“Una
cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa” (Montesquieu).
Los nuestros son tiempos difíciles,
tiempos complejos en los que las ganas de abandonar la trinchera pueden ser
tentación recurrente y reclamo en el futuro inmediato de los sindicalistas
cuyas organizaciones se consideran y ostentan como independientes. La marea de
las presiones del sistema ideológico y político neoliberal calibra
constantemente las fuerzas y voluntades de sus opositores, de aquellos que no
consienten ser las víctimas del avance de la privatización de las condiciones y
normas que rigen las relaciones laborales y sociales.
Tiempos en los que las fisuras
ideológicas y políticas de los actores en el drama de la defensa de los
derechos laborales y sociales devienen grietas profundas cuando falta el
cemento de la convicción y el compromiso, la entrega a un ideal superior que
nos abarque a todos, que nos pueda unir en un abrazo solidario e integrador,
profundo e incluyente. Tiempos también de separar el grano de la paja, lo
sustantivo de lo accesorio y de centrar la atención en los aspectos esenciales
de nuestros reclamos y marchar con decisión en busca del cumplimiento de
nuestras demandas y del reconocimiento de nuestros derechos y conquistas
laborales.
Son tiempos para el sindicalismo
universitario en los que los principios de democracia e independencia sindical
pueden reafirmarse o, por el contrario, quedar como una expresión hueca en las
páginas del estatuto sindical porque hubo fuerzas coyunturales capaces de
favorecer el interés patronal o gubernamental por encima del gremial e institucional.
Así, mientras que el primer principio
nos advierte y salvaguarda de las decisiones “unilaterales, caprichosas y
arbitrarias que tengan como finalidad única y exclusiva la adaptación de una
decisión que sólo traiga beneficios y privilegios personalistas o de una
minoría” (punto IV de la Declaración de Principios del STAUS), el segundo reconoce
“la capacidad de fijarnos como grupo, nuestros objetivos y metas y las acciones
para alcanzarlos” y confirma nuestra independencia “orgánica, funcional,
política e ideológica frente a las distintas estructuras reales de poder” como
son las “autoridades universitarias, el poder público, los partidos políticos,
los poderes religiosos, las centrales, federaciones y confederaciones que
persigan propósitos de mediatización, control y dominio de diferente tipo” (punto
V de la Declaración de Principios del STAUS).
Son tiempos en los que la solidaridad
debe extenderse y practicarse en apoyo a los trabajadores y a la defensa de sus
derechos, porque no somos nada sin el compromiso de todos; así pues, el
sindicalismo universitario entiende la necesidad de incorporarse a la lucha por
mejores condiciones para las clases trabajadoras y afirma su “propósito
inquebrantable de contribuir, sin limitación alguna, al logro de la unidad de
las clases trabajadoras del País” (punto VI de la Declaración de Principios del
STAUS).
Un aspecto central de los enunciados que
orientan el pensamiento y la acción de los sindicalistas universitarios está en
la certidumbre de que la Institución no es una isla, sino que está inmersa en
una sociedad cambiante y, sin embargo, debe preservar su identidad, mantenerse
fiel a su origen y aquilatar sus principios, fines y tradiciones, de ahí que se
defienda la autonomía universitaria, entendida “no como una disgregación o
separación del contexto de la sociedad, sino como la capacidad de autogestión
universitaria, para poner a la institución al servicio del pueblo” (punto VII
de la Declaración de Principios del STAUS).
Tiempos de decir basta y de plantarse
ante quienes propugnan por la cancelación de los derechos sociales y laborales
de los trabajadores e impedir su avance, tiempos de lucha y oposición a la
mercantilización de los servicios de salud y la seguridad social por quienes
saquean los recursos de los fondos
pensionarios y sus cómplices que hacen cuentas de los ingresos de los
trabajadores para aplicar descuentos criminales que profundizan el deterioro de
la capacidad adquisitiva y la calidad de vida de las familias. Tiempos, en fin,
de hacer valer la palabra escrita como el testimonio de los compromisos que
sentimos como propios y cuyos valores defendemos.
En el aquí y ahora de los
universitarios, frente a fuerzas retrógradas e injerencistas, existe y se
manifiesta la oposición al absurdo propósito de firmar un nuevo convenio de
prestación de servicios de seguridad social entre Isssteson y la Universidad de
Sonora. Oposición que no se basa en el capricho o la ignorancia, y que no se
guía por la conveniencia falsa de plegarse a los espejismos de soluciones que
en realidad no lo son. A los trabajadores de la Unison les asiste el derecho de
hacer valer un Contrato de prestación de servicios legal, válido y vigente, de
donde resulta un absurdo monumental firmar un nuevo instrumento que les quita
derechos y les impone nuevas cargas a sus ingresos. Los platos rotos del
desfondo pensionario son responsabilidad del gobierno y no de los trabajadores.
Por elemental congruencia, por dignidad,
por responsabilidad histórica, se debe defender la independencia y la
democracia sindical, la solidaridad con los trabajadores que están afiliados al
Isssteson, y la autonomía universitaria frente al poder público que presiona a
la Institución (y a otras en condiciones similares) al detener y lentificar los
trámites de las pensiones y jubilaciones de sus trabajadores, con el bajuno
propósito de hacerla firmar un convenio inadmisible. Son tiempos de defensa
incondicional del verdadero sindicalismo, tiempos de sacar la cara por la
Universidad, tiempos de separar el trigo de la paja.
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