“Es una intrigante paradoja que el capitalismo fuera
salvado gracias a transformaciones que se identificaron con el socialismo” (Toni Judt).
Cuando uno cree que ya perdió la
capacidad de asombro surge una nota periodística que conmueve dicha convicción
y demuestra que siempre es posible superar la marca. Como el culto e informado
lector sabrá, recientemente tuvo lugar la aparición estelar del director
general del ISSSTESON en el seno del Congreso del Estado donde presentó el
estado que guarda el Instituto a su cargo y reiteró los males y perjuicios que,
como mantra religioso repite obsesivamente. Lo bastante no en suficiente y la
saciedad parece ser rebasada por los esfuerzos justificantes de visiones miopes,
simplistas, autocomplacientes y definitivamente chatas sobre el problema
político y social de la seguridad social, encubiertos por la lagañosa
perspectiva de un cuentachiles profesional que minimiza y parcializa responsabilidades
al meterlas en el saco de los ejercicios aritméticos que concluyen con el
señalamiento de culpables: el sindicato del ISSSTESON y la Universidad de
Sonora los culpables de la crisis y, casi por no dejar, la administración estatal
anterior.
Asombra, sorprende y maravilla la capacidad
del señor director Contreras para reducir a su mínima expresión el hecho, la realidad
de un manejo discrecional de las finanzas del Instituto, la red de complicidades
tejida entre la directiva, el gobierno en turno y la especie maldita del
sindicalismo blanco que sabe cantar bien las rancheras en el órgano de
dirección y en los foros y escenarios políticos donde debe solamente tronar el
chicharrón del Ejecutivo y donde pasan sin ver los integrantes del Legislativo
y el Judicial en la órbita oscura del prianismo organizado. Con voz lechosa
invita a los diputados a construir soluciones juntos, a cambio de la gratitud
de los sonorenses presentes y futuros, en un contexto donde campea la impunidad
que esperan los perpetradores del desfondo y el olvido de los responsables de
cuidar el dinero de los trabajadores. En ningún momento reconoce el derecho que
asiste a los trabajadores defraudados, a los sindicalistas que han logrado mejores
prestaciones, a los organismos que pagan lo que deben pagar de acuerdo a sus
contratos o convenios con ISSSTESON, a los exempleados que reclaman sus
ahorros, al imperio de la ley suprema que prohíbe la aplicación retroactiva de
las normas jurídicas, a la realidad de una política de privatización de las
instituciones mediante el truco de la insolvencia, el quebranto económico
irreversible, la agonía por falta de financiamiento, la negligencia en su
rescate y, para terminar, la necesidad forzada de privatizar los servicios y ceder
sus responsabilidades a los factores económicos de la coyuntura empresarial.
¿Menos Estado y más Mercado? Lo cierto es que el Instituto es uno más en la
mira del neoliberalismo de guarache, de la compulsión de saquear los recursos
públicos y quemarlos en el altar de las ganancias privadas por subrogación o
concesión.
No estaría mal que los recién estrenados
miembros del Poder Legislativo sonorense recordaran el truculento caso del
ISSSTECALI, donde el gobierno declaró la quiebra, siendo que los descuentos a
los trabajadores se realizaron oportunamente, las aportaciones de los
organismos afiliados se hicieron pero jamás llegaron a las arcas del Instituto,
en un cuento donde los trabajadores han tenido que tomar oficinas, realizar marchas,
hacer plantones y visibilizar nacionalmente el problema ocasionado por la
rapiña del gobierno y desmentir la culpabilidad de los derechohabientes.
En nuestro caso y contexto, ni los
sindicatos tienen la culpa ni los organismos afiliados la responsabilidad de la
quiebra, quebranto, desfondo y clara negligencia de las autoridades “competentes”.
Debemos insistir en que en Sonora se ha instaurado una política de ilegalidad, de
complicidades, de corrupción y ataque a los trabajadores y sus familias. Nos
queda claro que el ISSSTESON no está quebrado sino saqueado por el propio
gobierno, y que tiene la responsabilidad legal y social de restituir lo robado,
refinanciar al Instituto y enjuiciar a los culpables, así como respetar y
cumplir los contratos y convenios vigentes y velar, en todo momento, por los
intereses de los trabajadores afiliados.
Por fortuna el sindicalismo sonorense
está despertando de su modorra, da signos de una toma de conciencia que apunta
hacia la verdadera transformación que la seguridad social requiere, como un
mecanismo redistributivo del ingreso social y bajo un esquema de reparto solidario.
Esperemos que los diputados, como representantes del pueblo actúen en
consecuencia.
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