“Lo que no aprovecha a la colmena,
tampoco aprovecha a la abeja” (Marco Aurelio).
Contra todo pronóstico, el tema de la
seguridad social no acaba de calar en la conciencia de muchos de los
potenciales y reales afectados por las reformas de Peña. Mucha de la gente que
ahora lucha por (o desde) un puesto de trabajo, lo hace sin hacer cuentas de su
edad de retiro y las posibles ventajas o desventajas que traen consigo las
disposiciones impulsadas y aprobadas por los gobiernos de Zedillo y Calderón y
las iniciativas y propósitos del actual mandatario Peña.
A pesar de ser un asunto de importancia
nacional, aún son pocas las opiniones que calan en la conciencia ciudadana al abordar
críticamente los vericuetos de unas reformas que carecen de sustancia social y
supuran afanes mercantiles e individualistas y, lo que es peor, son menos las
que proponen vías colectivas de defensa de los derechos aún vigentes en la
Constitución. La clase trabajadora y sus organizaciones parecen necesitar no
sólo información sino una motivación fuerte y agresiva para sentirse
involucradas en la catástrofe social que significa la privatización de la
seguridad social en México, razón por la cual, hasta ahora, las respuestas a los
embates sufridos por los trabajadores del IMSS, ISSSTE, Petroleros entre otros
han sido tímidas y fraccionadas. También
en el nivel de los organismos estatales, se advierte una especie de modorra de
quienes son, o serán, los principales afectados. Es evidente que la falta de
conciencia trae consigo el desinterés que, en general, afecta al simple
ciudadano, al estudiante promedio, a las personas cuyas condiciones
particulares les permiten sentir que la jubilación y sus problemas son cosa de
otros y no propias.
Solamente los directamente afectados, en
el momento en que lo son, se acuerdan de la palabra “solidaridad” y reclaman
atención y apoyo por parte de los sindicatos, y el nivel de atención y de
interés por el tema, va en razón directa proporcional a la proximidad del
mismo. Sin duda contribuye a esta situación el individualismo y la
trivialización de los valores sociales que postula el sistema. En este sentido,
es explicable por qué las masas trabajadoras no se han unificado, local y nacionalmente,
y marchado contra la privatización que, por otra parte, se vende como “modernidad”
y como opción ventajosa para el usuario convertido en cliente. Esta visión
enajenada del sistema afecta la vida interna de las organizaciones y, por ende,
las prioridades y los objetivos de sus luchas.
Un dato preocupante es el que, en muchos
casos, las organizaciones sindicales centran su atención en los aspectos
contractuales de carácter económico y desestiman los atinentes a lo social y
político. Lo anterior conduce a una visión pragmática de los objetivos de la
acción sindical desinserta de la problemática social que la rodea, de suerte
que las luchas inician y concluye en la estrechez de la aritmética contractual:
reclamo de incrementos porcentuales y consolidación de los aspectos de
beneficio inmediato. La dimensión social de la lucha sindical es esporádica e
inconsecuente con el embate neoliberal a la clase trabajadora y el efecto
negativo de las reformas legislativas que se implantan. Más que acciones
preventivas y transformadoras se tienen reacciones defensivas y conservadoras.
Lo anterior resulta ser un contrasentido, habida cuenta que, en un régimen
donde la ideología neoliberal destruye el tejido social, toda acción sindical
es por necesidad política.
La defensa de la seguridad social trae
aparejada la del empleo y las conquistas de la clase trabajadora plasmadas en
la constitución, la legislación laboral y los contratos colectivos de trabajo,
que ponen como eje rector el bienestar del trabajador y su desarrollo como
persona y como ciudadano. En consecuencia, no puede haber acción sindical que al
pretender la mejora de las prestaciones y las condiciones de trabajo no persiga
también la superación de sus actores y el mejoramiento de la sociedad en la que
viven y actúan cívicamente. Lo anterior supone el reconocimiento de una
corresponsabilidad que trasciende los límites de la relación laboral pero que,
en el caso del sindicalismo, se deriva de ella.
Actualmente, es más que evidente que las
reformas impulsadas por los gobiernos neoliberales generan la precarización del
empleo y la disminución de las garantías sociales y políticas históricamente
conquistadas. Por ello se ha puesto en calidad de mercancía la educación, la
salud y el ahorro de los trabajadores, privatizando los servicios e
individualizando las cuentas de retiro. A la fecha, se tiene constancia de que
el sistema de cuentas individuales operado en las Afores ha resultado un
completo fracaso, desde el punto de vista del beneficio para el pensionado y,
por el contrario, un éxito para los negocios privados que administran los
fondos. En este caso, resulta evidente que la recuperación del ahorro de los
trabajadores implica la responsabilidad del Estado y la restitución del sistema
pensionario al ámbito público. Las pensiones y jubilaciones deben ser
nuevamente asunto público, por su carácter e impacto social. No se debe
especular con el ahorro de los trabajadores sin responsabilidad ni garantía
pública.
En este caso, urge una reconsideración
legislativa que, respetuosa de la Ley Suprema, reconozca el derecho de los
trabajadores a la jubilación digna, que permita una vida decorosa y plena en el
marco de los derechos nacional e internacionalmente reconocidos al adulto mayor
y que debe, puntualmente, tutelar el Estado.
Recientemente, se ha tenido noticia del
quebranto de algunos sistemas pensionarios estatales, como los de Sonora y
Veracruz, ocasionados por el saqueo de sus respectivos gobernantes. Es claro
que la responsabilidad es pública y que deben someterse a la acción legal los
culpables, pero también lo es la necesidad de impulsar reformas que permitan un
estricto control de los fondos. Es claro que en su vigilancia deben intervenir
las representaciones sindicales y actuar con absoluta transparencia.
El pasado 16 de noviembre se realizó un
Congreso Estatal Sindical sobre Seguridad Social, promovido por el STAUS y
apoyado firmemente por diversas organizaciones sindicales, donde se presentó el
panorama nacional y local de este importante asunto y se resaltó la necesidad
de crear un frente común en defensa de los derechos de los trabajadores a una
jubilación digna y segura, acceso a los servicios de salud y atención de
calidad, así como a las demás prestaciones a las que legalmente tienen derecho.
Se da dado un paso importante en la
recuperación de los espacios de participación que nos identifica como clase
trabajadora y como ciudadanos de pleno derecho, pero falta mucho por discutir y
hacer. Por lo pronto, hemos puesto en el centro de la atención de los participantes
la idea de la acción colectiva y la solidaridad. Hay todo por ganar.
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