“Donde quiera que el arte de la medicina
es amado, también hay un amor a la humanidad” (Hipócrates).
Pues qué le voy a decir a usted amable
lector, que seguramente está con el Jesús en la boca con eso del Covid-19 (Coronavirus
pa´los cuates) y pensando en qué más comprar para resistir los embates de la
peste oriental que atosiga al mundo.
Se sabe que los grandes centros
comerciales de origen transnacional asentados en esta nuestra ciudad capital,
han reportado compras de pánico de artículos de limpieza, desinfectantes y los
infaltables rollos de papel higiénico por aquello de los flujos nasales que,
suponen, correrán incontenibles por las fosas nasales de los hermosillenses.
Algunos (muchos) suponen que la epidemia
tendrá efectos parecidos a una megagripe y, por eso, gastan sus reservas
crediticias en lo que creen será necesario en caso de que les toque el premio
mayor de los microbichos orientales que atacan con furia a Occidente.
Al
momento de teclear esta nota, en Sonora se reportaba la pasmosa cifra de cero
casos confirmados, lo que nos pone a temblar de indignado regionalismo, ya
que en otras latitudes tienen cifras muy, pero muy, por encima de nuestra
precaria y tercermundista capacidad de contagiarnos con algo exótico y
altamente publicitado en medios informativos internacionales, empezando por los
muy acreditados en tierras del Tío Sam, donde don Donald Trump ha decretado la
suspensión de vuelos y otras medidas de contención sanitaria que, desde luego,
incluyen los productos electrónicos chinos como es el caso de Huawei, temible
teléfono inteligente portador del virus del espionaje de ojos rasgados y mirada
oblicua.
¿Qué va a pasar con la democracia y el
libre comercio? ¿Qué le espera al mundo libre ante tan temible, inusual y
extraordinaria amenaza? No lo podemos ni siquiera imaginar. Sin embargo, ya los
laboratorios de “nuestras” transnacionales farmacéuticas nos dan la
esperanzadora noticia de que en un par de meses tendrán una vacuna que, desde
luego, habrá que comprar masivamente.
Por lo pronto, nuestro gobierno (que
calza huaraches antes de espinarse) nos dice que no se tomarán medidas a lo
tontejo y que cada acción se apoyará en la evidencia científica y no en
empujones mediáticos o económicos (¡Bendito sea Dios!). Así pues, los
especialistas que trabajan en la Secretaría de Salud tienen la palabra y mueven
la batuta.
Lo anterior hace que acuda a nuestra
memoria la truculenta historia del azote sanitario representado por la gripe
H1N1, que obligó a comprar cantidades enormes de Tamiflú, mismas que le
hicieron el día al laboratorio transnacional gringo dedicado a la
comercialización de productos de probada utilidad mediática. Lo anterior
demostró (y sigue demostrando) que “los muertos que vos matáis gozan de cabal
salud”.
En otro asunto de actualidad, sale a
relucir tan brillante como el oro la evidencia de que la profesora del ITAM (conocida
incubadora neoliberal), Denise Dresser, politóloga dedicada a la crítica
visceral con empaque académico del presidente López Obrador, es la mano que
mueve la cuna del nuevo feminismo que ejerce su capacidad de actuar como porros
o, si se prefiere, como fuerzas de choque fascistas, y corear consignas que se
repiten tanto en los espacios del ITAM como en las calles de diversas ciudades
de nuestro acalambrado país.
Lo
anterior viene al caso si se considera que existe una curiosa homogeneidad en
las consignas y las actitudes de las chicas manifestantes, como si la
obediencia a un formato repetido hipnóticamente, así como la participación en actos
de violencia, cuya principal acción destructiva repercute en la dignidad de
quien la ejerce, pudieran cambiar la realidad y transformar la historia.
Como es del dominio público, la señora
Dresser tiene fuertes lazos de coincidencia política y mediática con personajes
ligados al triste espantajo conocido como Felipe de Jesús Calderón Hinojosa
(Borolas, para mucho más de 30 millones de mexicanos), que no ofrece sino críticas
pedorras y acciones que buscan descarrilar los cambios y propuestas del nuevo
gobierno que, desde su inicio, pisa los callos de los corruptos cleptócratas
que han sangrado al país desde hace 36 años, si partimos de la etapa crítica de
la depredación nacional.
Como el culto lector está enterado, el
gobierno de la República y, en lo que cabe, las autoridades locales (como es el
caso de Sonora), han aprobado medidas legales y operativas que protegen y
garantizan en particular los derechos de las mujeres y, en general, de la
población, tanto en materia de seguridad como de salud pública.
Así, pues, se han aumentado las penas y
reducido la tolerancia en casos de agresiones a mujeres. La acción de la
autoridad competente ha demostrado en casos recientes que es más fluida y
expedita aunque, por supuesto, aún falta mucho por hacer en materia de
coordinación intergubernamental y homogenización de criterios.
En cualquier caso, la ciudadanía debe asumir
su responsabilidad y poner su parte en la denuncia fundada en hechos y no en
ánimos de linchamiento mediático, por lo que debemos actuar con absoluta
responsabilidad y seriedad y proveer las evidencias y propuestas que los
cambios requieren.
Flota en el aire nacional la flatulencia
del neoliberalismo y la fecalidad política de los adversarios del cambio, por
lo que debemos estar alertas contra los intentos, abiertos o solapados, de dar
reversa al proyecto nacional que el pueblo decidió mediante su voto. Estando
así las cosas, contra las epidemias sanitarias y políticas ni un paso atrás.
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