“Desmemoria. Don
que Dios concede a los deudores, para ayudarlos por su falta de conciencia”
(Ambrose Bierce).
En medio de un
alarmante descenso del precio del petróleo y del peso frente al dólar, así como
un aumento grosero del gas, el agua y, en general el costo de la vida tanto en
México como en Sonora, se anuncia, especula y comenta una y mil veces la
reciente recaptura del narcotraficante conocido como “Chapo” Guzmán, presentada
como una prueba de la “fortaleza de las instituciones” por Enrique Peña Nieto.
Pareciera que
somos una ciudadanía propensa a reaccionar de acuerdo al estímulo mediático en
turno, capaz de creer, a las primeras, que el doctor Mireles, vocero de
autodefensas ciudadanas y preso político enfermo y amilanado, “pide perdón” al
gobierno que lo hizo levantarse en defensa de la paz y tranquilidad de las
familias michoacanas frente al poder del crimen organizado y la cómplice apatía
de las autoridades locales y federales.
¿Podemos creer
en la fortaleza de las instituciones cuando en la conciencia colectiva arde la
llama viva de los 43 de Ayotzinapa, junto con las pequeñas víctimas de la
guardería ABC, ejemplo de un régimen de concesiones del gobierno a particulares
que convierte la seguridad social en negocio privado? ¿No es signo de decadente
corrupción la evaporación de los ahorros gracias al sistema de cuentas
individuales que son materia de especulación privada gracias a los negocios de
las Afore? ¿Acaso no pesa en la memoria de la justicia mexicana los hechos de
Aguas Blancas, Atenco y las desapariciones forzadas y asesinatos pasados y
presentes que tiñen de rojo al país, entre otros eventos?
¿Se puede estar
tranquilo sabiendo que tanto la salud como la educación se privatizan, y que la
carga para las familias aumenta día con día? ¿Es lícito transferir a los
ciudadanos los costos de obras privadas contratadas por el gobierno, para
beneficio de un sector productivo privado y no para las familias que tendrán
que pagarlas? ¿Por qué deberíamos tener confianza en las instituciones que
malbaratan el patrimonio energético de todos y lo privatizan para la
satisfacción de empresas trasnacionales? ¿Es una buena noticia que el campo
deje de producir alimentos saludables para verse invadido por semillas
transgénicas y alto consumo de productos químicos que envenenan el ambiente y
acaban con la biodiversidad y las economías regionales?
¿Debemos
permanecer indiferentes ante el despojo de terrenos públicos, por ejemplo, los
del vaso de la presa A.L. Rodríguez, y sonreír ante la abundancia de agua para
unos cuantos apellidos notables mientras que la ciudad carece de ella? ¿Se
pueden hacer obras hidráulicas de uso privado y dejar en la indefensión a las
familias vecinas sin que haya problema? ¿Pueden desaparecer sin dejar rastro los
recursos del fondo de pensiones y jubilaciones del Isssteson? ¿Los niños a
cargo del DIF son mercancías?
¿Los empleos que
genera la maquila automotriz y las embotelladoras y la minería trasnacional,
compensan la contaminación y el daño ecológico que sufren las regiones donde se
establecen? ¿Todo se justifica con eso de atraer inversionistas que generen
empleos? ¿Es ésta una propuesta económica válida para la entidad?
¿Será posible
que las fuerzas armadas acepten servir de mascota tercermundista a la ONU y al
Comando Norte, es decir, al gobierno de una potencia extranjera? ¿No hay
problema con que las autoridades anuncien la participación de militares
mexicanos en actividades de entrenamiento y posteriores misiones “de paz”? ¿No
hay nada raro que la Marina parezca servir de patiño nacional a los intereses
de la DEA, entre otras agencias gringas? ¿Bastó para que el llamado fuera con
fines de extradición para que las armas mexicanas se cubrieran de gloria al recapturar
a un capo de la droga con aficiones mediáticas? En serio, ¿hay gobierno, ejército
y armada dignos de llamarse nacionales?
¿Nuestras instituciones
académicas autónomas realmente lo son? ¿Los profesores e investigadores
universitarios trabajan para enriquecer el saber colectivo, o simplemente
parasitan las instituciones mientras maquilan proyectos para entidades públicas
sin rumbo ni legitimidad a cambio de algún estipendio? ¿Un doctorado es como
una patente de corso para los negocios privados desde la comodidad de las
instituciones educativas? ¿La universidad sirve para avalar “académicamente”
las acciones del gobierno, o para trabajar por el bienestar y el progreso
social?, ¿a qué hora dejó de ser la conciencia crítica de la sociedad para
convertirse en cómplice de la corrupción y la ineptitud oficial?
En medio de este
desbarajuste, aún permanece de pie la voluntad de cambio de hombres y mujeres
conscientes, capaces de exigir el cumplimiento de los deberes y obligaciones de
los gobernantes. En Sonora se tienen buenos ejemplos de civilidad y permanencia
en las luchas por la justicia y la legalidad, por el respeto a la dignidad
ciudadana, violada cuando no ignorada por autoridades venales. El año 2016
inicia con una larga cadena de asuntos pendientes de resolver y su correcta
solución dependerá de la capacidad que tenga el pueblo para organizarse y
perseverar en los objetivos transformadores que decida. El sindicalismo
independiente y las organizaciones ciudadanas tienen una gran tarea por
realizar. Podremos escribir un nuevo capítulo en Sonora, o repetir
obsesivamente las mismas líneas, con los mismos errores y los mismos
resultados. ¿Cuál va a ser el sentido de la acción? Usted, nosotros, tenemos la
palabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario