“La
verdad nunca daña una causa que es justa” (Mahatma Gandhi).
El pasado viernes 15, a las nueve de la
mañana, nos situamos en la planta baja del Edificio Principal de la Unison, con
el fin de protestar por la suspensión ilegal de los trámites de jubilación o
pensión que afectan a más de 150 trabajadores universitarios entre manuales,
administrativos y académicos. Se había citado a un mitin y rueda de prensa,
pero hubo cambio de programa y no se dio el encuentro con los medios.
Pocos minutos después de la hora citada
el orador designado explicó la grave e irregular actitud del Isssteson de
detener un proceso que es legal, legítimo y constituye una obligación del
Instituto en los términos de su misión. La seguridad social de los trabajadores
no puede ni debe tomarse como moneda de cambio y ser condicionada por razones
ajenas al propio contrato de prestación de servicios vigente, y constituye una
clara violación del procedimiento establecido.
Según la Ley 38 del Isssteson, la Junta
Directiva dispone de un plazo de 30 días después de integrado el expediente
para dictaminarlo, y 30 días más para ser firmado por el gobernador del Estado.
Pues todo bien, sólo que el expediente puede dormir el sueño de los justos en
alguna gaveta entelarañada en espera de que a alguien se le ocurra revisar e
integrar los documentos y turnar el expediente a la citada Junta Directiva para
su análisis y aprobación. Hay quienes tienen un año esperando su dictamen.
Pues de ese tiempo perdido se ha servido
el director Claussen como mecanismo de presión a los organismos afiliados para
que accedan a firmar un nuevo convenio, cuya finalidad es la de conseguir
recursos a costa de los trabajadores, al aumentar las cuotas para compensar el
saqueo del fondo pensionario perpetrado por la anterior administración estatal.
El citado funcionario prometió públicamente, el pasado 14 de marzo, que “al día
siguiente” se regularizaría la situación de los trámites, estando reunidos los
dirigentes de los dos sindicatos universitarios y un grupo de trabajadores que nos
manifestamos frente al edificio del Instituto.
Ese “día siguiente” tuvo una actualización
el día 29 de agosto, cuando el funcionario dijo que “en 72 horas” fluirían los
expedientes y los 519 casos pendientes en el Estado se resolverían. Vale la
pena subrayar que, tras la sesión de promesas y apapachos, pidió a los
secretarios generales de los diversos sindicatos reunidos que promuevan “la
firma del nuevo convenio”. Hasta el momento (sábado16 de septiembre), no hay
resultados y la “solución en 72 horas” sigue siendo otra tomadura de pelo.
Tras el mitin se entregó un escrito con
las demandas en la Rectoría de la Universidad de Sonora, llamando la atención
la actitud relajada y comunicativa del funcionario encargado de recibir a los
manifestantes. Comentó que la institución está haciendo las gestiones
necesarias para que el problema de los expedientes se resuelva y que las
manifestaciones públicas y la presión de los trabajadores no están de más para
agilizar las cosas. Según los comentarios, tiene muy claro que la presión de
Isssteson por la firma de un nuevo convenio es con la finalidad de “fondearse”
a costa de los trabajadores y los organismos afiliados, coincidiendo en que tal
instrumento es abusivo.
Ya en la planta baja, cuando la comisión
estaba a punto de abandonar el edificio llegó el Rector y se estableció un
intercambio de ideas sobre el problema de las jubilaciones y del propio
convenio. La actitud fue receptiva, y dejó entrever que ya se han analizado las
implicaciones de la firma porque explicó que, en el nuevo marco de relaciones propuesto,
los trabajadores de menos de 25 años de servicios pagarían una cuota
diferencial pero los nuevos tendrían que cubrir el 100 por ciento de la cuota
para poder obtener la pensión completa. Los trabajadores de 26 o más años de
antigüedad pagarían lo mismo para recibir lo mismo. Sin embargo, expresó la
idea de que no hay que hacer ruido “para no afectar los trámites” de los expedientes
pendientes.
Según se ve, el tema de la seguridad
social aún está en construcción en la mente de los afectados de hoy, del
mediano y del largo plazo. La “conciencia social” pasa por la urgencia que un
individuo siente en el momento en que algo lo afecta. Cuando el destino lo
alcanza entonces acude al sindicato, expresa su problema, pega de gritos y
exige soluciones. Mientras no le llegue al pellejo, el mundo puede rodar y
rebotar por donde caiga. Los placebos o las soluciones ofrecidas por el sistema
son aceptadas por una buena cantidad de gentes, mientras que el asumir una
responsabilidad social que no les afecte, aquí y ahora, da flojera, cansa de
sólo pensarla, es cosa de aquellos de enfrente que siempre andan metidos en
grillas; aunque no faltan expresiones ratoneras como eso de “yo ya cumplí,
ahora toca a otros”, forma elegante de decir “ahí se la echan”.
Para quienes dirigen las instituciones,
la consigna es no pisar callos en el gobierno, ser una pieza más en el juego de
complacencias montado para no dañar la imagen pública del gobernador en turno:
reclamar poquito y de buena manera, sofocar disidencias y planchar el camino
para el lucimiento de quienes ostentan el poder. Las leyes, el deber, son lo de
menos. Esta conducta se puede observar también entre los dirigentes sindicales,
aspirantes algunos a reciclajes permanentes, que ponen por prioridad engordar y
servir “al patrón”, al “preciso”, sin pararse a considerar el mandato de sus estatutos
y las necesidades de sus agremiados. En ellos se ve claro el poder de la
colonización ideológica que penetra en las mentes débiles que son fácil presa
de la ilusión de formar parte del aparato de dominación, aunque sea
periféricamente. La conciencia social y la lucha ciudadana también son asuntos
que están en construcción.
Antes de iniciar el mitin frente al
edificio de Rectoría, no faltó quien manifestara en conversación de corrillo su
decepción por la escasa participación del sindicato, su cansancio por tanta
apatía, su hartazgo de corruptelas ratoneras y traiciones enanas. Le recordamos
que el sindicato somos todos, que las dirigencias no son propietarias ni de la
organización ni de nuestras conciencias; que, si hay que nadar contra la
corriente lo haremos hoy, mañana, y siempre que sea necesario. Los rostros de las
dos valiosas y respetables maestras con las que conversábamos dejaron ver un
rayo de luz esperanzada en ese futuro que podemos y debemos construir. La
seguridad social es asunto de todos y su defensa también. Sólo así será posible
una vejez con futuro.
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