciden medidas ilegales y carentes de fundamento técnico y científico que contravienen el criterio federal y estatal sobre qué actividades se deben seguir realizando y cuáles no; además se impone la obligación de obtener salvoconducto, que en México está expresamente prohibido por la ley, con el agravante de que quien no lo tenga podrá ser sancionado con una multa. Aunque estas medidas son seguramente “exitosas en otras partes del mundo”, cabe recordar que estamos en México y tenemos nuestras propias leyes y circunstancias.

En lo particular, me parece que el éxito municipal, no debe medirse por su capacidad de aumentar la recaudación por concepto de multas, si se trata de una contingencia sanitaria.  

Es claro que el gobierno municipal no sabe que hacer pero que tiene la compulsión de hacer lo que sea con tal de… hacer. Un verdadero papalote sin cola en medio de una situación que requiere serenidad, sensatez, información y prudencia, mismas que se encuentran ausentes o son atropelladas por disposiciones que bien se podrían esperar de un gobierno prianista donde lo que menos importa es el ciudadano y la ley, a cambio de figurar en las noticias del día. Triste papel.







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