El infierno que viene
José Darío Arredondo López
“La dicotomía entre desarrollo y sostenibilidad es falsa. Sin
planeta, no hay economía que valga” (Al Gore).
Hay fenómenos sociales que difícilmente
podemos ignorar. Hay realidades que nos golpean la cara por más que tratemos de
pasar de largo como si no tuviéramos que ver con el asunto. El caso es que
estamos involucrados hasta las orejas en problemas como el alza de la
criminalidad, el cambio climático y el lento pero seguro avance de la mancha
naranja que nos plantó Grupo México en Sonora.
Tengo frente a mí un curioso tríptico
donde Grupo México habla del Río Sonora, “nuestro río”, donde invita a conocer
su historia, “entenderlo y cuidarlo”, aportando el dato de que “desde hace más
de 12 millones de años su cauce acarrea una elevada concentración de metales
que las lluvias arrancan de los cerros: por lo que de manera natural,
este cuerpo de agua, contiene abundantes sedimentos” y advierte: “actualmente,
científicos y autoridades ambientales señalan que el río no representa
ningún riesgo para la salud, ni para la agricultura, la pesca y la
ganadería de la región” (los subrayados en negrita son nuestros).
Abunda el citado documento publicitario
que, ante la catástrofe ambiental del 6 de agosto de 2014, “atendimos
puntualmente las indicaciones para contener el derrame, neutralizarlo y
limpiarlo con todo cuidado”, detallando que fue una brigada integrada por más
de mil trabajadores la que levantó los lodos contaminados, que “se retiraron y
confinaron” más de 6 mil m3 de suelo, y remata: “Mediante las pruebas de la
COFEPRIS y la CONAGUA se verificó que el agua del río y pozos aledaños no
representaban riesgo alguno para la salud humana y que podía ser utilizada en
actividades agropecuarias y pesqueras. También la SAGARPA certificó que el
ganado y sus productos eran aptos para el consumo.”
El citado tríptico de Grupo México nos
informa que siguen “fortaleciendo socialmente a las comunidades del Río Sonora,
con actividades de educación, salud, medio ambiente, deporte y recreación en
vinculación con 45 instituciones de la región.” A esta publicación se añaden
los desplegados que paga en medios informativos (ver Expreso, 08.08.2019,
General, pág. 7), en una campaña de manipulación informativa que da pena ajena.
Se ve que la empresa de Germán Larrea
Mota Velazco no reparó en gastos, sabedor de que una mentira repetida mil veces,
que puede ir impresa a todo color y con un buen diseño, termina por convertirse
en una realidad a los ojos de quienes no sufren actualmente de cáncer, llagas
en la piel, fallas en los riñones, tumores en el cerebro o un futuro convertido
en basura que se arroja a un río.
Independientemente de la imagen
sonriente que presenta Grupo México y el intento de trivializar lo que se ha
considerado una verdadera tragedia ecológica, tenemos que de los 33 pozos
existentes para consumo humano 32 están contaminados; que en temporadas de
lluvias el agua al agitarse hace que emerjan los metales pesados que terminan
en las tuberías de las casas y en el estómago de sus habitantes. Que un pozo
puede presentar valores variables porque depende de la corriente de la que se
alimenta, misma que está contaminada.
Por otra parte, no deja de ser
escandaloso que el gobierno celebre la creación de una “zona económica
especial”, como si el problema se resolviera con más distractores en forma de
medidas de carácter burocrático y de imagen pública.
También
tenemos que la autoridad competente (CONAGUA) no tuvo empacho en permitir el
trasvase de la Presa El Molinito a la Abelardo L. Rodríguez, “para evitar
derrames”, con la consecuencia de que en el norte de Hermosillo se reportan
altos niveles de arsénico: tenemos el
peligro de la contaminación en la propia casa de los hermosillenses. A estas
alturas, nadie se puede sentir al margen del problema porque también somos un
pueblo rivereño afectado por Grupo México.
Los pobladores del Río Sonora y
Bacanuchi lamentan y denuncian la muerte de especies vegetales, afectaciones en
los hatos ganaderos, altos niveles de substancias tóxicas en especies acuáticas
y, en general, una severa afectación en sus actividades productivas y vida
cotidiana. Y reclaman: “no todos pueden comprar agua de garrafón para beber…
nuestra vida cambió después del derrame de Buenavista del Cobre.” “Han
aumentado mucho los casos de cáncer en el pueblo… la gente se está muriendo.”
La miseria y desolación actual de una región donde se vivía con tranquilidad y
decoro contrasta con el optimismo insultante de la publicidad de Grupo México. El
derrame que afectó al Río Sonora sólo augura el infierno que viene.
A propósito del quinto aniversario del
derrame de Buenavista del Cobre en Cananea, se han presentado a los sonorenses
trabajos periodísticos concluyentes: Grupo México ha contaminado y sigue
contaminando la tierra donde se instala, apoyado en una legislación laxa que
permite el aprovechamiento irresponsable de los recursos mineros de Sonora y
México en general. Queda claro que la empresa de Germán Larrea no ha cumplido
con sus compromisos tras el desastre ecológico y ha abandonado a los pobladores
del Río a su suerte, con la complacencia del gobierno. Es importante ver en
YouTube, por ejemplo, el reciente documental “Río Sonora: Impunidad y Olvido”
del equipo periodístico coordinado por Amalia Escobar (https://youtu.be/TpmnUfjQ_xc),
o la entrevista a Luis Manuel Cano, abogado de PODER, en Diametral, periodismo
de coyuntura, “Río Sonora, ni la naturaleza ni la gente importan” (https://youtu.be/4Uh7DEE1lgw).
Como usted seguramente sabe, el pasado
martes se llevó a cabo una manifestación de jóvenes organizados en defensa de
la tierra, en particular el Río Sonora. Se desarrolló una marcha que partió a
las 5:30 de la tarde del Mercado Municipal y tras externar su mensaje por las
calles del centro de Hermosillo, concluyó su amplio recorrido frente al Palacio
de Gobierno. A las siete de la tarde se desarrolló un importante foro de
análisis sobre la minería en Sonora y sus impactos en la vida de sus
habitantes, centrando su atención en el desastre ambiental provocado por Grupo
México, con datos serios, producto de la investigación en tres campos:
historia, química y derecho.
Se concluye que, al margen de los
intentos de increíble cinismo de la empresa de Germán Larrea y cómplices en la
academia y en el gobierno, tenemos frente a nuestra vista y nuestra historia a
un auténtico criminal ecológico, a un depredador ambiental que no sólo
sacrifica el presente de los sonorenses sino que envenena el futuro de nuestro
estado.
Los hechos, los datos y los testimonios
están a la vista. Lo que falta por ver es la acción pública en respuesta de los
reclamos ciudadanos. El tiempo corre y la moneda está en el aire…
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