“Todos ven lo que tú aparentas; pocos
advierten lo que eres” (Maquiavelo).
Sonora ocupa
mediáticamente un lugar prominente en materia de transparencia, combate a la
corrupción y empoderamiento de todos cuantos las olas de la política sexenal permitan
hacerlo. Es, por decirlo así, un paraíso de logros y realizaciones, de acuerdo
al catecismo peñanietista. Aquí se
carece de competencia para restituir en sus empleos a los maestros despedidos
por la reforma educativa, pero sí se cuenta con capacidad y voluntad de
reprimir y encarcelar docentes “salidos del huacal”.
Se tienen
instancias y mecanismos para procurar justicia y brilla la modernidad en forma
de juicios orales, pero sigue siendo contaminado el suelo y el agua por los
mismos rufianes que se escudan en el dinero y las influencias. Siguen
derramando tóxicos las mineras y continúan gozando de impunidad, frente a miles
de pobladores de las regiones afectadas que enferman y se empobrecen. Asimismo,
tenemos defensores legislativos de variadas causas, pero tras siete años de
espera la justicia para las víctimas de ABC sigue ausente.
Se cuenta con
una gobernadora, pero los hombres y mujeres de a pie siguen viviendo las mismas
carencias y penurias, porque la pobreza, marginación y falta de oportunidades
actualmente tiene más que ver con el sistema y sus privilegiados que con el
sexo. El logro y reconocimiento de las mujeres que hoy brillan en la política
sigue asociado a las redes familiares, el lustre de los apellidos y los
reacomodos generacionales partidistas.
Mientras que los
reflectores iluminan los rostros y apellidos de moda, la penumbra del anonimato
arropa a varios cientos de indigentes en las plazas, calles y el centro de la
ciudad capital, miserables que en número creciente dan testimonio del abandono
y exclusión en que viven y mueren los ciudadanos más pobres entre los
pobres.
Al parecer, la
idea predominante de gestión pública y gobierno se reduce a los efectos
mediáticos que producen las continuas apariciones públicas de los personajes,
las fotos besando, saludando, o apapachando a alguien, o modelando para promocionales
de obras sociales. El palacio de gobierno recuerda en mucho a una agencia de
modelos donde la cultura de la pasarela suple el cumplimiento de deberes y
obligaciones públicos ceñidos a la sobriedad y razonable medianía postulada por
el Benemérito Juárez. Pero, la política de estudio televisivo y la
sobreexposición mediática de los actores políticos de temporada empieza a
cansar, tras casi un año de lo mismo.
Independientemente
de lo que han afirmado algunos funcionarios y otros opinantes no del todo
independientes, Sonora no cuenta con un plan de desarrollo digno de ese nombre.
No se puede llamar plan a una colección de ocurrencias que suponen acciones,
pero sin que exista un diagnóstico sectorial previo. Lo mismo puede decirse del
municipio.
La carencia, el
abandono de la planeación pública, equivale a tener un gobierno expuesto a las
presiones y conveniencias del sector privado, a las ocurrencias en materia de
inversión, obra pública, gestión de proyectos, entre otros. Representa un
modelo de cesiones y concesiones ligado a la coyuntura, cuando no a intereses
ajenos al progreso y bienestar social de la entidad. Aquí la voz ciudadana se
pierde y relativiza; se debilita por no haber una representación real de sus
intereses, y sí una atada a los círculos clientelares de un poder recuperado coyunturalmente.
Sigue el despojo
de predios por parte de personajes con apellido linajudo, el desvío del cauce
del Río San Miguel, y los expedientes sin aclarar de enriquecimientos ilícitos,
los miles de millones de pesos perdidos en cuentas desconocidas, el libre
trasiego de recursos y la inacción de quien tiene el poder de congelar cuentas
y revisar contabilidades y fincar responsabilidades.
Si bien es
cierto que en algunos casos hay citatorios, líneas de investigación, procedimientos
de fiscalización e integración de expedientes y análisis de pistas y
documentos, aun no es posible hablar de justicia, de reparación del daño, de
castigo a los culpables, de aplicación imparcial y enérgica de la ley. Hay notas
de prensa, cabos sueltos, investigaciones que no se realizan, pese a la
denuncia pública de los afectados, a los constantes reclamos, a las eventuales
reacciones y muestras de apoyo y simpatía de parte de algunos actores sociales.
Sonora sigue
enferma de contaminación por radiación y por substancias tóxicas en el suelo y
el agua, por la flagrante complicidad del gobierno con compañías constructoras
y mineras; por ignorar e incluso ocultar la cauda de injusticias que deja el
afán de lucro, la codicia irresponsable, el envilecimiento de los servidores
públicos, y la apatía comodona de una ciudadanía aun inmadura y manipulable. Se
tienen derechos, pero la legalidad y la justicia no son accesibles a los
ciudadanos comunes.
Indigna que la
gestión pública sea predominantemente publicitaria por su formato, aunque ayuna
de contenido verdaderamente útil o trascendente. Se intenta vender un producto
que a duras penas disimula su caducidad. En realidad, no necesitamos de Chicas Superpoderosas o de Iron Man, sino de ciudadanos que al
llegar al poder público se sientan responsables y comprometidos con el progreso
y bienestar de Sonora y actúen en consecuencia.
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