“Mientras
bebemos y nos coronamos de rosas y reclamamos perfumes y mujeres, la vejez se
desliza sin ser notada”
(Juvenal).
Se dice que las apariencias engañan,
pero en ocasiones la realidad se nos presenta como una broma, engaño,
cuchufleta o simple pitorreo. Actualmente la Universidad de Sonora se encuentra en vías de ser emplazada a huelga por los sindicatos, en donde conviene destacar que la negociación
del Contrato Colectivo de Trabajo tiene elementos que la hacen particularmente
complicada.
Al respecto, considere usted que, al
cúmulo de violaciones y reclamos al clausulado del contrato, se añade la
sucesión rectoral, el desfondo no resuelto del Isssteson, los gasolinazos y el
claro y evidente deterioro de la capacidad adquisitiva de los trabajadores, el
alza generalizada de las subsistencias populares y, como consecuencias, el
deterioro de la calidad de vida de las familias, el incremento de la
delincuencia, la inseguridad pública y de la demagogia oficial que insiste en
recetarnos el rollo de una economía que va “por el camino correcto”.
Por otra parte, la disposición de la
administración universitaria para dialogar y negociar con los sindicatos ha
sido, como en otras ocasiones, evasiva, irritante, despectiva prácticamente
nula, frente a su contraparte laboral. El rector, tras instalar la mesa de
negociaciones optó por ausentarse y solamente se sabe de él a través de los
medios de comunicación locales, donde parece empeñado en justificarse ante la
opinión pública respecto a serios casos de incumplimiento contractual donde
destaca estelarmente la suspensión administrativa por parte de Isssteson de los
trámites de jubilación de 67 académicos de un centenar y medio de
universitarios.
Ciertamente,
la problemática del Isssteson es seria, pero, como ha declarado el propio
rector, los trabajadores universitarios no son responsables de ello y no hay
porqué privarlos de los beneficios de la seguridad social que provee el
Instituto. Arguye que la universidad no le debe al Isssteson porque, por
convenio con el propio Isssteson (Cláusula Décimo Primera del Contrato de
Prestaciones de Servicios), la Secretaría de Hacienda está autorizada para hacer
los descuentos en automático con cargo al subsidio estatal, sin embargo, el
Instituto afirma que las cuotas y aportaciones no ha sido cubiertas en su
totalidad, sumando 141 millones de pesos el adeudo, por tanto, se suspenden los
trámites de jubilación y en lo futuro los servicios médicos.
Como el lector comprenderá, el horno no
está para bollos administrativos porque la tensión crece en la medida en que
los trabajadores adquieren conciencia de la necesidad de dar fin a su vida
laboral, además del hecho de que (según ha reportado una reciente investigación)
la edad promedio de los académicos anda por los 60 años y, en aras de la calidad
de la producción científica y la eficiencia docente, resulta urgente procurar
las condiciones para el relevo generacional.
Independientemente de que el caso debe
ser analizado desde la perspectiva de la Fiscalía Anticorrupción para el
deslinde de responsabilidades, habida cuenta que es dinero público que no llegó
a su destino, el caso debe analizarse desde la óptica sindical, es decir, desde
la trinchera de los trabajadores que están viendo que, en este caso, su
contrato colectivo es violado en lo pactado en la Cláusula 141, que en las
partes conducentes dice:
“Todos los trabajadores académicos
tendrán derecho a recibir todas las prestaciones que otorga la Ley del
ISSSTESON, sin limitaciones y disminuciones motivadas por la categoría, nivel o
duración de la relación laboral. Estas prestaciones deben ser extensivas a los
descendientes directos y cónyuge del trabajador” (párrafo 1).
“La Universidad se compromete a
gestionar ante el ISSSTESON igual trato para los trabajadores académicos con
respecto al resto de sus afiliados en lo que concierne a la totalidad de las
prestaciones sociales otorgadas por esa Institución. De igual manera la
Universidad se compromete a informar mensualmente al Sindicato de las
cotizaciones del ISSSTESON” (párrafo 6).
“Cuando se proponga un cambio en el
Convenio que tiene la Universidad de Sonora con el ISSSTESON, referente a la
prestación de Servicios Sociales para los Trabajadores, la Institución acordará
con el STAUS los términos en que se firmará el nuevo Convenio” (párrafo
11).
De acuerdo al contrato, para los
trabajadores universitarios no hay instancia más inmediata de reclamación que
la propia administración representada legalmente por el rector, razón por la
cual la opinión pública no debiera acudir a la descalificación facilona e
irresponsable del sindicalismo universitario. Por otra parte, los trabajadores
deben emprender las acciones que sean necesarias para que las causas de su
afectación queden al descubierto y sean corregidas por parte de las instancias
competentes, lo que incluye al propio Isssteson y al Gobierno del Estado. Es
cosa de ponerse en el lugar de los afectados y en un ejercicio de sensibilidad
social apoyar o, al menos, no descalificar sus esfuerzos por lograr un trato
justo y apegado a las normas de la seguridad social y los derechos humanos
internacionalmente reconocidas.
El Gobierno del Estado no puede hacerse
el desentendido sin correr el riesgo de declararse insensible, ocioso y cómplice.
Su credibilidad está seriamente comprometida y la sospecha de que se puede
tratar de una maniobra, burda por demás, para manipular la sucesión rectoral tanto
como para generar las condiciones que permitan la privatización de los
servicios sociales, según recomienda la OCDE y el FMI, crece hasta alcanzar
niveles que sólo pueden acelerar la inconformidad y la profundización de los
conflictos.
Me parece que la gobernadora, en caso de
ser ajena a estas trapacerías, debe poner orden en su changarro y, por otra
parte, el rector universitario debe asumir su responsabilidad y sentarse a la
mesa de negociaciones con el ánimo de hablar claro, de frente y sin
intermediarios cuyo papel pasa de lo irritante a lo ridículo. El diálogo junto
con las acciones legales que sean pertinentes son la mejor forma de resolver
los conflictos, de cara a la comunidad universitaria y a la sociedad que confía
y hace posible la vida y operación de la Universidad. La moneda está en el
aire.
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